Si por algún casual surgiera en televisión (o en una plataforma de streaming) una especie de Médicos españoles por el mundo, lo más probable es que el programa no anduviera corto de emisiones. Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM), en 2021 se expidieron 4.130 certificados de idoneidad profesional para poder trabajar fuera de España. Una cifra que no se había registrado nunca antes.
Continuando con el hipotético formato televisivo, al final no podría faltar la clásica pregunta de "¿tienes pensado volver a España?". En este caso, no existen cifras ni estimaciones. Pero todo apunta a que muchos se marchan, y pocos regresan.
Antonio Arenas, Esperanza Domingo, Juan Prieto y María Rodríguez forman parte de ese 'selecto' grupo de médicos que ejercen en nuestro país tras haberlo hecho en el extranjero. Varían los destinos, las especialidades y los motivos por los que se marcharon, pero los cuatro coinciden en una misma reflexión: volver a España no es fácil.
[Tengo 31 años, soy médico de Atención Primaria, y yo también pienso en dejarlo para siempre]
No sólo porque las condiciones económicas sean peores o las buenas oportunidades escaseen, sino porque casi nunca se les valora la experiencia adquirida en otros países, con lo que esto puede suponer para los avances médicos: "Cuando tratas de innovar, encuentras mucha resistencia. Existe el miedo a que alguien que esté por debajo te pueda hacer sombra, por eso te suelen decir 'aquí siempre se ha hecho así'", denuncia uno de ellos.
Más allá del dinero
Antes de que puedan realizarse falsas interpretaciones, la cirujana torácica María Rodríguez advierte que no se considera pesetera. Sabía que en Estados Unidos, donde trabajó durante dos años en el Hospital Brigham and Women’s de Boston, ganaba más dinero que en España, aunque "la vida allí también era tres veces más cara". No obstante, su motivación iba más allá de lo económico: "Tenía idealizado el sueño americano. Soñaba con irme y nunca volver", recuerda en su conversación con EL ESPAÑOL.
Aquella vez no fue la primera que pisó suelo estadounidense. Ya lo había hecho en algún que otro verano universitario, trabajando en centros de referencia en cirugía torácica. Pero no es igual estar de paso que viajar sin billete de vuelta: "Me di cuenta de que había muchas cosas que no me convencían de la sociedad americana".
Valora que tengan una élite muy bien formada. Pero la base es peor que en España. Además, el acceso a la sanidad es muy limitado. "Había gente que prefería operarse a comprarse un omeprazol porque es carísimo", destaca Rodríguez.
Las condiciones laborales también eran extremadamente duras. Con jornadas en las que llegaba a estar 48 horas sin pasar por casa. "Trabajaba mucho. Al final, la mentalidad que tienen allí es la de vivir para trabajar. Por eso da igual lo que ganes, porque no tienes tiempo para gastarlo", ironiza.
Tuvo la opción de quedarse. De hecho, fue la única de su programa de fellowship a la que le propusieron extender su estancia. Este tipo de formación en la que el médico se subespecializa en el extranjero era anecdótica hasta hace pocos años. Sin embargo, a día de hoy la falta de oportunidades en nuestro país obliga a considerar esta opción como una salida al mercado laboral (aunque realmente no sea tal), tal y como apuntan desde la Sociedad Española de Cirugía Torácica.
En agosto de 2018, regresó a España porque apareció la oferta de la Clínica Universidad de Navarra, al igual que le sucedió a sus compañeros Antonio Arenas y Juan Prieto. En su caso, desconoce qué hubiera ocurrido de no haber tenido aquella alternativa: "Si la otra opción era un mal contrato de guardias o un puesto donde no hubiera podido crecer personal y profesionalmente, a lo mejor me hubiera quedado", sospecha.
El arrepentimiento por volver
Rodríguez tampoco sabe cómo habría 'sobrevivido' a la experiencia norteamericana sin la ayuda de su marido, quien no podía trabajar porque el visado se lo dieron a ella. En una situación opuesta se encontró Juan Prieto, especialista en Traumatología y cirugía de cadera. Tras realizar los últimos tres meses de su especialidad en Lyon (Francia), su mujer (odontóloga de profesión) fue capaz de encontrar trabajo en el país vecino. Él tuvo que esperar hasta ocho meses.
Con empleo ambos y ganas de emigrar desde que terminaron la formación universitaria, todo era coser y cantar. "Realmente, en Francia vivíamos mejor, con más calidad de vida, capacidad de ahorro y compatibilidad con la familia", relata a este periódico, "en Madrid, en cambio, lo poco que ganas te lo gastas en lo caro que es el tren de vida aquí".
Confiesa que les costó rehacer las maletas tras cinco años y medio en el extranjero: "Los dos primeros años hubo muchísimo arrepentimiento por haber vuelto". No obstante, Prieto cree que en Francia no hubiera progresado tanto desde el punto de vista profesional como lo está haciendo ahora en España.
"Quedarse en un país extranjero a trabajar como médico no es igual que como con otras profesiones". Quien habla en esta ocasión es el doctor Antonio Arenas. Su inquietud por ver cómo se trabaja fuera de España le ha llevado a estar cuatro años repartidos entre Suiza y Australia. En este último se dio cuenta de que hacer carrera en el extranjero tal vez no merece la pena para mucha gente por la inversión de tiempo y de dinero que supone. "Son unos años de volver atrás", apunta.
Cuáles son las diferencias
También influyó en su regreso tener a la familia y los amigos a más de 15.000 kilómetros de distancia. Aunque hay veces en las que las relaciones personales son precisamente el motivo por el que alguien se queda en un país que no es el suyo, como le sucedió a Esperanza Domingo. Esta médica en Atención Primaria ha ejercido en Berlín (Alemania) durante 15 años. Este largo periplo llegó a su final en diciembre de 2022, mezcla del hartazgo de vivir en una sociedad en la que no terminó de encontrar su lugar y la avanzada edad de sus padres.
De quienes participan en este reportaje, Domingo tal vez sea a la que más le ha impactado la diferencia: "Es cierto que en España hay más compañerismo. Pero también vemos a muchos más pacientes y se acude a consulta por todo", cuenta la granadina tras sus primeros meses en un centro de salud, donde acumula contratos temporales. "Esta inestabilidad laboral no la tienes en Alemania", apostilla.
Por su parte, Arenas echa en falta el trabajo intelectual de la investigación que justifique la práctica clínica: "Es lo que mantiene motivado a un médico". "En este país, cuesta encontrar un entorno privilegiado para trabajar, porque perdemos mucho tiempo en cuestiones que no tienen relación con la medicina: como las tareas administrativas para recetas, informes, etcétera", añade Prieto. Este cirujano ortopédico considera que en sus cinco años en Francia ha operado más de lo que se opera por norma general en toda una carrera profesional en España.
Una puerta sin cerrar
A las trabas para volver se suman que en algunos casos no se valore el camino recorrido fuera, como le ocurrió a la propia Rodríguez. Esta se presentó a una oposición en Galicia. Y su sorpresa llegó cuando al presentar el certificado de la Sociedad Americana de Cirugía Robótica (es la única europea que lo ha obtenido) le comunicaron que no iba a puntuar.
Este desequilibrio entre los médicos que huyen y los que regresan provoca una pérdida de talento formado y costeado por nuestro país. Como incide la propia Rodríguez, formar a un MIR en España cuesta al sistema entre 200.000 y 250.000 euros. Quienes tienen la oportunidad de volver se vanaglorian de que pueden aportar un elemento diferenciador, como el que supone la experiencia en el exterior.
Sin embargo, las malas condiciones económicas, el temor a la innovación o la burocracia hacen que encontrar un médico español retornado sea como buscar una aguja en un pajar. "A día de hoy, hay que cambiar mucho para que un médico que esté en el extranjero se plantee volver", sentencia Arenas, quien no se plantea por el momento volver a marchar. "Pero no cierro la puerta".