No han pasado ni tres días desde que se conociera que el rey Carlos III de Inglaterra padece cáncer y ya ha habido quien ha recordado su defensa a ultranza de la homeopatía. "¿Se pondrá en manos de su jefe médico o de un oncólogo?", ironizaba el investigador y divulgador científico José Miguel Mulet en su cuenta de X (antes Twitter) acerca del tratamiento que seguiría el monarca.
Pese a que el Palacio de Buckingham comunicó la noticia en un escueto comunicado (en el que ni tan siquiera hizo público el tipo de cáncer), todo parece indicar que Carlos III recibirá tratamiento en un hospital y no se dejará guiar por el citado jefe médico de la Casa Real, el doctor Michael Dixon.
Este último se convirtió a la homeopatía después de invitar a una curandera cristiana a su consulta. Tal y como informó The Sunday Times, su método consistió en poner las manos cerca del paciente y moverlas muy despacio por todo el cuerpo.
[La homeopatía se bate en retirada en Europa mientras sigue en el limbo en España]
Esta experiencia le hizo cambiar a Dixon su visión de la medicina. Tanto es así que cofundó el Colegio de Medicina en el año 2010. El médico británico dirigió esta organización que promueve la medicina alternativa hasta que Carlos III le nombró recientemente como jefe médico de la Casa Real británica.
Una creencia con historia
Que alguien como Dixon haya alcanzado un puesto como éste se explica por dos motivos. Por un lado, la tradición que ha mantenido la realeza de este país con el uso de la homeopatía, una alternativa de la que todavía no se ha demostrado su presunta eficacia.
"En la familia real británica la homeopatía está presente desde hace unos 200 años", explica Emilio Molina, vocal de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), a EL ESPAÑOL. "Surgió con el médico Frederic Hervey Foster Quin, quien practicaba la homeopatía con nobles de la corte", añade.
Hasta entonces, los nobles británicos confiaban su estado de salud a la llamada medicina heroica. Este método consistía en un tratamiento riguroso de sangrías, purgas y sudoración con el que se buscaba provocar en el cuerpo una especie de choque dramático.
"La homeopatía generaba menos daño que la medicina heroica", apunta Molina. Esto no significa que tenga algún beneficio médicamente comprobado: "Dado que se trata de ultradiluciones en las que no hay principio activo, puede provocar daño por retraso o rechazo de tratamientos reales".
Bajo influencia esotérica
A este vínculo histórico se le suma la influencia que ha ejercido Laurens van der Post en el actual monarca. El escritor sudafricano y padrino del príncipe Guillermo convenció a Carlos III de los beneficios de las pseudoterapias. "En su caso ha ido teniendo inclinaciones esotéricas más profundas. No sólo cree en la homeopatía, sino que también ha apoyado la acupuntura, la osteopatía o la posología, entre otras", señala Molina.
¿Cómo es posible que alguien a quien se le presupone una formación exigente crea en alternativas que no tienen evidencia científica? "Cualquiera puede 'caer'", afirma el vocal de la Apetp. "No ha aprobado ninguna oposición. No tenemos por qué asumir que es una persona muy inteligente", añade Mulet en conversación con este periódico.
El divulgador recuerda las palabras de Carlos III en un Congreso Mundial del Cáncer que se celebró en Reino Unido en los años 80: "Empezó a hablar de que había que darle la oportunidad a las terapias alternativas".
Tras aquel discurso, uno de los médicos reconoció que él había llegado a su puesto después de muchos años de estudio, mientras que Carlos III lo había hecho por accidente de nacimiento. "Me creo más lo que diga un médico sobre cáncer que lo que diga Carlos III. La pregunta será si él va a confiar en la homeopatía para curar su cáncer", critica Mulet.
Disidentes con represalias
Uno de los motivos por los que tienen tanto éxito las pseudociencias es el argumento de autoridad: esto es, pensar que son válidas por el hecho de que haya un médico que las respalde. "En España hay colegios médicos que tienen sección de medicina alternativa. A partir de ahí, el problema lo tienes dentro", reprocha Mulet.
De hecho, el propio Dixon estuvo trabajando casi medio siglo en el Sistema de Salud Británico (NHS, en sus siglas en inglés). Esta entidad condenó la homeopatía al ostracismo después de que en 2017 publicara una guía en la que dejaba claro a los médicos de cabecera que no debía ser prescrita.
Esta prohibición no impidió que Dixon se convirtiera en el jefe médico de la Casa Real. El nombramiento no estuvo exento de polémica. Tanto fue así, que el Palacio de Buckingham tuvo que emitir un comunicado en su defensa: "El doctor Dixon no cree que la homeopatía pueda curar el cáncer. Su postura es que las terapias complementarias pueden coexistir con los tratamientos convencionales".
Uno de los más críticos fue el profesor emérito de la Universidad de Exeter, Edzar Ernst, quien declaró entonces a The Guardian que aunque el rey puede nombrar a cualquiera, en el ámbito de la atención sanitaria, a menudo favorece a personas que promueven terapias dudosas.
"Ernst ha sido uno de los mayores detractores de Carlos III por su deriva pseudocientífica", indica Molina. "Para acabar con su carrera le acusaron de haber difundido información interna de la universidad. Aunque finalmente no quedó en nada, ya lo habían condenado al ostracismo", prosigue.
Difundir mensajes muy peligrosos
El nombramiento de Dixon no deja de ser una tradición heredada dentro de la Casa Real británica. Y es que uno de los médicos de la reina Isabel II fue el homeópata Peter Fisher. La duquesa de Sussex, Meghan Markle, también ha llegado a promocionar un producto homeopático.
Los dos expertos consultados por este periódico entienden que el reinado de Carlos III puede servir para promocionar una terapia que no tiene ninguna base científica. Eso sí, como señala Mulet, parece que la homeopatía ya está pasando de moda: "Basta con ver los catálogos de muchas empresas homeopáticas. Cada vez están intentando meterse más en cuestiones como los suplementos naturales o los probióticos".
Al divulgador le preocupa más el papel que puedan jugar los influencers. "Ahora mismo, YouTube e Instagram son un territorio comanche donde se están difundiendo mensajes muy peligrosos", sentencia.