Era uno de sus primeros días en Broadmoor. A este hospital psiquiátrico iban a parar los criminales más temidos. Esos que muchos tildarían de lo peorcito de la sociedad. Asesinos en serie, violadores, pedófilos, pirómanos... Todos tenían cabida entre las cuatro paredes de Broadmoor. En la reunión de la mañana, los médicos repartían los casos. El nuevo había solicitado terapia. Estaba ahí por haber asesinado a tres hombres. Al primero le había cortado la cabeza. "No me atrevía a hablar, porque era la novata", recuerda Gwen Adshead.
Al final se atrevió a levantar la mano. Fue así como se puso cara a cara con Tony, un paciente que cambiaría todos sus esquemas sobre lo criminal. El que la convertiría en una de las mayores especialistas en rehabilitación y atención psiquiátrica de personas convictas.
Gwen Adshead es psiquiatra forense y psicoterapeuta. Es doctora honoris causa por la Facultad de Medicina del Hospital Saint George y máster en Derecho y Ética médica. Tiene el honor de haber recibido en 2013 la medalla presidencial del Royal College of Psychiatrists. Durante décadas, ha ejercido su oficio en instituciones penitenciarias y hospitales de máxima seguridad.
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Fruto de ello, nace El demonio que hay en ti (Alianza Editorial), un libro coescrito junto a la periodista Eileen Horne, con el que pretende hacernos comprender que cualquiera de nosotros podemos acabar teniendo un cara a cara con ella. Cualquiera de nosotros, sin darnos cuenta, podemos acabar siendo Tony.
"En este mundo tan bello y problemático a la vez, necesitamos encontrar nuevas vías de comprender aquello que más tenemos, de empezar a reconocer que nos parecemos más de lo que creemos a aquellos que tememos", dice Adshead en su entrevista con EL ESPAÑOL.
La psiquiatra explica que todos tenemos un candado de bicicleta reprimiendo el demonio que hay dentro de nosotros. Los primeros números de la combinación los componen factores como el sexo —los hombres son más tendentes a los crímenes violentos—, experiencias traumáticas en el pasado, ambientes de pobreza, drogas, abuso de alcohol, etc. Pero el último dígito es una incógnita. ¿Qué hace estallar a un ser humano? Adshead se ha pasado su carrera buscando respuestas.
El momento que lo cambia todo
"La metáfora de un candado con combinación, en el que ciertos números o factores de riesgo deben alinearse para liberar la violencia. Es muy útil porque nos recuerda que no hay una única razón para la crueldad humana", describe la experta.
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"Un varón joven que ha sufrido pobreza, adicción, abandono, aislamiento social y malos tratos puede ser más propenso a hacer daño a otros, pero, incluso así, no todos los de este grupo actuarán. El número final que abre la cerradura es único y personal. También es impredecible", prosigue.
El padre de Tony era un hombre violento. Abusaba físicamente tanto de su mujer como de sus hijos. En este ambiente, siendo muy jovencito, se vio obligado a huir de casa. Encontró trabajo en un restaurante en Londres y descubrió un nuevo mundo en la noche de la ciudad. Uno repleto de sexo, drogas y rock and roll en locales de ambiente. Tony sumaba y sumaba dígitos en su combinación.
El último número se abrió por el dilema moral que le generaba tener una relación sentimental homosexual. El clima hostil y homófobo creado por su padre fue su perdición.
"Hay hombres que no pueden admitir que son vulnerables porque les resulta vergonzoso. Ese sentimiento de vergüenza puede convertirlos en peligrosos", describe Adshead.
La respuesta encaja con la historia de Tony, pero viene a colación de por qué los hombres cometen más violencia que las mujeres. Como en toda la charla, la psiquiatra aclara que no hay una ley universal que lo explique. Lo más probable es que "los hombres violentos identifiquen que lo masculino implica denigrar la vulnerabilidad y establecer la fuerza y el dominio menospreciando y causando sufrimiento a los demás". Además, añade: "Las mujeres suelen tener la mecha más larga".
Ojo, que entre las 12 historias que cuenta en el libro, también hay cabida para mujeres. Está Kezia, una joven con problemas mentales que apuñaló 17 veces a su enfermero por creer que era el demonio. También Zahra, condenada por prender fuego a un edificio. Otra es Sharon, doliente de una enfermedad de actualidad, el síndrome de Münchhausen por poderes.
Todas estas historias están contadas, como explican las autoras, desde una mirada compasiva a la crueldad humana. "Hay casos que describimos en el libro en los que la persona podría ser clasificada como psicópata, pero parte del objetivo de la obra es comunicar sobre la realidad y la complejidad de los diferentes estados mentales y cuestionar algunos mitos poco útiles sobre etiquetas y diagnósticos", aclaran Adshead y Horne.
Sobre pedófilos y psicópatas
La etiqueta pedófilo, por ejemplo, supone un problema para la psiquiatra. En el libro hay un caso, el de Ian, condenado por abusar sexualmente de sus dos hijos. Su historia termina con su suicidio. Cuando esta periodista pregunta si Ian es un enfermo o un demonio, surge una respuesta que merece la pena reproducir íntegra:
-Este tipo de divisiones binarias no me parecen útiles. ¿Dónde nos llevan? Muchos pedófilos sienten deseo sexual por los niños, pero nunca actúan en consecuencia. Y, como se comenta en la historia de Ian, muchos agresores sexuales de menores no son pedófilos. Es otro ejemplo de que las etiquetas no son nada útiles.
Un hombre que tiene fantasías sexuales con sus hijos es estadísticamente inusual. Ian no es un demonio, pero podría decirse que tiene un trastorno del deseo y de las relaciones con los demás. Enmarcar el problema como un "trastorno" del pensamiento y las emociones nos permite pensar en intervenciones que podrían cambiar las cosas a mejor o "reordenarlas". Una vez más, demonizar o convertir en monstruos a otras personas no sirve de nada. Hay un antiguo dicho cristiano que dice que los "demonios" no son más que malos pensamientos con los que hay que luchar y que se pueden dominar. He visto cómo personas como Ian pueden recibir un tratamiento que marca la diferencia.
Adshead tampoco se muestra muy de acuerdo con eso del psicópata. Al menos, con el concepto que tenemos todos en mente: "En mi opinión, hay un subgrupo de autores de actos violentos que encajan en la categoría de psicópata, pero no son comunes. Aproximadamente, el 25, 30% de los autores de actos violentos. Tampoco encajan en los estereotipos de ser encantadores, endiabladamente astutos e inteligentes". "Nunca he conocido a un psicópata que se pareciera al maravilloso Javier Bardem en No es país para viejos", bromea.
El demonio que hay en ti
Dicho estoy y leyendo el libro, la pregunta es obvia: ¿tenemos más en común con Ted Bundy o Charles Manson de lo que pensamos? La respuesta de la psiquiatra invita a la reflexión:
-Sí y no. Aunque la televisión y el cine nos quieran hacer creer lo contrario, los asesinatos con violencia son en realidad muy poco frecuentes. La mayoría de la gente nunca lo hará, aunque tenga algunos rasgos de personalidad antisocial. Es importante recordar que, incluso si se dan estos elementos en la personalidad, pueden ser amortiguados o neutralizados también por otros prosociales.
Casi nadie cometerá nunca actos de violencia como los de Bundy o Manson. Los asesinos en serie son una especie en vías de extinción. Creo que es interesante que todavía estemos haciendo referencia a estos hombres, cuyos crímenes fueron hace mucho tiempo. Eso es porque las tasas de violencia (especialmente la violencia extrema, como la de ellos) han disminuido constantemente en el mundo desde la década de 1970.
Quizá la idea que nos hemos conformado del mundo del crimen viene predeterminada por el ahora alabado género del True Crime. Esto es otro asunto que merece reflexión. ¿Qué se esconde detrás de la fascinación por el mundo del crimen? Adshead enumera varias razones. La primera, "nos fascinan los sucesos raros que dan miedo". La segunda, "vivimos en un entorno de información incesante que nos hace sentir curiosidad por nuestros semejantes. Ojo a la tercera: "Tal vez esa fascinación esté ahí porque todos nos preguntamos si tenemos la capacidad de hacer algo horrible; la respuesta probablemente sea sí".