El alzhéimer se vuelve más prevalente con la edad. A partir de los 85 años, casi la mitad de la población tiene un principio de esta enfermedad neurodegenerativa. En mayores de 65, los diagnósticos se duplican cada cinco años. No obstante, el envejecimiento no es el único factor determinante, como ha demostrado un análisis sobre textos clásicos de salud que fueron escritos entre los siglos VIII a.C. y III d.C.
Un grupo de investigadores ha comprobado que apenas existen referencias al deterioro cognitivo en personas mayores en la antigua Grecia y Roma. Tal vez habrá quien entienda que se debe a que la población vivía menos que ahora. Pero lo cierto es que en aquella época, según algunas estimaciones, la esperanza de vida rondaba los 70 años.
Se cree incluso que Hipócrates, el padre de la medicina, vivió entre los 80 y los 90 años. Por tanto, la edad no parece ser el motivo por el que los antiguos griegos y romanos 'escaparon' al alzhéimer. "Aunque las encontramos, los antiguos griegos hacían muy pocas menciones a algo que pudiéramos definir como deterioro cognitivo leve", afirma Caleb Finch, profesor de la Facultad de Gerontología Leonard David de la Universidad del Sur de California (Estados Unidos) y principal autor del estudio.
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"En el caso de los romanos, hallamos al menos cuatro afirmaciones que sugieren casos raros de demancia avanzada", prosigue Finch. "No podemos decir si era alzhéimer, pero sí que demuestra una progresión desde los antiguos griegos hasta los romanos". En la época de Aristóteles e Hipócrates, sólo unos pocos textos mencionan síntomas que podría indicar una fase temprana de la enfermedad de Alzheimer. Aunque no se aluden a pérdidas importantes de memoria.
La exposición al plomo
En la antigua Roma, ni siquiera Marco Tulio Cicerón hace referencia a la pérdida de memoria en su tratado Sobre la vejez. El médico Claudio Galeno advierte que a los 80 años hay algunas personas mayores que tienen dificultades para aprender cosas nuevas. Aun así, el primer caso avanzado lo describió el escritor romano Plinio el Viejo, señalando al senador Valerio Mesala Corvino, a quien le reprocha que olvidó su nombre con la edad.
Los autores sospechan que la contaminación atmosférica y la exposición al plomo podría explicar por qué los casos de alzhéimer aumentaron en Roma, en comparación con Grecia. Sabemos que los aristócratas romanos no sólo utilizaban vasijas de plomo, sino que también las tuberías de agua estaban hechas de este material.
De hecho, al vino le añadían acetato de plomo para endulzarlo. Esta exposición podría ser la principal causante de los pocos casos que se dieron en la antigua Roma. Y es que, como prueba este estudio publicado en la revista Journal of Alzheimer's Disease, una menor exposición al plomo reduce la prevalencia de la demencia.
Finch también especula con la idea de que a medida que las ciudades romanas empezaron a tener más población, la contaminación aumentó, y esto hizo que se incrementaran los casos de deterioro cognitivo. De todos modos, los antiguos griegos entendían que el envejecimiento solía traer consigo problemas de memoria que se clasificarían actualmente como deterioro cognitivo leve. El primer caso de lo que hoy se conoce como alzhéimer no se identificó hasta hace 'sólo' 115 años.
El papel del entorno
La investigación refuerza la idea de que el alzhéimer es una enfermedad en la que desempeña un papel importante tanto el estilo de vida como el entorno. Así, un comportamiento sedentario y la exposición a la contaminación del aire actúan como posibles culpables de que el número de personas con demencia vaya a pasar de 50 a 152 millones en 2050, tal y como ha estimado la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En este sentido, un trabajo publicado en el año 2021 demostró hasta qué punto influyen los factores ambientales: los tsimané, una comunidad indígena que vive en la Amazonía boliviana, tienen una incidencia de demencia un 80% inferior a la de EE.UU. No obstante, como revela este artículo de EL ESPAÑOL, la prevalencia de alzhéimer y otras demencias está cayendo en los países ricos, aunque nadie sabe por qué.
La contaminación del aire también se ha convertido en otro factor de riesgo para la enfermedad del Alzheimer, como han demostrado varios estudios. Uno de ellos apunta a las partículas PM2.5, producidas por las centrales eléctricas y los motores de los coches. Así, las personas que vivían en zonas con niveles altos de PM2.5 sufrían pérdidas de memoria en mayor proporción que aquellas que residían en lugares con el aire más limpio.
Quedan pocas dudas del vínculo entre el alzhéimer y los hábitos de vida. Se calcula que hasta el 30% de los casos de esta enfermedad neurodegenerativa tiene como responsable los factores ambientales. Por tanto, si se mejoran los hábitos de vida saludable y sociales se pueden llegar a evitar todo ese porcentaje de casos. Quién sabe si se podría equiparar incluso a la incidencia de la antigua Grecia y Roma.