Se ha divulgado en los medios recientemente un estudio publicado en la revista Neurology que sugiere el posible uso de sildenafilo, comúnmente conocido como Viagra, para la prevención y el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer debido a sus posibles efectos neuroprotectores. Si bien estos hallazgos alentadores aún necesitan ser confirmados mediante más estudios clínicos, nos recuerda a la serendipia ocurrida en 1989.
En aquel año se descubrió que el sildenafilo, originalmente investigado para tratar la angina de pecho y la hipertensión, era eficaz para el tratamiento de la disfunción eréctil (DE). Este hallazgo supuso una revolución en el campo de la medicina sexual, marcando el inicio de un efectivo tratamiento oral contra la disfunción eréctil en hombres. Además, captó el interés hacia la disfunción sexual en mujeres (DSF), suscitando interrogantes sobre la posible eficacia de un fármaco vascular como la Viagra para tratar esta condición en el ámbito femenino.
La disfunción sexual femenina afecta aproximadamente al 40% de las mujeres a nivel mundial, llegando a experimentar problemas significativos que provocan angustia personal o interpersonal en un 12%. Esto representa un desafío considerable en el ámbito de la salud sexual. El trastorno abarca una variedad de problemas, incluidos la falta de deseo, trastorno de excitación, dificultades para alcanzar el orgasmo y dolor durante el coito. Esto indica la presencia de una problemática compleja que puede surgir tanto al inicio de la actividad sexual como después de un periodo de funcionamiento sexual normal.
Pero ¿cómo puede la Viagra contribuir al tratamiento de la DSF?
La investigación básica realizada en varias instituciones reveló que la respuesta genital al estímulo en la mujer incluía eventos neurohemodinámicos, con una dilatación arterial a nivel del músculo liso vaginal, del clítoris y de los labios que se asemeja a la fisiología de la erección masculina. Se ha observado en estos tejidos la presencia de la enzima fosfodiesterasa tipo 5 (PDE5), cuya inhibición por fármacos como el sildenafilo y otros similares (tadalafilo, vardenafilo, avanafilo), mejoran el flujo sanguíneo genital y potencian a lubricación y sensibilidad durante la actividad sexual.
Este enfoque podría ser beneficioso en casos de trastorno de la excitación sexual femenina y cuando estos problemos son consecuencia de afecciones como la esclerosis múltiple o la diabetes. No obstante, la diferencia que existe entre la excitación física -como el incremento de la congestión vascular en los genitales- y la excitación o deseo sexual sentido de forma subjetiva por las mujeres añade complejidad a esta teoría.
Esta discrepancia pone de relieve un punto crítico del trastorno de la función sexual femenina: su complejidad debido a la influencia de factores psicológicos, interpersonales, hormonales y neurológicos que van más allá de simples reacciones físicas.
Los ensayos clínicos que han valorado la eficacia de los iPDE5 en la Disfunción sexual femenina arrojan luces y sombras. Mientras que algunos estudios informan de mejoras modestas en aspectos como la lubricación o la dispareunia al usar sildenafilo o tadalafilo, otros destacan la ausencia de un impacto significativo en aspectos como la libido o la satisfacción orgásmica. Estas discrepancias pueden atribuirse a variaciones metodológicas entre estudios y poblaciones estudiadas (mujeres postmenopáusicas vs premenopáusicas, definiciones de DSF empleadas, medidas de resultado utilizadas, variaciones en las dosis de iPDE5).
Llegados a este punto parece que la respuesta a la pregunta del artículo es bastante pesimista respecto a su utilidad.
Sin embargo, hay un conjunto específico de pacientes que podrían beneficiarse según la investigación: las mujeres premenopáusicas con disfunciones sexuales causadas por el uso de antidepresivos, particularmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina. En este grupo, el sildenafilo ha demostrado mejorar notablemente la satisfacción sexual y la capacidad para tener orgasmos en comparación con un placebo.
Esto es alentador para aquellas mujeres que sufren simultáneamente de depresión y disfunción sexual, pues podría disminuir la interrupción temprana de la terapia antidepresiva y potenciar la efectividad del tratamiento para la depresión. Es crucial, sin embargo, que las pacientes estén informadas de que el uso de sildenafilo en mujeres aún no cuenta con la aprobación de la FDA, y que se consideren los posibles efectos secundarios, como dolor de cabeza, enrojecimiento y náuseas.
A pesar de su importancia para el bienestar general de muchas mujeres, la DSF está subrepresentada en el espacio académico en comparación con trastornos sexuales masculinos como la disfunción eréctil (DE). En mi opinión es llamativa que a pesar de que la disfunción sexual femenina y la masculina tengan una prevalencia similar, la investigación sobre en DSF ha sido menos impactante, evidenciado por un menor número de publicaciones científicas en comparación con la DE.
Parece que las investigaciones actuales se están enfocando en terapias que actúan sobre sistemas biológicos más generales que participan en la respuesta sexual femenina, en vez de solo actuar sobre la fisiología genital como es el caso de los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5. Un ejemplo es la flibanserina, que ha sido aprobada para tratar el trastorno de deseo sexual hipoactivo, así como la terapia de reemplazo hormonal para compensar niveles bajos de andrógenos, estrógenos o progesterona. Este enfoque subraya un reconocimiento creciente de que para tratar eficazmente la DSF es necesario implementar intervenciones que aborden sus complejas dimensiones biopsicosociales y no solamente los aspectos genitales.
Para concluir, aunque los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 pueden proporcionar ciertos beneficios para la disfunción sexual femenina, como mejorar la lubricación y reducir el dolor durante las relaciones sexuales gracias a un incremento del flujo sanguíneo en los genitales, su eficacia se ve limitada por la naturaleza compleja de la sexualidad de la mujer, que va más allá de la simple excitación física. Es importante que las investigaciones futuras se centren en el desarrollo de tratamientos integrales que no solo consideren los aspectos físicos, sino que también aborden las importantes dimensiones emocionales y de relación que son esenciales para la salud sexual femenina.
El doctor Miguel Sánchez Encinas es jefe del Servicio de Urología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, en Móstoles (Madrid), y jefe de equipo de Urología en Hospital Ruber Internacional.