Los estudios sobre la microbiota, la comunidad de microorganismos que reside en nuestro tracto gastrointestinal, consolidan cada vez más las evidencias sobre su relación con la salud general. Aumentar la proporción de bacterias saludables en contraposición a las que proliferan con una alimentación insana -baja en fibra y rica en aditivos más carbohidratos refinados- se ha relacionado con la prevención de enfermedades metabólicas e inflamatorias, del cáncer e incluso de trastornos mentales.
No obstante, los factores que determinan la microbiota individual son enormemente complejos: abarcan desde los hábitos de vida más allá de la alimentación (con quién vivimos, por ejemplo, o si tenemos mascotas) a elementos como la genética o las circunstancias del parto (será diferente en caso de parto vaginal o por cesárea). A raíz de esto, han proliferado en los últimos años los laboratorios comerciales que ofrecen test directamente a los consumidores (DTC) para que conozcan la composición de su microbioma. Y se han producido escándalos como el de la start-up uBiome, acusada de fraude en 2021.
La idea que impulsa estos servicios es la de prevenir sobre el potencial riesgo de sufrir enfermedades específicas de los que alertaría la composición de nuestro microbioma, además de adaptar nuestro estilo de vida y dieta a lo que presuntamente nos convendría mejor. Según denuncia un equipo de investigadores dirigido por Diane Hoffman, de la Universidad de Maryland (EE.UU.), estos test carecen de validez analítica y clínica, y requieren de regulación para evitar que los consumidores sean "dañados o explotados económicamente" por el "uso inapropiado de unos resultados" que "ni ellos ni sus médicos entienden".
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El equipo de Hoffman fue seleccionado por los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE.UU. para evaluar qué test se estaban comercializando para consumidores directos, y con qué fiabilidad contaban. Detectaron 31 pruebas diferentes a la venta online, producidos por empresas que en 17 casos tenían sede en suelo estadounidense. Según determinaron, estos tests se dirigen tanto a personas saludables como a pacientes de males como la enfermedad de Crohn, el Síndrome de Intestino Irritable o la vaginosis bacteriana.
Estas empresas aseguran que sus analíticas pueden detectar las "anormalidades" en los microbiomas del organismo, advertir al usuario si se encuentra "desequilibrado", y vinculan los resultados a las potenciales enfermedades que se pueden llegar a sufrir. Ante la ausencia de mecanismos regulatorios, apunta Hoffman, esto se puede usar de forma torticera. Si los algoritmos desarrollados por la propia compañía determinan que los niveles son anómalos, lo siguiente será comercializar al cliente un plan dietético con productos también fabricados por ellos, y prescribir nuevos test.
"Cerca del 45% de las compañías que identificamos también venden suplementos nutricionales que recomiendan a los consumidores en base a los resultados de su test de microbioma", reseña el artículo. "Además, estas empresas animan a sus clientes a realizar más tests de forma repetida para determinar si estos complementos dietéticos han modificado su microbioma". Los investigadores apuntan que en algunos casos se ofrecen planes de suscripción y altas como miembros para ir recibiendo una gama de servicios y productos presuntamente personalizados.
Los autores subrayan lo 'inadecuado' de este sistema. "Los tres requisitos básicos para que una prueba cumpla los criterios de certeza y beneficio en el contexto de la salud humana son la validez analítica, la validez clínica y la utilidad clínica. Para determinar la validez analítica, se requiere establecer la tasa de falsos negativos y positivos, y en el caso del microbioma, la tasa de infravaloración o sobrevaloración de analitos en la muestra. Esto solo se puede hacer, subrayan, cuando se analiza un microorganismo específico.
En el caso de un microbiota completo, sin embargo, no hay referencias para identificar, categorizar y cuantificar correctamente todas las bacterias que puedan aparecer en una muestra. "La desinformación hace que los consumidores piensen que se trata de productos regulados, que pueden sustituir a la atención médica profesional", denuncian. "Concluimos que las agencias reguladoras deben formular requerimientos para que la industria documente y demuestre la consistencia y validez tanto de sus métodos como de los resultados que promete".