El pasado enero, un equipo español hacía historia al publicar un ensayo vanguardista en Nature Nanotechnology. Habían logrado reducir en un 90% los tumores de vejiga en ratones suministrándoles isótopos radiactivos mediante 'nanobots', partículas autopropulsadas para distribuir el fármaco por el órgano. También conocidos como 'nanosubs', su diseño es el proyecto vital del bioquímico Samuel Sánchez Ordóñez (Terrassa, 1980), investigador del Institute for Bioengineering of Catalonia (IBEC) y Premio de la Real Sociedad Española de Química a la Excelencia Innovadora.
Sánchez se doctoró en Química por la Universidad Autónoma de Barcelona, y trabajó en los Institutos Max Planck y Leibniz de Alemania antes de regresar. Es receptor de cuatro ERC Grants europeas y de la Ayuda a Equipos de Investigación de la Fundación BBVA. Pero su reto más reciente es ponerse al frente de Nanobots Therapeutics, la empresa spin-off fundada por el IBEC e ICREA con apoyo de La Caixa para convertir sus proyectos en terapias farmacológicas.
"Todo está siendo muy intenso, y eso que mis amigos dicen que yo ya soy muy intenso", bromea en conversación con EL ESPAÑOL entre una reunión y la siguiente. "Se nos va un poco de las manos, pero en el buen sentido. Los resultados avanzan, nos van dando proyectos, los clínicos están interesados, nos reunimos con las mejores empresas de fármacos... y desde enero además tengo que ser CEO de la empresa y levantar otra ronda de inversión".
¿Cómo ha ido evolucionando en estos últimos seis años el proyecto de dirigir fármacos antitumorales específicamente con 'nanobots'?
Ahora, cuando hablamos con inversores y nos preguntan "cuál es tu producto", podemos decir que tenemos cinco. Nuestra tecnología es tan versátil que podemos poner material genético, material radiactivo como en este caso, hacer quimioterapia, inmunoterapia... Esto es bueno y peligroso a la vez, porque es muy emocionante, pero hay que acordarse de mantener el foco.
¿La tecnología para encapsular y transportar los compuestos sigue siendo la misma desde los primeros ensayos?
Sí, es una cápsula recubierta con los materiales activos en su parte externa. En este último ensayo usamos una esfera porosa de sílica. Es un material inorgánico que va camino de ser aprobado por la FDA [Food and Drugs Administration, organismo regulador de EEUU]. Usamos sílica para la vejiga porque se elimina muy bien por la orina. Pero si queremos llegar al resto del cuerpo, necesitamos algo biodegradable y aprobado también por la EMA [Agencia Europea del Medicamento]. Y estamos logrando resultados iguales o mejores en laboratorio con un 'chasis' orgánico. Eso demuestra la universalidad del sistema.
¿Qué hay del 'combustible' para desplazar el nanobot? En este caso es una enzima que reacciona con la urea. ¿Qué se emplearía en otros órganos?
Tenemos un proyecto clínico para inyectar factores de crecimiento y ayudar a tratar las rodillas de deportistas. Combinando ureasa y hialuronidasa se rompen un poco las fibras de ácido hialurónico, que son una barrera biológica, y permite que los factores de crecimiento se expandan por toda la articulación. Para el ojo utilizamos también combinaciones de colagenasa con ureasa. Estamos con un proyecto del Vall d'Hebrón aprobado por la Comisión Europea para un cáncer del peritoneo, una enfermedad rara con una mucosa enorme que impide que los fármacos lleguen. Ahí utilizamos catalasa con peróxido: tiene un efecto mucolítico y se descompondrán formando burbujas de oxígeno, que hacen de transporte y tienen una penetración en el tumor buenísima.
¿Será posible controlar en algún momento el desplazamiento de estos 'nanobots' por el cuerpo, para mayor precisión?
Tenemos dos formas. La primera, con campo magnético; la segunda, cuando alcanzan el órgano, irradiándolos con luz para activarlos. Ahora estamos viendo cómo se pueden hacer inyecciones más directas, incluso en el propio tumor. Pero lo que hemos visto en este último paper es que no nos hace falta ni dirigirlos, nos permite penetrar muy bien en el cáncer de vejiga por su propia naturaleza.
¿En cuántos ensayos clínicos están trabajando en estos momentos?
El primer ensayo para el cáncer de vejiga con un pequeño grupo de pacientes debería llegar de dos a tres años. Será el momento casi del 'Valle de la Muerte' [ríe], cuando queda claro sí funciona o no. La clave ha sido la creación de la spin-off, ahora sí estamos teniendo conversaciones con los agentes regulatorios, para escalar la fabricación de la partícula y poder inyectarla en humanos... Es un momento muy bonito, porque yo cada día aprendo algo.
¿Es un gran salto pasar de investigador a gestor?
Bueno, yo ya era gestor, el salto ha sido pasar a ser emprendedor. No es lo mismo la gestión de proyectos que la de una empresa. Estoy viendo que las cosas son mucho más ágiles. Si te convocan a una reunión el viernes por la tarde-noche, no les digo nada a mi grupo, pero el lunes nos reunimos porque necesito unos resultados rápidos. En el mundo académico, no nos reuniríamos hasta la semana que viene.
La burocracia y los plazos han sido lastres históricos de la investigación en España. ¿Hemos ganado adaptabilidad y sinergias con el sector privado?
Sí, en la época en la que hice el doctorado esto hubiera sido impensable. Pero también era impensable publicar con la intensidad con la que lo estamos haciendo. Yo creo lo llevamos dentro, hay muchísimos casos de éxito. De los 22 grupos del IBEC han salido dos o tres empresas, y se está aportando mucho a nivel regional de Cataluña y estatal de España. Y ya viene impulsadores de Europa, hasta el punto de que se está creado un nuevo Consejo de Innovación. También está cambiando la actitud de los investigadores, ven que saltar a la empresa es una buena oportunidad para seguir haciendo investigación.
¿Se está abriendo el mundo académico y empresarial a la mentalidad de que invertir en investigación también es crear riqueza?
Sí, es una forma de ver que no es solo ciencia autorreferencial, ciencia por ciencia, al final hay un rédito. Muchas tesis doctorales terminan sin salida. Creo que España se está moviendo para ser competitiva, lo que nos falta es lo de siempre, inversión. Yo empezaría con las patentes, para que no se perdieran por el camino. Cuestan dinero, pero uno de los motivos para crear la spin-off fue darme cuenta de que una patente, aceptada sin un solo comentario ni una sola crítica, iba a perderse porque no había dinero. Luego vienen los cálculos. ¿Esto se va a fabricar o no tiene sentido? ¿Quién está interesado? ¿A quién se lo puedo vender?
Entra ahí en juego la parte de emprendedor de la que hablábamos antes.
Estamos en un punto intermedio. ¿A quién escucho más, a mi propia curiosidad científica o a la farma? Lo bueno es que tengo un pie en cada lado, puedo seguir haciendo las cosas que mueven la ciencia hacia delante y por otro lado las cosas exactamente como te las piden las farmacéuticas. Es interesante, intenso... ¡Y agotador! Además tienes que pensar en proyectos públicos, privados... En otros países hay fondos públicos para levantar una spin-off, aquí hemos ido con una mano delante y otras detrás para aguantar al menos un par de años.
¿Se ha notado la contribución del PERTE de Salud de Vanguardia y la mayor inversión presupuestaria en Ciencia?
Bueno, nosotros podríamos decir que estamos en situación 'desbordante', tenemos todos los proyectos que nos podían haber dado desde el Consorcio Europeo. Ahora empleamos a unas 20, 21 personas, entre ellos 10 estudiantes de doctorado. Y esto es muy bueno, porque los que ya tienen título de doctor van a tener que decidir a los dos o tres años qué van a hacer. Y esta una posible salida: al fin y al cabo, se trata también de darles trabajo. O evitar, como decíamos, lo que ocurre con las patentes. Que las ideas que salen en España y son punteras, disruptivas e innovadoras mueran en el olvido por falta de dinero.