En 2020, Finlandia restringió el uso de tratamientos farmacológicos para adolescentes trans, iniciando una reacción en cadena que está llevando a varios estados europeos a limitar su uso, empezando por los países nórdicos: Suecia, Noruega y Dinamarca lo han hecho ya. Reino Unido acaba de unirse a esta tendencia y en Italia están planteándoselo.
Se trata de un asunto delicado donde son los matices los que cuentan. Ninguno de estos países ha prohibido su uso pero sí limitado qué personas pueden acceder a ellos.
La cuestión es fondo es la escasa evidencia científica con que cuentan los especialistas para determinar quién se puede beneficiar de ellos y quién no lo hará.
Como lamenta Marcelino Gómez Balaguer, endocrinólogo experto en atención sanitaria a personas trans, "parece mentira que, 20 o 30 años después de una asistencia psicosanitaria en Europa, sigamos sin poder responder a esta pregunta".
La decisión de Reino Unido parte de un informe encargado a la pediatra Hillary Cass, que desde 2020 ha estado investigando el uso de estos tratamientos de manera pormenorizada. Sus conclusiones finales se han publicado este mismo mes y dan cuenta de la complejidad del asunto.
"Permanece una diversidad de opiniones sobre cómo tratar mejor a estos niños y jóvenes. La evidencia es débil y los clínicos nos han dicho que son incapaces de determinar con certeza alguna qué niños y jóvenes continuarán hasta tener una identidad trans duradera", reza una de las conclusiones.
Además, señalaba que el entendimiento actual del impacto a largo plazo de las intervenciones hormonales "es limitado y necesita ser comprendido mejor".
Sin embargo, recuerda que "no se puede negar que un cada vez mayor número de niños y jóvenes están buscando ayuda en el NHS [el sistema público de salud inglés] frente a la angustia relacionada con el género", y concluye: "Deberían recibir la misma calidad de la atención que otros niños jóvenes cuando experimentan esa angustia".
A finales del mes pasado, el Gobierno italiano –encabezado por la ultraderechista Giorgia Meloni– creaba una comisión de expertos para estudiar el uso de bloqueadores de la pubertad.
El ejemplo holandés
Estos fármacos se utilizan para retrasar la aparición de los caracteres sexuales secundarios: voz grave y vello facial en los hombres; mamas, voz aguda o caderas anchas en las mujeres.
Comenzaron a darse en los Países Bajos en los años 90, con la idea de que permitirían a los niños y niñas con disforia de género (malestar persistente por la falta de correspondencia entre el sexo biológico y la identidad de género; hoy en día es preferible hablar de 'incongruencia' pues puede no darse esa angustia) tiempo para explorar su identidad y decidir si avanzar hacia el tratamiento hormonal.
Mientras este último es irreversible, los bloqueadores de la pubertad no tienen efectos duraderos en el cuerpo. Unos y otros, sin embargo, pueden tener efectos secundarios.
"Estos bloqueadores se utilizaron originalmente para determinadas situaciones de pubertad precoz, con niños y niñas que empezaban antes de los 11 o 12 años", explica a EL ESPAÑOL Antonio Becerra, exdirector de la Unidad de Identidad de Género de la Comunidad de Madrid y profesor honorífico de la Universidad de Alcalá de Henares.
"Para estos tratamientos no puede haber evidencia científica sólida porque haría falta un grupo de control (que recibe un placebo para poder hacer comparaciones de eficacia y seguridad) y eso no es ético".
Becerra cuenta que "no son fármacos anodinos", y hay estudios que refieren una talla reducida a los 21 años por su uso, o, "por ejemplo, si no ha habido desarrollo del pene no habría tejido suficiente para construir una vagina".
El éxito holandés y el creciente número de niños y niñas que referían problemas con su identidad de género acabó creando un problema: el aumento de la demanda desbordó a los especialistas que optaron por utilizar los bloqueadores de una forma más o menos generalizada.
Por ejemplo, en Reino Unido se centralizaron todos los casos en la clínica Tavistock, en el oeste de Londres, que acabo viéndose colapsada por el número de peticiones. Hay jóvenes que llevan más de 5 años en lista de espera. Por ello, Hillary Cass recomendó, en su informe, cerrar la clínica y descentralizar la atención.
En Finlandia, 'pionera' en limitar los tratamientos, un estudio puso de relieve que los tratamientos no influían en el bienestar psicológico de los jóvenes. Suecia acabó recomendando la hormonación solo en casos excepcionales.
Para Becerra, "no se puede decir de un día para otro, de forma radical, que ahora se acabó". Las decisiones de los distintos países han tenido más que ver con las consecuencias de una falta de atención personalizada por un equipo multidisplicinar –endocrinos, pediatras, psicólogos y psiquiatras– que con la eficacia o no de estos fármacos.
"Situaciones enmascaradas por la disforia"
En España existen diversas unidades de identidad de género conformadas por distintos profesionales, si bien el exdirector de la madrileña apunta que se pueden estar dando este tipo de fármacos por parte médicos sin que haya un equipo multidisciplinar involucrado.
"Hay que reunir mucho tiempo para conocer el problema porque hay situaciones enmascaradas por la disforia: puede haber depresión, ansiedad, dificultades en el desarrollo de la pubertad…"
Por eso, se muestra crítico con las decisiones tomadas por estos países, pero también con las decisiones rutinarias y no especializadas. "Ni una cosa ni la otra. No se puede operar, así por las buenas, a una chica que dice sentirse chico, pero tampoco se pueden prohibir los bloqueadores".
De hecho, el modelo holandés, que sigue considerándose la referencia, sigue cuidando mucho la selección de pacientes para prescribir estos fármacos. De ahí que sus estudios (y son de los pocos que los tienen a largo plazo) muestren claros beneficios en la función psicológica y haya un porcentaje muy bajo de abandono del tratamiento.
Dos revisiones publicadas recientemente en la revista Archives of Disease in Childhood apuntaban a una falta de evidencia científica sobre el uso de bloqueadores de la pubertad y tratamientos hormonales.
Entre las conclusiones indican que no existen suficientes datos que muestren un beneficio psicológico en su uso y, en el caso de las hormonas, aunque pueden mejorar la salud psicológica
En declaraciones al Science Media Centre Nueva Zelanda, Paul Skirrow, asesor estratégico del Colegio de Psicólogos Clínicos de Nueva Zelanda, advierte de que "muchas personas asumirán que esta investigación sugiere que los bloqueadores de la pubertad y los tratamientos hormonales nunca deben ofrecerse, lo cual sería un error", y pide cautela.
Marcelino Gómez Balaguer, endocrinólogo, apunta en una dirección similar: "Que no haya evidencia en los trabajos publicados no significa que la evidencia sea en contra de su uso, al menos en estos momentos".
Los profesionales dedicados a la atención a la identidad de género "seguimos trabajando lamentablemente en base a la experiencia, a la prudencia y sabiendo que, cuando la vía psico-educativa falla o no es suficiente, el uso racional e individualizado de estos fármacos puede ayudar a muchas personas a mejorar sus síntomas de disforia".
Al igual que Becerra, Gómez rechaza un uso "indiscriminado y sin ningún tipo de control" de estos fármacos y abogan por la individualización y un seguimiento dentro de equipos multidisciplinares.
"Lo que no me parece correcto es que se haya generalizado el uso por profesionales o desde equipo sin la suficiente experiencia. Se ha trivializado con este procedimiento y ahora pagarán justos por pecadores".