La investigación sobre las personas más longevas del mundo -los 'súpercentenarios', aquellos que alcanzan los 110 y 120 años de edad- ha llevado al biólogo de origen italiano Valter Longo, profesor de Gerontología en la Escuela Leonard Davis de la Universidad de California del Sur, a visitar muchas de las 'zonas azules' del mundo. Se trata de los enclaves en los que las personas viven más tiempo y con mejor salud. Sin embargo, su mayor hallazgo, confiesa, es "un lugar mágico" en las montañas del sur de Ecuador.
En ese idílico paraje se instalaron comunidades de judíos sefardíes conversos que abandonaron España para colonizar el Nuevo Mundo. Portaban consigo una mutación que no fue descrita hasta los años 50 del siglo XX. Este síndrome lleva el apellido del israelí Zvi Laron, su primer investigador, y también se conoce como Deficiencia del Receptor de la Hormona de Crecimiento. Es una causa de enanismo extremadamente rara, con solo 450 diagnósticos en todo el mundo. Y el 30% está en Ecuador.
Jaime Guevara-Aguirre, director del Instituto de Endocrinología, Metabolismo y Reproducción en Quito (Ecuador), fue el primero detectar que la región no solo contaba con una incidencia anómala, sino que los afectados revelaban otras características metabólicas asombrosas. Sufrían de obesidad sumada a su baja talla y consumían una dieta alta en grasas y procesados, pero su presión arterial era saludable, sin rastro de resistencia a la insulina o de diabetes, y ninguno había desarrollado cáncer.
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Mejor todavía: los 'larones' de más de cincuenta años no mostraban el declive cognitivo asociado a la edad que sufre el resto. "Mi desventaja está en mi talla, pero mi ventaja está en mi sangre especial", explicaba en un documental Luis Sánchez, el primer afectado que localizó Guevara en los años ochenta y que desde entonces ha sido su gran colaborador para reclutar nuevos individuos para el estudio. Ahora, con la colaboración de Longo, han descrito otra cualidad extraordinaria: pese a su dieta hipercalórica y grasa, son resistentes a la enfermedad cardiovascular.
"El Dr. Guevara y yo hemos demostrado que tienen una incidencia muy baja de cáncer y diabetes, y muestran menos declive cognitivo y mejor memoria que otras personas de su misma edad", explica Longo a EL ESPAÑOL. "Sin embargo, muchos pensaban que tendrían que sufrir más enfermedades cardiovasculares. Ahora hemos demostrado que sus marcadores de riesgo cardíaco son de normales a bajos". El trabajo firmado por ambos se publica ahora en la revista Med.
El motivo por el que los 'larones' ven truncado su crecimiento no radica en un déficit de hormona del crecimiento, ya que sus niveles en sangre son similares a los de una persona sana. El defecto se produce en los receptores de la hormona en el hígado, que impiden al organismo aprovecharla eficientemente. Esto, que supone un grave trastorno en el desarrollo durante la infancia, parece tener un efecto protector a largo plazo. Los ratones editados genéticamente para sufrir la mutación viven hasta un 40% más en laboratorio.
Los participantes en el estudio, afirma Longo, son una transposición humana natural de estas condiciones. Gracias al trabajo de los últimos 20 años, han reclutado a 51 individuos. 24 de ellos han sido diagnosticados con el síndrome y presentan sus particulares características; los otros 27 son familiares cercanos, que sirven como grupo de control al tener una genética y estilo de vida similar. Los ensayos clínicos tuvieron lugar tanto en Quito como en Los Ángeles, y midieron factores como la función cardiovascular, el daño arterial y los marcadores de riesgo cardíaco.
Los participantes con Deficiencia del Receptor de la Hormona de Crecimiento tenían menores niveles de azúcar en sangre, menor resistencia a la insulina y menor presión arterial. También tenían un corazón de menor tamaño y sus arterias carótidas mostraban un menor espesor, aunque las medidas de rigidez -un marcador de riesgo de aterosclerosis- eran similares en ambos grupos. Finalmente, y pese a los elevados niveles de Lipoproteínas de Baja Densidad (LDL) o 'colesterol malo', los 'larones' tenían muchas menos placas ateroscleróticas: un 7% frente a un 36%.
"Aunque se trata de una muestra pequeña de la población, en combinación con los estudios con los ratones y otros organismos, estos datos humanos nos aportan información importante sobre qué fármacos o intervenciones alimentarias que causen efectos similares pueden mejorar la salud y la longevidad", prosigue Longo. La investigación ya ha dado lugar a un fármaco inyectable contra la acromegalia, explica, y está en desarrollo un tratamiento oral para compensar los defectos en el crecimiento provocados por el síndrome de Laron.
El drama oculto de los 'larones'
La historia podría terminar en tono idílico: pese a ser menudos y rechonchos, los 'larones' pueden comer a placer -carnes rojas, grasas saturadas, ultraprocesados- sin sufrir efectos adversos. La mutación que poseen, además, les garantizaría disfrutar de sus ventajas genéticas hasta una edad avanzada, ya que presentan rasgos de un envejecimiento más lento. Pero la realidad es muy diferente: la vida de estas personas no es sencilla en absoluto.
Por su pequeño tamaño -entre un metro y 1'50- y los particulares rasgos faciales causados por el defecto de desarrollo, los 'larones' sufren discriminación social y tienen grandes dificultades para encontrar empleo. Eso deriva en una elevada tasa de alcoholismo, depresión y suicidio que ha hecho imposible comprobar si el aumento de longevidad observado en ratones se da en la vida real. "Si sus condiciones socioeconómicas fueran adecuadas", lamenta Longo, "les iría mucho, muchísimo mejor".