Los payasos de hospital en España están tristes. Aunque parezca un oxímoron, quienes se dedican a esta profesión que busca transformar el dolor en risa han decidido integrarse en una federación de ámbito nacional para reivindicar su integración completa en el sistema sanitario.
"Mi misión es que la generación de los pequeños de hoy pueda aspirar a trabajar como payaso de hospital, sin que sea algo extraordinario y tan difícil como es hoy", señala a EL ESPAÑOL Verónica Macedo, fundadora de Saniclown. Esta asociación, presente en cuatro hospitales públicos de Madrid, se ha unido a Pallapupas, Payasospital, Pupaclown y Sonrisa Médica para fundar la Federación Española de Payasos de Hospital.
Macedo advierte que trabajan codo con codo con el personal sanitario pero la retribución económica es bien distinta: "En nuestro caso, por ejemplo, dependemos de las ayudas anuales que recibimos. Y si un año no te llega, tienes que despedir a tus payasos".
Desde la FEPH no son capaces de ofrecer una cuantía exacta del dinero que percibe un payaso de hospital, ya que varía en función de la comunidad y de la asociación para la que se trabaje. Macedo intenta que los payasos contratados por Saniclown cobren lo mismo que un profesor de clases extraescolares, profesión a la que ella se dedicó anteriormente. "Son salarios muy bajos, de pluriempleo. No estamos cobrando como un terapeuta, como deberíamos".
"Estamos más cerca. Pero sigue siendo difícil", responde Angie Rosales, fundadora de Pallapupas, cuando se le pregunta si se puede vivir únicamente como payaso de hospital en España. "No ayuda que seamos el niño pequeño dentro del arte dramático y que no gocemos de buena fama. Es una palabra que se utiliza como insulto". Aun así, cree que hace 20 años nadie se hubiera imaginado que un payaso hubiera entrado en un quirófano.
Pepa Astillero, por su parte, confiesa que desde que cofundó en 1998 Pupaclown, la asociación que desarrolla su trabajo en el Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, luchó por que fueran profesionales remunerados: "Si el payaso está feliz, su felicidad la lleva al hospital". Considera que han tenido suerte porque perciben una subvención anual de la administración local. "Estamos bien, pero no como para tirar cohetes".
La enfermedad como trabajo
Para evitar que los payasos "se quemen emocionalmente", Astillero ha impuesto un fijo semanal: no trabajar en el hospital más de tres días. "Hay que entender que nuestro trabajo es la enfermedad, por lo que vivimos situaciones que a nivel anímico son muy fuertes".
De hecho, en ocasiones resulta difícil comprender cómo se puede intentar sacar una sonrisa. Éste fue uno de los aspectos que más le llamó la atención a Rosales cuando comenzó a trabajar como payaso de hospital hace 25 años: "Me impactó que el humor tenía cabida en un espacio de dolor. Ahora se habla de salud mental, pero en aquella época primaba la clínica, el diagnóstico y la medicación".
Antes de fundar Pallapupas en Cataluña, Rosales formó parte del equipo de Sonrisa Médica, la entidad pionera en España de payasos de hospital. Su origen se remonta al año 1994 y se debe al deseo de una niña mallorquina, Laura. Sus padres acudieron con ella al Instituto Gustave Roussy en Francia para tratar el tumor que padecía.
Su sorpresa fue ver en el centro oncológico francés un grupo de payasos que visitaba a los niños enfermos. "Los adoraba tanto que cuando se estaba despertando tras la intervención decía 'despertadme sólo si vienen los payasos'", relata Daniel Ginebroza, director artístico en Sonrisa Médica.
Al no encontrar un tratamiento para el tumor, les recomiendan regresar a la isla. Aunque Laura se niega porque "allí no hay payasos". Los padres, dispuestos a lo que hiciera falta por que sí los hubiera, pusieron en marcha esta organización hace justo 30 años. La novedad entonces era tal que su único referente era una cinta grabada que había grabado el padre de Laura en Francia y que revisaban "una y otra vez".
En ella, se podían ver payasos "con la cara muy pintada". "Ahora, la vestimenta está más alejada del payaso Micolor. Nosotros, por ejemplo, sí que llevamos una nariz puesta, pero hay organizaciones que no llevan porque el payaso es una actitud más que un vestuario", explica Ginebroza.
La labor de Sonrisa Médica durante estas tres últimas décadas se ha visto recompensada recientemente por "una histórica decisión". El Parlamento de las Islas Baleares aprobó a finales del pasado año una PNL para integrar a los payasos hospitalarios en el sistema sanitario. "El personal sanitario me pedía últimamente que estuviéramos absolutamente integrados, estando presentes todos los días", asegura Ginebroza.
"Payasos, lo que faltaba"
Aunque Sonrisa Médica fue la primera, el primer payaso español de hospital no ha formado parte de esta asociación. En la década de los años 90, Sergio Claramunt se marchó a París para finalizar sus estudios de arte dramático. Algunos de sus compañeros de clase le dijeron que en Le Rire Médecin (La risa médica, en español) "estaban buscando gente". Se presentó al casting y le cogieron. "Soy el primer payaso español, pero fuera de España", presume en conversación con este periódico.
Claramunt se enamoró de esta profesión. Y pese a que "se paga mejor y tiene un mayor apoyo" en el país galo, quería regresar a España. A su vuelta, fundó Payasospital, la ONG valenciana que ha atendido a casi 350.000 niños hospitalizados desde 1997.
Aunque la cifra avala su decisión, el comienzo no fue nada fácil. El personal sanitario se mostraba escéptico: "Nos decían 'uf, payasos, lo que nos faltaba encima'". Con el tiempo sí que se dieron cuenta de la importancia de este trabajo que se centra en la parte emocional de la recuperación.
Los propios profesionales reconocen que aún faltan estudios de gran alcance que demuestren que el payaso sanitario tiene un impacto positivo en la salud. No obstante, aquellos trabajos que se han realizado muestran una reducción de la ansiedad y el estrés. Claramunt cree que, además de generar una mayor evidencia, también falta voluntad política: "Si hay recortes en sanidad, ¿qué opinarán de 'unos payasitos que van al hospital a hacer gracia'?".
En este sentido, Rosales considera que la profesionalización de este oficio evitaría que los que los tienen que incorporarlos en los hospitales tengan el temor de verlos como unos ruidosos, desubicados y andrajosos. "Somos profesionales con una metodología muy clara de cómo tiene que ser nuestra intervención", defiende.
Desde la federación, de hecho, han acordado un código deontológico común, con el objetivo de unificar criterios que garanticen "la profesionalidad y la calidad" de un trabajo que no está suficientemente remunerado en España: "El payaso tiene que vivir de esto. Si no, cuando llega la hipoteca y la luz a final de mes, ¿con qué se pagan?", remacha Astillero.