Los antibióticos son el segundo fármaco más cosumido solo por detrás de los analgésicos. Pertenecen al grupo de medicamentos antimicrobianos y bajo ese paraguas encontramos otras sustancias como los antifúngicos. Gracias a su desarrollo se puede combatir todo tipo de infecciones, aunque esta tarea es cada vez más difícil. La crisis que ha ocasionado la resistencia antimicrobiana ha hecho que no paren de aumentar las listas de microorganismos que ni siquiera se inmutan ante la presencia de estos remedios. Ante esta situación, The Lancet publica este jueves una serie de artículos que asegura que con medidas muy sencillas se pueden evitar cientos de miles de muertes en países de bajos y medios ingresos.
Cada año, se estima que 7,7 millones de muertes en todo el mundo son a causa de infecciones bacterianas (1 de cada 8) y 5 millones de ellas son por bacterias resistentes a estos fármacos. Raúl Rivas, catedrático de microbiología de la Universidad de Salamanca (USAL), explica que la resistencia a los antimicrobianos es una proceso natural, pero ahora "se ha acelerado" debido al uso abusivo e indiscriminado que se ha hecho de ellos, tanto en humanos como en animales. Si no se ataja el problema, habrá cada vez más personas con infecciones que no se pueden tratar y más muertes, añade.
Los investigadores que han desarrollado este trabajo sostienen que, siguiendo sus pautas pueden evitarse 750.000 muertes relacionadas con la resistencia antimicrobiana (RAM). Se trata de indicaciones sencillas pero muy eficaces, como la higiene de manos, la limpieza y esterilización periódicas de los equipos en los centros de salud, acceso al agua potable, un saneamiento eficaz y el uso de vacunas pediátricas. En este problema lo más conocido son las superbacterias, algunas de ellas tan resistentes que ni siquiera el antibiótico más potente la puede eliminar.
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Los autores desglosan las cifras y especifican que mejorar la prevención y el control de infecciones con la higiene de manos y la esterilización de equipos puede salvar casi 340.000 vidas. El acceso al agua potable y disponer de un saneamiento eficaz puede evitar hasta 248.000 muertes al año. Por último, aumentar la distribución de algunas vacunas pediátricas (contra la neumonía y la meningitis) e introducir nuevas (contra el virus respiratorio sinticial) podría salvar a más de 180.000 niños.
Bruno González-Zorn, director de la unidad de resistencia a antibióticos de la Universidad de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y asesor de la OMS, afirma que la mejor medida es evitar que estas bacterias nos lleguen a infectar. Para ello hay tomarse en serio las medidas anteriores y hace hincapié en la importancia de la vacunación, que protege contra las infecciones y reduce, así, el uso de antibióticos.
Pasos sencillos para prevenir las infecciones
Una buena higiene de manos puede prevenir hasta el 40% de las infecciones gastrointestinales, hasta el 20% de las respiratorias y el 50% de las enfermedades diarreicas, agrega Rivas. El microbiólogo insiste también en la importancia de evitar automedicarse, tomar siempre la dosis recomendada y a las horas indicadas por el por el médico y, por supuesto, no recomendar ni ceder antibióticos a otras personas.
Esta serie de investigaciones propone una serie de objetivos para 2030 con los que pretenden combatir esta situación: reducir un 10% la mortalidad por RAM, disminuir un 20% el uso inadecuado de antibióticos en humanos (evitando su uso para infecciones respiratorias leves, que no suelen necesitarlos) y rebajar un 30% en el uso inadecuado de antibióticos en animales .
González-Zorn explica que estos fármacos, si se usan en animales, debe ser solo para curarlos. En Europa es así, pero en algunos países del mundo todavía se utilizan además para engordarlos más rápido, afirma. “De nada sirve controlar su consumo en los seres humanos si se usa en animales y viceversa”. Las bacterias pueden volverse resistentes en el animal y luego pasar a los seres humanos, con la crisis sanitaria que eso podría acarrear. También puede ocurrir al revés y una persona puede contagiar un microorganismo resistente a la mascota con la que convive, por eso hay que ser extremadamente cautos, insiste el catedrático de la UCM.
Para garantizar la implementación de las medidas sugeridas por la investigación en los países de ingresos medios y bajos, es esencial adaptar cada una de ellas a cada país y desarrollar un plan de formación, desarrolla el asesor de la OMS. La Unión Europea tiene un proyecto, en el que participa González-Zorn, que trata de instruir a los gobiernos del mundo sobre la resistencia de los antibióticos desde la perspectiva de one health. Este concepto define y propone un abordaje conjunto y global de la sanidad desde la salud humana, la salud animal y el medio ambiente.
Si los antibióticos dejan de ser útiles contra las infecciones, habrá problemas graves en muchos procedimientos médicos, enfatiza Rivas, de la USAL. Por ejemplo, las intervenciones quirúrgicas, se basan en su utilización para evitar infecciones posteriores. También complicará la situación de los pacientes inmunodeprimidos o con tratamientos como la quimioterapia, que son mucho más vulnerables que el resto.
Las dificultades de fabricar antibióticos
Uno de los problemas para afrontar la RAM es que la producción de antibióticos ha dejado de ser rentable, el catedrático de la USAL. Es un proceso "largo y muy costoso" y las compañías saben que en pocos años ya habrá microorganismos resistentes a ese fármaco. El catedrático está de acuerdo con los autores de la investigación y apuesta por la colaboración público-privada para fomentar la fabricación de antimicrobianos. Esto es que las administraciones públicas den incentivos a las empresas para que continúen investigando en innovando en este campo. "Necesitamos inversión financiación e investigación".
El trabajo publicado en The Lancet es categórico: "A menos que se garantice el acceso y la asequibilidad, la carga mundial de mortalidad por infecciones bacterianas resistentes seguirá sin disminuir". A favor de esta lucha, González-Zorn asegura que luchar contra la RAM no solo evita infecciones potencialmente mortales, también reduce las listas de espera en los hospital y beneficia los presupuestos sanitarios.
Un paciente con una bacteria sensible a los tratamientos pasa una semana en el hospital. Si se trata de un microorganismo resistente está ingresado tres. Esto se traduce en una ausencia más larga de su puesto de trabajo, más consumo de recursos médicos durante la hospitalización y más tiempo de dedicación de los profesionales. "Estos métodos de prevención son realmente medidas de ahorro en vidas y económicas".