El consumo de opioides no para de crecer en España. Dentro de este grupo de drogas, el que más ha aumentado es el de los analgésicos, con o sin receta médica. El tramadol y la codeína son los más prevalentes, aunque la última Encuesta sobre Alcohol y drogas en España (EDADES), con datos de 2022, afirma que su consumo se ha reducido en los últimos años en favor del fentanilo. Esta última sustancia, empleada para tratar el dolor intenso, ha provocado una gran crisis en Estados Unidos y es la principal causa de muerte por sobredosis en las principales ciudades del país. Solo en 2022, estuvo relacionado con casi 74.000 muertes.
Para atajar esta crisis, el país norteamericano decidió establecer la naloxona como medicamento de venta libre para que los ciudadanos pudieran comprarla sin receta. Este fármaco es un antagonista opioide: bloquea y revierte sus efectos tóxicos. Se utiliza para evitar la muerte por sobredosis, ya que revierte inmediatamente la depresión del sistema nervioso central. Los expertos explican a EL ESPAÑOL cómo se utiliza la naloxona en España y si sería posible una medida como la de Estados Unidos.
En España la naloxona está disponible únicamente en centros sanitarios (hospitales, farmacias y centros de salud), explica Pedro Seijo, psiquiatra y miembro de la junta directiva de Socidrogalcohol, una sociedad científica sin ánimo de lucro. Se puede emplear mediante una inyección intravenosa o intramuscular y puede ser necesario aplicarla más de una vez, según los efectos de los opioides en el paciente, continúa. Para facilitar su uso, en Estados Unidos, salió a la venta en formato intranasal que no requiere conocimientos previos para aplicarlo.
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No solo se utiliza con el fentanilo, también se emplea para otras drogas como la heroína, la morfina o la metadona. Cuando un paciente llega inconsciente a urgencias debido a una sobredosis de opioides, se le inyecta naloxona para revertir el efecto. Incluso, ante la duda se aconseja utilizarla porque no perjudica al afectado en caso de que el diagnóstico sea otro, cuenta Seijo. Sin embargo, su utilización en el sistema de salud español no es nueva, ya se empleaba durante la crisis que causó la heroína en los años ochenta y noventa.
El otro uso que tiene, explica Ana Isabel Henche, coordinadora de la Unidad de Conductas Adictivas de Toledo, es la combinación con fármacos para salir de la adicción, en concreto con la buprenorfina. En un tratamiento de deshabituación que se utiliza en forma de pastillas para poner debajo de la lengua. De esta manera, la naloxona no tiene ningún efecto, pero se añade a la composición para evitar un mal uso del medicamento.
La buprenorfina es otro opioide, por lo que se añade el antagonista para evitar que las personas que la toman se lo inyecten para conseguir un efecto estupefaciente, desarrolla Henche. En el caso de que los pacientes emplearan el medicamento de esa manera, la naloxona impediría que obtuvieran el resultado esperado. De hecho, al tratarse de un antagonista, sentirían algo más parecido a la abstinencia, asevera la médica.
A priori, en España no sería necesaria una medida como la estadounidense porque la situación entre un país y otro no tiene nada que ver. Los analgésicos opioides ocupan el sexto lugar en consumo de drogas entre la población española, según ESTUDES 2022 y el resto de sustancias de este grupo no suponen un problema respecto a las muertes por sobredosis. En 2018, el Plan Nacional Sobre Drogas proponía repartir kits de naloxona a los consumidores de opiáceos y pacientes en tratamientos sustitutivos, para que tuvieran la herramienta en caso de sobredosis. Sin embargo, acabó por no llevarse a cabo, explica Seijo.
La heroína, por ejemplo, lleva varios años con las cifras estancadas. Es la última sustancia en consumo de los españoles en los últimos doce meses. El perfil de sus consumidores ha envejecido porque no hay casi nuevos casos de adicciones y no representan cifras alarmantes, expone el psiquiatra. Aun así, insiste, la venta libre de naloxona en formato intranasal sería una buena medida de seguridad.
El problema de los analgésicos opioides en España
Los analgésicos opioides sí escalan puestos entre las sustancias consumidas por los españoles. El perfil medio de adictos a estos fármacos son mujeres de entre 50 y 60 años sin otras adicciones. Igual que ocurre con los hipnosedantes, les afectan más a ellas que a los hombres. Muchas veces se trata de personas con traumas infantiles u otros problemas a nivel psicológico, cuenta Henche. “No se puede diferenciar muy bien si los opioides los toman para manejar el dolor, el síndrome de abstinencia o el malestar emocional”, añade.
En otros casos, el problema con estos pacientes es conseguir reducirles la dosis. Estos perfiles no han perdido el control sobre la sustancia y hacen el uso del fármaco pautado por el médico. El problema es que sufren síntomas de abstinencia cuando se les intenta disminuir la cantidad recetada, expone Henche. La médica afirma que muchas veces explicándoles qué están tomando, que se puede tratar con una reducción progresiva del opioide y al ritmo que necesiten, en definitiva, dándoles confianza, se puede conseguir esa disminución.
La experta en adicciones cuenta que en los últimos años se están tomando medidas para optimizar el uso adecuado de los analgésicos opioides y cada vez llegan menos pacientes a consultas como la suya. Los sanitarios están tomando conciencia sobre el riesgo que tienen y desde el Ministerio de Sanidad también se está elaborando un plan de buen uso de estos medicamentos, celebra la doctora. Sin embargo, hay que recordar que cualquier medicamento de este tipo puede generar adicción e insta a los pacientes a preguntar siempre.
La recomendación de Henche es evitar, dentro de lo posible, recetar los analgésicos opioides y buscar otras alternativas. Son el mejor calmante del que se dispone actualmente, amplía la doctora. Sin embargo, en un dolor crónico nos arriesgamos a tomarlos durante mucho tiempo y a dosis cada vez más altas porque aparece la tolerancia. El problema es que los pacientes llegan a consulta sin la información necesaria ni la consciencia real de la sustancia que están tomando para tratar su dolor ni de los riesgos que supone, se lamenta. La experta concluye que en casos así, si fuera necesario emplearlos (tras el fracaso de otras alternativas), lo ideal es pautarlos durante un tiempo reducido y hacer un seguimiento muy estricto del proceso.