Acérquense a sus retoños preadolescentes y entréguenles un libro titulado Sin pantallas siento y pienso mejor, que les invita a prescindir de smartphones y tablets al menos hasta los 16 años. El resultado será, como mínimo, una escena. Pero también una conversación necesaria. "Educar es muy cansado, pero también muy fácil: hay que educar con valentía", advierte su autor. Francisco Villar es psicólogo clínico infantojuvenil y habla con conocimiento de causa: desde 2013 lidera el Programa de Atención a la Conducta Suicida del Menor del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona.

¿Cómo surgió la idea de interpelar directamente a los niños y niñas para prevenirles sobre los riesgos de las redes en un libro?

Es algo que las familias venían demandando. A veces los psicólogos percibimos que nos plantean una especie de "dígaselo usted, que le hacen más caso". Lo que prentendía era dar a los padres herramientas para dar razones a sus hijos de por qué deben recibir el móvil más tarde. Puede que no acaben convencidos, pero una explicación razonada se entiende muchas veces mejor.

No es por tanto un libro para dárselo y desentenderse, sino para leer juntos en familia.

Sí, está hecho para que lo puedan leer de forma autónoma, pero leer con tu hijo siempre supone un enriquecimiento. No es un libro cerrado: se puede reflexionar sobre las ideas, plantear dudas... explicar que todo el tiempo perdido en redes impide disfrutar de otras cosas, que tu familia echa de menos tener tu atención completa. La lectura compartida es importante y aconsejable, mucho más allá del desarrollo de la competencia lectora.

Esa era precisamente una de las tesis de Michel Desmurget: no podemos pedir a los niños que suelten la pantalla y lean si no lo hacemos nosotros.

No estamos en contra de las pantallas, estamos a favor de la vida. Defendemos la posibilidad de realizar todos los aprendizajes necesarios en la adolescencia. Lo que hacemos son propuestas de vida familiar limitando la digitalización a lo que debería ser según sus creadores originales: una ayuda para liberar horas, no la trituradora de oportunidades y del ser humano que es ahora. Cuando le digas que 'no' a la pantalla, el niño acabará bajando a la calle. Y ahí estará protegiendo su visión -el ojo no madura hasta la edad adulta-, practicará el juego libre y aprenderá a gestionarse.

Desmurget hablaba también de un retroceso en el desarrollo cognitivo de los niños sobreexpuestos a las pantallas. ¿Usted lo ha observado también?

Sí, lo vemos continuamente. Y los profesores nos lo confirman: ya no pueden poner el mismo examen que hace cinco o seis años se hacía en el mismo curso, porque suspenden todos. La solución es bajar la complejidad del examen y la extensión de los textos. Y esto repercute en la consulta. Nada protege más contra el suicidio que el coeficiente verbal. La vida es una narración. Necesito tener palabras para verbalizar mi propia experiencia. Los chicos que quieren acabar con su vida tienen un discurso más pobre que hace diez años. Peor aún, la exposición a contenidos audiovisuales es aberrante. Si buscas información objetiva en TikTok sobre salud mental, en menos de 20 minutos estás en un pozo de mensajes de depresión, de autolesiones...

¿Hay una pérdida en los jóvenes de la capacidad de descifrar la información por el desplazamiento de la página escrita hacia la pantalla?

Un hecho esencial es que la lectura también genera empatía. Les estamos privando de la capacidad de generarla a través de la lectura. Tenemos a niños cuyos padres te dicen: "No, es que le cuesta mucho hablar, prefiere escribir un mensaje". Perdona, eso no es una descripción, es un diagnóstico. Si el niño no habla cara a cara, no está desarrollando las habilidades que necesita para tener una mínima calidad de vida. Esta pérdida de oportunidades se traduce en pérdida de capacidades. No es casualidad que en Silicon Valley garanticen a sus hijos una vida sin pantallas.

La Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria ha criticado que padres y madres pasen poco tiempo con sus hijos. ¿No ignora esto la problemática de la conciliación? ¿Que no es porque no quieren, sino que no pueden?

A mí no me gusta nada este planteamiento. Los padres no tienen la culpa de nada: ellos quieren los mejor para sus hijos. Lo que pasa es que nos han estado diciendo que si tú le dabas unos recursos digitales, podían ser los Baby Einstein. Ha sido una publicidad totalmente engañosa, no les ha aportado nada y e incluso les ha hecho daño. No se trata de culpar, sino de rectificar. Ahora sabemos que hay gente haciendo dinero con las oportunidades perdidas de nuestros hijos. Y bastará con hacer nuestra escuela libre de pantallas. Con los móviles, se nos dijo: "No podemos poner puertas al campo". Tres meses después, la prohibición ha sido generalizada.

El psicólogo infantojuvenil Francisco Villar (Cedida).

¿Los 'nativos digitales' son una mentira? Usan pantallas desde pequeños, pero no saben usar herramientas como procesadores o buscadores.

Claro. Ellos no están usando algo, están siendo usados. El otro día alguien me contó que pasó 15 horas del sábado viendo TikTok en el móvil. ¿Cómo podemos aceptar esas pérdidas capacitadoras para nuestros hijos? Sería aconsejable, por ejemplo, que un niño escribiera a mano: valorar cada idea, iniciar la secuencia conductual para disponer el discurso, corregir... Si tu hijo se pone agresivo si le quitas el teléfono, ¿qué más necesitas para ver que le está sentando mal? Si vas al restaurante y le das una pantalla a un niño con un añito, ¿no le estás privando de una oportunidad de aprender a gestionar la tolerancia a la frustración?

Pero antes se asumía que los niños hicieran ruido como algo natural. Ahora se exige socialmente a los padres que "los niños no molesten". 

Si te sientas en una terraza y piensas que el hijo de otro te está molestando, no entiendes que los hijos son de todos. ¿Quién se va a ocupar de nosotros el día de mañana? La vida es movimiento y ruido. A mí me da tristeza y vergüenza pasear por Barcelona y ver carteles de "prohibido jugar a la pelota". Nos volvemos individualistas. Escucho cosas como "ostras, no hay derecho a que los abuelos cuiden nietos gratis". Quieren comercializar todo lo humano. No justifico que se "explote" a los abuelos, pero llega una edad en la que si te paras te mueres. Eso, si no hay pantalla. Uno me contaba que su nieta llega a las cinco y se pone con la tablet hasta las ocho. La echa de menos, y eso que pasa en su casa tres horas al día.

¿Cómo gestionamos la paradoja de que la pantalla no debería entrar en el cuarto del niño, pero tiene que llevarla todos los días al cole?

Yo creo que el colegio va a rectificar y pedir disculpas por exigir la tablet, como lo hizo con los móviles. No olvidemos que sólo en Cataluña hay unos 350.000 alumnos entre los 12 y 16 años, 350.000 Chromebooks y 350.000 móviles. Esto es un atentado climático de primer orden. Y un colador para que vean Instagram, Youtube, incluso porno. No son elementos motivadores sino distractores. En términos de aprendizaje es mucho más potente el papel y el lápiz. No sé a qué esperamos para quitarlas todas y recuperar el aula de informática: ordenadores de torre puestos contra la pared para que el profesor vea las pantallas, dar la clase y regresar al aula.

El proyecto de ley de de protección plantea elevar a 16 años la posibilidad de acceder a las redes sociales con datos personales. ¿Es suficiente?

No es suficiente, pero yo aplaudo cada gesto que vaya en esa dirección. Que Nueva York declarase que las redes sociales son un problema de salud pública ha cambiado el mundo. Ahora límite está a los 14, pero hay influencers de 9 años. Pero si se prohíbe hasta los 16 años, se acabará con el argumento de "si no está prohibido, tan malo no será". Nadie ha puesto puertas al campo en las últimas dos décadas, mientras que ellos, y TikTok es el último ejemplo, han mejorado muchísimo la capacidad de doblegar nuestra voluntad. Lo mínimo sería aplicar el principio de prudencia: lo más razonable es protegerlos. Pero cada vez tenemos peores datos que a los clínicos nos duelen muchísimo, porque vemos familias, no números.

¿Cómo se explica que grandes estudios de cohorte, con decenas de miles de participantes, encuentren una relación 'débil' entre redes y salud mental?

Estos resultados se están volviendo a analizar, porque incluyeron todas las pantallas -incluida la televisión- y toda la infancia de forma indiferente. Con tanta información, el resultado era incierto. Pero al refinarlo sobre redes sociales y niñas, las correlaciones ya eran mucho más importantes. Se podrían hablar incluso de casualidad en casos de trastorno de la conducta alimentaria. Y como terapia, la reducción de la exposición a redes sociales mejora la satisfacción corporal. Los adultos estamos haciendo que la adolescencia sea mucho más complicada de lo que ya era. Hay que educar para la vida: decirle a tu hijo todo lo malo que implica un dispositivo móvil y después ponérselo en la mano es verdaderamente tétrico.