Hace unos días, el Ministerio de Sanidad abrió una consulta pública para reformar la ley antitabaco. Una buena noticia para todos aquellos que estamos comprometidos con la salud pública y la lucha contra esta lacra.

Creo que todos somos conscientes de que nuestro país tiene un grave problema con el tabaquismo. Así lo demuestran numerosos estudios. De hecho, la última encuesta Edades del Ministerio de Sanidad arroja datos muy preocupantes, casi uno de cada tres españoles de 14 a 65 años es fumador diario, una tasa de tabaquismo similar a la del año 2005. De hecho, recientemente el último Eurobarómetro de la Unión Europea confirma que la puerta de entrada al hábito de fumar son mayoritariamente los cigarrillos y el tabaco de liar. Esta cruda realidad debería obligarnos a tratar de encontrar soluciones.

Soluciones que deben pasar por ayudar especialmente a quienes quieren dejar de fumar y no lo consiguen. Estas soluciones deben estar basadas en la evidencia científica y no en opiniones personales ni en pensamientos excluyentes por razones preconcebidas.

Si algo nos debe unir a todos los que luchamos contra el tabaquismo es, no solo nuestro compromiso en defensa de la salud pública, sino también nuestro compromiso con la ciencia. Los médicos no opinamos a la hora de tratar a una persona, tomamos decisiones basadas en datos científicos objetivos y evaluando las mejores opciones disponibles.

En los últimos años, se han producido numerosos avances en la lucha contra el tabaquismo con la aparición de nuevos productos que tienen como denominador común la reducción de la toxicidad y numerosos países están incorporando estas herramientas en sus políticas para dejar de fumar. Entre ellos destacan Suecia, Reino Unido y Nueva Zelanda que, gracias a estas estrategias innovadoras, están reduciendo el número de fumadores a mínimos históricos.

Frente a estas experiencias internacionales, ¿qué está pasando en nuestro país? Pues que las políticas de tabaquismo, basadas en la cesación y la prevención, se han quedado obsoletas y, lejos de analizar y considerar la experiencia de estos países, estamos atacando a las nuevas herramientas, con datos parciales o sesgados, a veces incluso falsos, y no estamos dando soluciones a los fumadores que no consiguen dejarlo.

Por eso, la reforma de esta ley es una buena oportunidad para empezar a renovar las políticas de tabaquismo en España con un enfoque basado en la evidencia científica y en las experiencias internacionales, destinado a disminuir la prevalencia de fumadores y fundamentalmente a mejorar la salud de los ciudadanos.

En este sentido, confío en que, en su condición de médica y anestesista, la ministra de Sanidad, Mónica García, tenga como principio rector en la lucha contra el tabaquismo, los conocimientos científicos contrastados. Ello le permitirá poner a nuestro país entre los líderes en la lucha contra el tabaco de combustión, que es la primera causa evitable de enfermedad, invalidez y muerte prematura en el mundo.

El doctor José María García Basterrechea es especialista en Medicina Interna y en adicciones. Fue jefe de la Unidad de Desintoxicación Hospitalaria del Hospital General Universitario de Murcia y profesor de la Universidad de Murcia.