En los primeros 15 días de agosto, el calor ha matado a 1.151 personas. No tienen nombre y apellidos: es una estimación que realiza el Instituto de Salud Carlos III y su sistema de monitorización de mortalidad diaria, abreviado como MoMo.

Muchos expertos creen que este cálculo está muy por debajo de las muertes reales provocadas por el calor en nuestro país.

Por ejemplo, la aplicación MACE (Mortalidad Atribuible por Calor en España) estima que, a 12 de agosto —lleva un retraso de tres días con respecto al MoMo—, ya eran 1.195 las muertes que se podían atribuir al calor extremo.

Esta ligera diferencia va aumentando conforme ampliamos el espectro temporal. Desde el 1 de junio, MoMo calcula 1.948 muertes atribuibles al calor. MACE, en cambio, estima 2.388, casi medio millar más.

El año pasado, la diferencia fue de 1.328 muertes. En 2022 fueron 3.344 defunciones más: el MoMo había calculado 4.789 fallecimientos y MACE 8.133. Un 70% más.

"Se minusvalora el riesgo por altas temperaturas", afirmaba Dominic Royé, responsable de Ciencia de Datos de la Fundación para la Investigación del Clima (FIC) y uno de los responsables de MACE, a este periódico.

En esta entrevista reciente se mostraba aún más incisivo. "Habría que preguntarles a ellos por qué subestiman la realidad. No sé qué tipo de calor es para ellos extremo, excesivo, moderado, etc. Nadie lo entiende".

MACE no es el único modelo que supera con creces las cifras ofrecidas por el MoMo. Esta misma semana se ha publicado un estudio en Nature Medicine que calculaba las muertes atribuidas al calor en nuestro país el año pasado.

Fueron 8.352, casi el triple de lo calculado por el MoMo. El mismo equipo había publicado anteriormente un estudio sobre los fallecimientos en 2022: en total fueron 11.324, un 136% más.

"Nosotros usamos la metodología más habitual en los estudios científicos, que tienen en cuenta la dependencia no lineal entre temperatura y mortalidad y su efecto retardado", explica Marcos Quijal, investigador del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona y uno de los autores del trabajo. "La que utiliza MACE es similar a la nuestra".

A la hora de determinar la causa de la muerte no hay una etiqueta que indique "calor". Este es un factor que puede empeorar condiciones preexistentes o desencadenar crisis de salud (como la exacerbación del asma), pero el INE solo mide las causas directas, como puede ser un infarto. Es por eso que la responsabilidad del calor hay que estimarla.

Los tres métodos utilizan las mismas bases de datos: las muertes por provincia en los últimos años (saltándose 2020 por su carácter excepcional debido a la pandemia), las temperaturas medias y las características de la población (edad, sexo, etc.).

Pero el cálculo se realiza de forma distinta. Quijal cuenta que las muertes por calor no solo se producen en los días de altas temperaturas sino también en los siguientes. "En el MoMo lo han implantado en las últimas versiones", comenta el científico.

Además, la relación entre temperatura y mortalidad no es lineal. Es decir, el aumento de las temperaturas y de las muertes no van en paralelo sino que es más complejo de determinar.

Un sistema obsoleto

Royé y Quijal defienden que los métodos que utilizan en sus investigaciones son los más habituales en su campo académico. "Nosotros no hemos desarrollado un modelo: esta modelización estadística existe desde hace más o menos diez años y se está usando en todos los estudios que se publican", puntualizaba Royé al tiempo destacaba que "nadie usa" la metodología del MoMo.

El MoMo se creó en 2004 dentro del plan de acciones preventivas contra los efectos del exceso de temperaturas sobre la salud que puso en marcha el Ministerio de Sanidad tras un episodio de calor excepcional en España y Europa.

Se inscribe dentro de la actividad del Centro Nacional de Epidemiología, estructura integrada dentro del Instituto de Salud Carlos III cuya investigación se enfoca a apoyar la toma de decisiones en salud públca.

Hoy en día, dos décadas después, Quijal entiende que se ha quedado obsoleto. "Hace un tiempo, en epidemiología, se usaban otros métodos, pero ahora el más utilizado es el nuestro, una metodología conocida como distributed lag non-linear models. Se han dado avances en las metodologías estadísticas".

El ISGlobal también ha desarrollado una herramienta para emitir alertas de salud por altas temperaturas. Coincide este año con el mapa de niveles de riesgo para la salud por zonas que ha lanzado el Ministerio de Sanidad.

"Es importante dirigirnos a las poblaciones más vulnerables, como personas mayores, que en muchas ocasiones es una mujer que vive sola, o gente que trabaja expuesta a temperaturas altas".

Quijal explica que lo importante de los avisos es que las personas puedan protegerse de los efectos de las altas temperaturas de forma individual. Esa conciencia individual y otras adaptaciones han permitido evitar hasta un 80% de las muertes por calor en el último año según su trabajo: de seguir con las mismas medidas de protección que a principios de siglo, las muertes hubieran sido muchas más.

"Las personas son mucho más conscientes de los riesgos de las temperaturas altas en la salud y siempre que llegan esos episodios de ola de calor sabemos mejor qué hacer para evitar las temperaturas altas".

Pero todavía queda por hacer. "En las ciudades se está trabajando para tener espacios verdes, reducir el efecto de isla de calor, implantar refugios climáticos que ayuden a adaptarse a estas temperaturas a las personas más vulnerables..."

Cualquier medida es necesaria ante un futuro en el que es probable que las muertes en verano superen a las del invierno (tradicionalmente, el frío ha matado más) con el incremento de la temperatura media global.

"España es especialmente vulnerable al cambio climático debido a su situación geográfica, su envejecimiento y sus condiciones socioeconómicas", apunta Dominic Royé.

"Por ello, instamos a las autoridades sanitarias a desarrollar planes de acción que reduzcan la exposición a las temperaturas no óptimas por calor y frío, mejoren la vigilancia epidemiológica y la atención sanitaria y promuevan la concienciación y la educación de la ciudadanía sobre los riesgos para la salud asociados al clima".