España, en la que cada vez es más fácil conseguir plaza en una guardería o colegio y donde se empieza a notar que las ratios de las aulas van bajando progresivamente, está viviendo los primeros signos del llamado invierno demográfico, un fenómeno que preocupa a muchos niveles.

Se trata de un término que describe la situación en la que la tasa de natalidad de un país cae por debajo del nivel necesario para mantener la población estable a largo plazo. Y España, al igual que muchas otras naciones europeas, se encuentra en medio de este fenómeno.

Desde el año 2013, el número de nacimientos ha bajado un 24,1%. Una situación parecida a la que viven países como Japón o Corea del Sur; y en Europa, Italia o Grecia.

Con menos nacimientos y una mayor longevidad, la sociedad envejece y se reduce la fuerza laboral, lo que conlleva serios desafíos económicos como la sostenibilidad del sistema de pensiones, una mayor carga fiscal para la población activa menguante y un aumento de la presión sobre los servicios de salud.

A largo plazo, se reduce el crecimiento económico y merma la capacidad de innovación y competitividad del país. Un fenómeno que, en opinión de la doctora Clara Colomé, de IVI Mallorca, podría llevar “al colapso como sociedad”.

Además, con menos niños naciendo, las familias son más pequeñas y menos numerosas. Esto puede llevar a una menor red de apoyo familiar para los ancianos y a un aumento de la soledad y el aislamiento social entre las personas mayores.

Para evitar este “colapso”, cada mujer debería tener más de dos hijos para que se produzca la renovación generacional. Pero en España estamos muy por debajo, no llegamos al 1,2 por mujer (datos INE). Para Colomé, esto está íntimamente ligado al retraso en tener el primer hijo. “En España estamos desgraciadamente entre los tres primeros países con la edad de tener el primer hijo más alta. Estamos ahora mismo en 32,1 años” explica. Además, sigue subiendo. En 2023 uno de cada diez bebés fue de madre mayor de 40 años, el porcentaje más alto de toda la Unión Europea según Eurostat.

Para contrarrestar el invierno demográfico, los expertos señalan la necesidad de implementar políticas que fomenten la natalidad como, por ejemplo, la promoción efectiva de la conciliación entre la vida laboral y familiar: horarios laborales flexibles, teletrabajo, o aumento de la disponibilidad y accesibilidad de servicios de cuidado infantil.

Por otra parte, también insisten en la importancia de la concienciación sobre la importancia de la natalidad y que se conozcan más las opciones médicas disponibles para posponer la maternidad. “Me encuentro muchas veces en la consulta a mujeres que, con 38-40 años quieren ser madres y se encuentran con muchas dificultades. Se lamentan de no haber conocido antes técnicas como la vitrificación de óvulos”, comenta la doctora.

La vitrificación de óvulos es un proceso avanzado de criopreservación que permite congelar óvulos para su uso futuro. A diferencia de la congelación tradicional, que puede causar la formación de cristales de hielo dañinos, la vitrificación utiliza una rápida congelación, evitando la formación de cristales y maximizando la viabilidad de los óvulos. Es, en definitiva, una alternativa médica segura y accesible para las mujeres que contemplan la maternidad en su vida, pero sienten que aún no es el momento por razones de salud, sociales o decisión personal.

Para Colomé, “la preservación de la fertilidad -como la vitrificación de óvulos- puede ser uno de los pilares para frenar el invierno demográfico. No podemos ligarlo todo a eso, pero sí que puede dar una oportunidad mientras otros factores no se vayan modificando”.