La historia de Channing Muller, una mujer de Nueva Orleans que sufrió dos ataques cardíacos a la temprana edad de 26 años, sirve como recordatorio de que las enfermedades cardiovasculares no discriminan por edad ni por estilo de vida, ya que por aquel entonces se preparaba para su primera media maratón. Aunque la creencia general es que esta dolencia afecta principalmente a hombres mayores con factores de riesgo evidentes, la realidad es más compleja. 

Según la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA), la edad promedio para un primer infarto es de 65,6 años para los hombres y 70 para las mujeres, esto refleja cómo el riesgo aumenta significativamente con la edad y a su vez hace que la experiencia de Muller sea bastante inusual. Es así como su caso destaca la importancia de estar alerta ante signos sutiles y de actuar rápidamente, una lección que podría salvar vidas. Tal y como asevera su testimonio. Según cuenta en Parade, en 2011 experimentó síntomas atípicos de un ataque cardíaco que inicialmente no pudo asociar con una emergencia médica. 

"La primera señal que tuve fue que mi corazón empezó a latir descontroladamente. En ese momento no tenía ni la menor idea de qué pasaba, pero sabía que algo no iba bien". Su corazón empezó a latir con fuerza y su respiración se aceleró como si acabara de correr 5 kilómetros y sintió náuseas. Fue así como la taquicardia súbita y extrema, las náuseas y la pérdida de color en el rostro fueron algunas de las señales que la alertaron. 

Síntomas similares a la ansiedad

Lo cierto es que algunos estudios muestran que los síntomas de un infarto en las mujeres pueden ser diferentes y más ambiguos que en los hombres. Este tipo de investigaciones sobre dichas diferencias son relativamente recientes, ya que hasta la década de 1990 la mayoría de los estudios sobre enfermedades cardiovasculares se enfocaban principalmente en hombres. Muchas mujeres reportan fatiga extrema, malestar abdominal y mareos, signos que a menudo se confunden con condiciones más comunes como ansiedad o indigestión, que a su vez pueden llevar a un retraso en el diagnóstico y tratamiento.

La rapidez con la que Muller actuó fue crucial para su supervivencia. A pesar de su confusión inicial, la decisión de buscar atención médica fue determinante para salvar su vida. "Tenía que ir al hospital porque algo realmente no estaba bien, no era solo un ataque de ansiedad". Según un análisis, el tratamiento rápido, como la administración de terapias trombolíticas o la intervención coronaria percutánea, reduce significativamente la mortalidad en pacientes con infarto agudo de miocardio. 

Un ataque cardiaco joven sin antecedentes familiares

En el hospital, el diagnóstico sorprendió tanto a ella como a sus médicos, había sufrido un ataque al corazón. No solo era extraño por su edad, sino porque también carecía de antecedentes familiares de enfermedad cardíaca, tabaquismo o una dieta poco saludable. Entonces fue trasladada en helicóptero a una unidad de cuidados cardíacos en otro hospital, donde pruebas más exhaustivas revelaron una obstrucción del 70% de una arteria que le llega al corazón.

Además, Muller ha dejado claro que es vegetariana, un tipo de alimentación que puede tener un impacto positivo tanto en la prevención como en la posterior recuperación de ataques al corazón. Ciertos estudios sugieren que las dietas basadas en vegetales, ricas en frutas, verduras, granos integrales y legumbres, están asociadas con una reducción significativa en el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Este tipo de alimentación tiende a mejorar los niveles de colesterol, reducir la presión arterial y disminuir la inflamación​.

Sin embargo, existen otros factores menos conocidos que pueden contribuir al riesgo de infarto, por ejemplo, un estudio reveló que las mujeres jóvenes con síndrome del corazón roto (Cardiomiopatía de Takotsubo), una condición desencadenada por el estrés emocional extremo, pueden tener un mayor riesgo de sufrir eventos cardiovasculares graves. Esto sugiere que las experiencias emocionales intensas podrían haber influido en el caso de Muller, aunque ella no ha querido especificar nada al respecto.

La clave está en la rehabilitación

También sufrió un segundo ataque cinco semanas después, lo que acentuó aún más la tensión física y emocional que ya arrastraba del anterior. La obstrucción había empeorado hasta el 90%. El equipo médico le colocó un stent en la arteria para que la sangre pudiera fluir dentro y fuera del corazón a un ritmo saludable. Es entonces cuando la rehabilitación jugó un papel fundamental en su recuperación. Al principio, no podía caminar más de una manzana sin sentarse y apenas podía mantener una conversación sin quedarse sin aliento. 

Desde entonces, ha corrido ocho maratones y sigue sumando. La clave está precisamente en la rehabilitación, varias investigaciones demuestran que esta reduce el riesgo de muerte por estas causas y no solo mejora la salud cardiovascular, sino que también tiene efectos positivos en la salud mental. "Ir a rehabilitación cardíaca me ayudó a recuperar la confianza, ya que aprendí la diferencia entre 'esto es difícil porque está más allá de mi nivel físico actual' y 'esto es difícil porque algo está yendo mal de nuevo'. A partir de ahí, trabajé mucho en mi salud mental en igual medida que en mi salud física", relató a la publicación.

A medida que se recuperaba, también empezó a confiar más en su cuerpo, dándole más importancia a la actividad física, responsable de liberar endorfinas, que son conocidas por mejorar el estado de ánimo y reducir la ansiedad. Algo que fue esencial para que Muller pudiera superar el trauma generado por sus ataques. Además, el hecho de que haya corrido maratones completas es un testimonio impresionante de su recuperación. No es su caso particular, lo dice la ciencia, hay estudios que sugieren que la participación en actividades físicas de resistencia puede mejorar la función cardiovascular a largo plazo, siempre y cuando esté recomendado por un profesional.

Hoy en día, a pesar de que continúa tomando medicamentos y se somete a chequeos médicos anuales, ha logrado mantener un estilo de vida activo y saludable. Este equilibrio entre la vigilancia médica y la actividad física es esencial para minimizar el riesgo de recurrencia, como se demuestra en artículos sobre supervivientes de infartos que adoptan hábitos saludables y mantienen una monitorización médica constante.

Muller reitera en todo momento la importancia de prestar atención a los síntomas y de defenderse a sí misma en el sistema de salud. "Si sientes que algo no está bien, ve al médico. Si no te escuchan o intentan restarle importancia y no sientes que estés bien, ve a otro médico. Tenemos que defender nuestros derechos", señaló, insistiendo en como muchas mujeres tienden a minimizar sus síntomas, lo que retrasa el tratamiento y puede tener unas consecuencias fatales.