A Gonzalo Calderón le detectaron su primer cáncer sólo unos días antes de su undécimo cumpleaños. Era un linfoma no Hodgkin muy avanzado de 16 centímetros, en estadío 4b, y que, además, había generado metástasis. Pintaban bastos. Sin embargo, este burgalés hoy tiene 33 años, es médico residente en un centro de salud de Palencia y, aunque ha pasado por un total de seis cánceres, tiene una mirada positiva sobre la vida que es envidiable. "No tiene sentido vivir con miedo y no deberíamos tenerle miedo al cáncer", asegura.
Ahora bien, que te diagnostiquen cáncer es "una putada" y Calderón lo admite sin paliativos. Con el objetivo de trasladar algunas de las lecciones extraídas sobre este sobrecogedor proceso a quien acaba de ser diagnosticado con un cáncer escribió Mi guía del súper viviente oncológico. En ella, da consejos sobre cómo ha sorteado él mismo la incertidumbre, el cansancio o el tabú, entre otras cosas, que acompañan al tratamiento de un cáncer. Y saca una conclusión positiva de sus cánceres: fueron un momento para parar y ver si estaba viviendo la vida que quería.
"Si me ves, de aspecto estoy estupendo, y suficientemente bien para llevar una vida normal. Pero secuelas, hay unas cuantas", cuenta Calderón. "Tengo menos capacidad respiratoria y soy un tronco, no tengo elasticidad en los músculos. Esto lo tengo que trabajar porque me molesta, soy muy deportista. He dedicado muchas horas a la escalada y, a pesar de ello, no soy muy bueno porque tengo un handicap importante aunque no se me note". A pesar de ello, se siente agradecido porque ninguna secuela le impide hacer su vida.
La primera recuperación
Aquel linfoma no Hodgkin con el que comenzó todo lo mantuvo apartado del colegio desde quinto de Primaria hasta primero de Bachillerato. Tras un mes en el Hospital de Burgos, tuvo que ir a Barcelona para tratarse en el Hospital Vall d’Hebron donde recibió quimioterapia, radioterapia e, incluso, un trasplante de médula de su hermano. "Para evitar el rechazo del trasplante estuve un par de años en inmunosupresión y, claro, no me podía meter en una clase con tantos niños. Hacía los exámenes en casa, pero volví en primero de Bachillerato curado al colegio", recuerda.
El cáncer le dio unos años de tregua en los que decidió estudiar Medicina. ¿La experiencia de su infancia no le quitó las ganas de volver a un hospital? "Cuando pasas de pequeño un proceso como este, o le coges asco al hospital, o decides 'emular' a los profesionales que te marcaron en esos años. No conozco a nadie que sea neutral en este sentido", asegura el médico. En su caso, admite que no tenía una gran vocación por la Medicina, pero le encanta poder ayudar a la gente y, al principio, pensó que con tantos años entre hospitales entraba con ventaja en la carrera. Aunque no fue así.
Por desgracia, su segundo cáncer apareció en 2017: un mesotelioma peritoneal, un tumor muy poco habitual y que costó muchísimo diagnosticar. "Me operaron en Fuenlabrada, en Madrid, porque hay muy pocos especialistas. El peritoneo es la capa que recubre las vísceras abdominales y yo la tenía llena de tumores. Se dice rápido, pero la operación duró más de diez horas, me abrieron de arriba abajo, me quitaron los tumores como quien pela 'lo pocho' de una manzana, lo volvieron a meter todo y me dieron quimioterapia intraoperatoria", relata Calderón.
Operaciones difíciles
Salió del hospital tras una larga recuperación y pesando 47 kilogramos, "era un espíritu", enfatiza. Acabó entonces la carrera y consiguió su plaza de residente en Palencia, pero el cáncer reapareció tres meses después: era el mismo mesotelioma peritoneal, pero esta vez detrás del hígado, en una zona especialmente compleja. Después de una quimioterapia que no pudo hacer remitir el tumor, volvió al quirófano. Sin embargo, aquel día cuando llegó al aparcamiento del hospital encontró a un grupo de unas 60 personas que habían venido de muchas partes de España para darle un abrazo.
"No me lo esperaba y en ese momento pensé: 'No me importa morirme, lo he hecho todo bien'. Curiosamente, ese fue uno de los días más felices de mi vida, sólo por la gente que había ahí", dice Calderón. "La operación salió bien porque no me morí, pero no me curó. Había hecho mi trabajo de fin de grado (TFG) sobre este cáncer y sabía que la operación era lo único que lo curaba. En ese momento, pensé: lo que me quede". Sin embargo, este médico volvió a salvarse después de recibir una inmunoterapia que, sorprendentemente, redujo varios de sus tumores.
Al poco tiempo pasó por una obstrucción intestinal y le tuvieron que operar de urgencia. En esta intervención encontraron un cáncer en el interior del colon de diez centímetros y, para extraerlo, le retiraron 17 centímetros de este conducto. "No era como los anteriores, este llevaba unos años ahí", explica. Aprovechó la recuperación de esa intervención para que le extirparan un pequeño bulto que se había observado en el costado, que pensó que era un quiste inofensivo. Terminó siendo un leiomiosarcoma que hubo que retirar.
Sin miedo al cáncer
"Me vine un poco abajo cuando me enteré de que era bastante agresivo. En la operación me quitaron mucha piel, pero también músculo y me rasparon las costillas. Poco después me detecté una mancha similar en la piel y después de quitarla también vieron los médicos que era maligna", cuenta Calderón. El sexto y último tumor, otro leiomiosarcoma, se lo encontraron después de publicar la guía. "Al parecer, me están saliendo por toda la radioterapia que tuve que recibir con el primer tumor. Ahora los médicos cuando me intervienen son más conservadores. ¡Como me quiten tantos cachos cada vez que me sale uno, me quedo sin cuerpo!", exclama.
Para Calderón, su red social de apoyo, su familia y sus amigos, y pensar en positivo han sido las grandes claves para salir adelante. "La mayor parte de las cosas que nos pasan en la vida son neutrales, está bien acostumbrarse a ver las cosas buenas en ellas. Ponerles esa perspectiva para cuando sucede una que es mala. No hay que tener miedo al cáncer, si un día llega, ya te ocuparás de él entonces. Los tratamientos son mucho mejores que los que había hace tres años. Quién sabe si cuando te toque se pueda curar con un tratamiento de un mes", reflexiona Calderón.