Los premios Ig Nobel se caracterizan por reconocer la labor de quienes realizan las investigaciones más delirantes del año. Entre sus extravagantes galardonados se encuentran un profesor de Oxford que vivió como una nutria o un biólogo que se dejó picar 25 veces por abejas para comprobar en qué parte del cuerpo dolía más. Este año, sin embargo, se ha premiado un estudio con un toque de seriedad.

Su autor es el investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Saul Justin Newman, quien ha reconocido que no tuvo ninguna duda en recibir el premio. Cuando se enteró, de hecho, lo primero en lo que pensó fue en "la mujer que recogía mocos de las ballenas y la rana que levita" (antiguos galardonados, como era de esperar).

En su caso tiene más mérito porque la primera reacción que se genera al conocer su trabajo no sea tal vez la de reírse, como reza el lema de los Ig Nobel ("primero hacen reír, y luego pensar"). Y es que el científico se aventura a desmontar a sus propios compañeros con una publicación en la que asegura que la mayoría de los datos sobre longevidad de los lugares donde se concentran más centenarios son falsos.

Uno de los argumentos que esgrime el recién galardonado en el estudio, que es un prepint —es decir, falta la revisión por pares— es que la edad no se puede acreditar de forma fiable. Del 80% de las personas mayores de 110 años en el mundo (el porcentaje restante no pudo analizarlo), Newman comprobó que "casi ninguno" tenía un certificado de nacimiento. Esta falta de documentación resulta más evidente en algunos países: en Estados Unidos, de las más de 500 personas que superan los 110 años, sólo siete tienen la partida de nacimiento.

Sin certificado de defunción

Los enclaves en los que sus habitantes viven más de 100 años se conocen como 'zonas azules' desde que en 2004 otro estudio acuñara este término tras analizar a la población de Cerdeña, en la que calculaban que 1 de cada 170 personas nacidas entre 1880 y 1890 llegaron a cumplir 100 años. Para Newman, estos datos son "muy cuestionables", al igual que los de la isla de Ikaria (Grecia).

Según sus estimaciones, al menos el 72% de los centenerios griegos estaban muertos o desaparecidos. También existían casos de fraude por las pensiones con más de 9.000 centenarios que seguían cobrándola pese a que habían fallecido; por lo que "es probable que los más longevos del mundo estén muertos".

Esta realidad también se constató en Japón, considerado uno de los ejemplos a seguir en longevidad por la ciudad de Okinawa. Pues bien, en 2010 el propio gobierno nipón llevó a cabo un estudio en el que demostraba que el 82% de los mayores de 100 años en el país habían muerto. "El secreto para vivir hasta los 110 era no certificar su defunción", dice Newman, quien cree que los errores con estos datos varían según la zona.

En el caso de Okinawa, sospecha que pueden entrar en juego motivos bélicos. Esto es, si una persona fallece durante el conflicto, es probable que no quede registrada su muerte. Aunque también puede ocurrir que pase a vivir bajos las órdenes del otro bando y falseen su edad, por una confusión con el idioma.

No es la primera vez que este investigador publica un estudio que, cuando menos, genera dudas sobre las investigaciones en longevidad. En 2017, demostró que dos trabajos publicados en Nature y en Science contenían errores. En uno de ellos, si se hubiera corregido el dato incorrecto, las principales conclusiones dejaban de ser ciertas.  

A Newman le preocupa que se estén utilizando estos datos acerca de la longevidad para realizar proyecciones con las que fijar las pensiones de todo el mundo. También significa que se están destinando cantidades equivocadas de dinero a construir hospitales en los que cuidar de los mayores en el futuro. "Las primas de los seguros se basan en esto", advierte.

Más marketing que ciencia

El mal uso de las llamadas 'zonas azules' va más allá de los riesgos que menciona Newman sobre el futuro. En la actualidad ya hay quienes están sacando rédito de este concepto. "La industria del antienvejecimiento está generando miles de millones en productos que no tienen ninguna evidencia", señala a EL ESPAÑOL Salvador Macip, genetista y coautor del libro El secreto de la vida eterna.

"La etiqueta de 'zona azul' es más marketing que ciencia, y no deja de ser un concepto más dentro de la gran pelota que se está formando alrededor del envejecimiento", prosigue. "Algún día descubriremos algo que pueda beneficiar el antienvejecimiento. Pero hasta entonces, lo que hay que evitar es dejarse llevar por quienes están interesados en hacer dinero, que son los que venden este concepto, y no los científicos".

El "premio humorístico" a Newman es, según este genetista, una buena noticia porque pone en evidencia que con las 'zonas azules' se ha abusado del tema y se ha convertido en una forma de hacer negocio. Una muestra de ello es la serie documental que protagonizó el periodista estadounidense Dan Buettner, en la que recorrió las cinco comunidades que se engloban bajo este concepto: Okinawa (Japón), Cerdeña (Italia), Icaria (Grecia), California (EEUU) y Nicoya (Costa Rica).

El propio Macip estuvo en la península costarricense y es consciente de que algunos registros de edad podían no ser del todo correctos. Cuanto más atrás nos vayamos en el tiempo, las dudas serán mayores: "El récord de longevidad lo ostenta la francesa Jeanne Calment, con 122 años, y también hay quien lo discute. A partir de ahora quedará mejor registrado porque somos más rigurosos con el tema".

Aunque independientemente de la cifra que se alcance, "no hay que dudar" de que hay personas más longevas que pueden concentrarse en una región. Ahora bien, desde el punto de vista científico —no así desde el del marketing— resulta "muy difícil" delimitarlas porque "son dinámicas". En Nicoya, dice Macip, la zona se estaba diluyendo y trasladándose más hacia el norte. "No es tan fácil como nos lo quieren vender", remacha.