"Aquí, matando neuronas"; "Sólo soy una chica a la que le enloquece oler esmalte de uñas"; "No soy el único adicto a respirar el olor a pintura, ¿verdad?". Estos comentarios desenfadados en vídeos de Tik Tok fueron subidos por usuarios que aparecían inhalando los gases producidos por rotuladores marcadores, sprays y productos de higiene, gasolina y otras sustancias químicas. Los vídeos iban acompañados de una etiqueta, chroming, una práctica que ya alcanza niveles de adicción y le costó la vida a un niño de 11 años el pasado marzo en Reino Unido.

Los vídeos que han popularizado esta práctica de riesgo han llegado a suponer una auténtica crisis sanitaria en países como Estados Unidos, según ha evidenciado un trabajo presentado en el congreso anual de la Academia Americana de Pediatría. Los investigadores determinaron que millones de usuarios de TikTok han estado expuestos a vídeos en los que personas muy jóvenes inhalan productos químicos domésticos por su efecto euforizante ignorando los riesgos para la salud. En algunos casos, los protagonistas de los vídeos daban indicios de estar desarrollando una adicción.

"Al practicar chroming, los consumidores frecuentemente inhalan los gases directamente del origen", explica a EL ESPAÑOL Shruthi Krishna, del Centro Médico Infantil Cohen de Lake Cohen (Nueva York) y una de las autoras del trabajo. "Por ejemplo, llenarán una bolsa con el contenido del spray o lo inhalarán desde el propio envase para lograr un rápido "chute" de euforia. No necesitan provocar ninguna otra reacción química: las sustancias químicas se evaporan rápidamente en el aire, y son respiradas tal cual".

La investigadora recuerda que siempre se han dado incidencias de consumo de productos químicos baratos y accesibles como intoxicantes en comunidades marginalizadas de Estados Unidos. "La reaparición del chroming se relaciona con toda probabilidad con las redes sociales, ya que estas plataformas normalizan los comportamientos peligrosos mediante el humor y los memes virales. Esto hace que la inhalación de productos químicos parezca más aceptable socialmente que las drogas convencionales, en especial entre la juventud impresionable". 

Para llegar a estas conclusiones, se identificaron 109 vídeos relacionados bajo la etiqueta #chroming que habían obtenido en conjunto 25 millones de vistas. Los criterios que se seleccionaron fueron el género por el que se identificaba el creador del vídeo; su edad; el uso de memes (definidos como el uso de una coletilla en forma de frase, audio o imagen); el producto inhalado; y si la conducta era repetitiva o no. La primera de las conclusiones es que más de la mitad de estos usuarios subían vídeos de chroming en repetidas ocasiones, un indicio de adicción. 

La clasificación de los productos puso en primer lugar a los rotuladores marcadores (31%); seguidos de los sopladores eléctricos de aire comprimido (17%), el esmalte de uñas (12%) y el disolvente (11%). La gasolina, el desodorante y la laca cerraban la clasificación. Un 39% de los usuarios era menor de edad, y la mitad se identificaban como chicas. Finalmente, el 70% de los vídeos con este contenido hacía referencia a memes que restaban importancia a los efectos a largo plazo ('Yo, dentro de cinco años, cuando todos los gases se me suban a la cabeza...'). 

El verdadero drama, alerta Krishna, es que muchos de estos usuarios pueden estar cayendo en la adicción sin saberlo. "El chroming produce una rápida dependencia debido a los 'subidones' eufóricos e inmediatos que provoca. La normalización de este consumo en las redes sociales evita que las personas, especialmente los jóvenes, reconozcan los signos de la adicción. Tampoco les ayuda a identificar los graves problemas de salud a largo plazo que se derivan, de la desorientación a los daños cerebrales y la muerte".

Esta falta de reconocimiento "exacerba el problema", lamenta la investigadora, "dificultando las intervenciones e impidiendo evitar que los daños vayan a más". Los autores del trabajo subrayan el hecho de que es un tipo de adicción "fácilmente enmascarable" y que tanto las familias como los centros educativos tendrán problemas a la hora de identificar los signos que les llevarían a intervenir si se tratara del consumo de otras drogas. Los autores concluyen pidiendo a los pediatras que se hagan eco de este nuevo riesgo, e instan a mayores controles online.