El Gobierno de España confirmó el 6 de octubre de 2014 el primer caso de ébola fuera de África. Se trataba de la auxiliar de enfermería Teresa Romero, que había atendido a Miguel Pajares, el primer español contagiado. Uno de los cuatro médicos que atendió a Romero fue el especialista en enfermedades infecciosas del Hospital La Paz Fernando de la Calle (Madrid, 1981).

La noticia de que su compañera se había contagiado le pilló de vacaciones. Pero no se lo pensó dos veces: cogió el primer avión de vuelta a Madrid que había. Y es que, desde el punto de vista científico, entiende que era "un momento muy interesante", ya que se iban a tratar a los primeros pacientes de ébola en el mundo. "Lo vivías con respeto y temor".

Cree que no se cometieron errores, sino que tenían que adaptarse a una realidad. El único fallo, quizás, fue el sacrificio de Excálibur, el perro de Teresa Romero, pues "se perdió una oportunidad de haber hecho ciencia". Después de 10 años del primer contagio de ébola en nuestro país, De la Calle asegura a EL ESPAÑOL que "a nivel sociopolítico no se ha aprendido gran cosa".

Aunque siempre tuvo claro que se especializaría en enfermedades infecciosas, reconoce que nunca se le olvidará la primera vez que entró en la habitación de un caso real de ébola con el traje de aislamiento. Aquel "caso real" era Teresa Romero, de quien opina que participó en medios "más allá de lo que estrictamente fue la enfermedad".

¿Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando recuerda la crisis del ébola en España?

Lo primero que se me viene a la mente... Uf, no sé. Diría que intensidad. Fue una circunstancia que tuvo un peso mediático muy importante e intenso. Aunque esta intensidad desdibujaba un poco lo que en realidad estaba sucediendo. Desde el punto de vista científico y de asistencia sanitaria, nos aportó mucho aprendizaje. No sólo científico, sino también humano. Fue una situación que generó un trabajo en equipo muy positivo, con mucho compañerismo. Lo vivías con respeto y temor porque eran los primeros casos con ébola que se iban a tratar en el mundo.

¿Vivió algún episodio que nunca se imaginó que iba a protagonizar?

A ver, a mí siempre me han gustado mucho las enfermedades infecciosas; y de hecho, es la línea en la que sigo trabajando. Pero sí que es verdad que nunca se me olvidará la primera vez que entré en la habitación de un caso real de ébola, con el traje de aislamiento y con todas las medidas de seguridad que había que seguir. Lo tengo grabado como si hubiera sucedido esta mañana.

También hubo otros muchos momentos. Por ejemplo, cuando el paciente se ponía grave y tú no podías entrar corriendo a hacer una asistencia como cuando te pasa ahora de rutina en un hospital. Si un paciente tenía algún agravamiento, no podías entrar corriendo por tu propio bien y por no contagiarte y extenderlo. Son momentos que no se te olvidan porque pasas una tensión tremenda, no puedes ayudar al paciente como quisieses.

¿Qué conocimientos tenían entonces del ébola?

En ese momento se sabía poco del ébola. Conocíamos que era un virus que había provocado varios brotes en África, pero ninguno de ellos había superado el millar de casos acumulados. En aquel entonces, no había ningún tratamiento aprobado que fuera eficaz, tampoco había ninguna vacuna. Nadie sabía nada. Por eso también 'lo bonito' en lo científico era aprender de cero sobre un virus.

Para poner en valor el sistema sanitario que tenemos en España, en esa época teníamos conferencias semanales con la Organización Mundial de la Salud, en la que nos conectamos con los países que iban confirmando casos. Fue una vertiente interesante de la ciencia al ir aprendiendo semana a semana junto a compañeros de otros países.

¿Pensaron que el riesgo de epidemia podría ser alto?

Es verdad que el contagio se produce de manera relativamente fácil con el contacto. Pero también es cierto que no se transmite por vía respiratoria, como el Covid. Por ello en Europa la probabilidad de que hubiese brotes fuertes era muy baja por cómo se comportaba el virus.

Diferente es que se pudiera ir extendiendo por otras zonas. No hay que irse al África subsahariana para pensar en núcleos de población en los que se podría extender. A nivel europeo, era muy poco probable, más allá de los casos hospitalarios. Pero la mayoría del planeta no es Europa.

De La Calle junto a sus compañeros del Hospital Universitario La Paz que atendieron los primeros casos de ébola en el mundo.

¿Cómo lidió con la presión de que todo el mundo estuviera pendiente de su labor?

Depende de a quién se lo preguntes te dirá una cosa u otra. En lo particular, yo tuve suerte con mi entorno, pero me consta de gente que lo pasó mal. A nivel informativo no se hizo bien y hubo mucho estigma social. Como sanitarios, también nos dedicamos a divulgar. Yo, por ejemplo, doy ponencias y conferencias. Pero la intensidad mediática de aquel momento fue tremenda y tuvimos que aprender mucho. Fue una manera de vivir a la que no estábamos acostumbrados para nada.

¿Le molesta que entonces les definieran como "los héroes del ébola" para luego 'caer en el olvido'?

No sé si molestar sería la palabra. Pero sí que es una pena que no se valore. No sólo a nivel individual. Es cierto que la Sanidad en España tiene sus déficits (ahora, con la falta de personal y el maltrato de las instituciones), pero tenemos una sanidad pública que fue capaz de atender los primeros casos de ébola en una unidad de aislamiento de alto nivel. Sigue en activo y, de hecho, este verano hemos atendido un caso de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. Pero, a nivel mundial, hay muy pocas unidades como esta.

Los profesionales, los pacientes y los políticos tendríamos que demostrar más que se valora esto, que es tremendo tener estas cosas. Y por eso genera cierta frustración el ver que llega el día de hoy y nos siguen quitando dinero de los sueldos.

No hacemos las cosas para que nadie no esté poniendo medallas todos los días. Yo me dedico a lo que me dedico porque me gusta mucho la medicina, me encantan mis pacientes y ya está. Y estoy muy contento. Pero por lo menos que sean conscientes, ya ni que te pongan medallas, de que tenemos un colchón de sistema sanitario que hace cosas muy tremendas y muy exclusivas.

¿Se politizó la crisis del ébola en España?

Pues sí, pero porque creo que se politiza todo. Es mi opinión personal. En el caso del ébola, como estuvimos muy metidos en lo nuestro, pues no hacíamos mucho caso porque, al final, somos profesionales que intentemos dedicarnos lo mejor que podemos a lo nuestro y ya está. Pero, por desgracia, sí se politiza y probablemente es lo que luego emborrona la verdadera calidad de todas estas cosas que suceden en nuestra sanidad.

¿Hubiera variado la gestión de esta crisis si el partido que hubiera gobernado hubiera sido otro?

No lo sé. Se me ocurren buenos y malos ejemplos de vertientes políticas de cualquier color. Tenemos la responsabilidad individual de no darles la oportunidad de que lo politicen, ya sea el ébola, el Covid o el zika. 

¿Cómo se trató mediáticamente a Teresa Romero?

Debería opinar ella. Nosotros salíamos en los medios pero para dar la versión científica. En el caso de Teresa, sí que participó en los medios más allá de lo que estrictamente es la enfermedad. No sé si fue el huevo o la gallina, si los medios la trataron mal o ella entró en un juego que es respetable pero tiene sus consecuencias.

Ahora ha salido en medios hablando de cosas que nos han sorprendido en el hospital. Ha dicho que no se había visto arropada, cuando hubo enfermeras que lo dejaron todo por seguir asistiendo. ¿La trataron bien? Pues supongo que habría gente que no, pero ella también hizo cosas mediáticas que dieron cancha a darle vueltas a todo.

¿Qué tipo de cosas?

No quiero juzgarlos de forma concreta. Es respetable que quisiera hablar con los medios. Pero insisto en que puede tener sus consecuencias. Por ejemplo, cuando salía hablando de la doctora de Atención Primaria. Luego perdió el juicio y tuvo que recular en público. Ella lo sufrió y ella era la paciente, pero si das entrevistas en tu casa, pues te arriesgas.

¿Desde cuándo no tiene trato con ella?

Ella sigue trabajando en el hospital. Le hicimos el seguimiento como una paciente más. Como compañero, lo que hiciera falta, que para eso trabajamos en un hospital. En ese aspecto, normalidad.

¿Lo más duro de aquellos días fue tratar a sus propios compañeros?

Sí, porque no es lo mismo. Es duro cuando tu propio compañero es el que sufre el contagio. Aunque también se unió más al equipo. Algunas enfermeras podrían haber dicho “ostras, se ha contagiado un compañero, yo me voy”. Lo podía haber hecho mucha gente y hubiera sido lícito por el miedo que había. Pero nadie abandonó. Al contrario, la gente estuvo aguantando turnos y guardias infinitas. Fue duro, pero la gente se volcó de una forma tremenda.

¿Se cometieron errores?

No, errores no se cometieron. Se fue aprendiendo y se fueron modificando protocolos según hacía falta y según se aprendía. La vida en aislamiento de alto nivel hoy en día es diferente a la de aquel entonces. Porque hasta que no te enfrentas a una situación de este tipo no te planteas según qué cosas.

Por ejemplo, nosotros tenemos un protocolo por si un compañero se desmaya con el traje por el calor. Tienes que sacar a ese compañero con un traje que puede estar contaminado y no lo puedes sacar a la ligera. 

¿La muerte de Excálibur estuvo justificada?

Nosotros ahí sí que pensamos que se perdió una oportunidad de haber hecho ciencia, de haber aprendido qué sucedía con un perro que había convivido con un caso de ébola. Ya que sucede una desgracia, por lo menos aprender. Se podría haber comprobado si los perros eran animales que podían contagiarse. 

¿A día de hoy existe la posibilidad de vivir una situación como la de hace 10 años?

Puede volver a pasar. Es que, a nivel sociopolítico, no hemos aprendido gran cosa. Sigo viendo a la gente que no es muy consciente. Somos mamíferos y, por tanto, estamos en riesgo. Los virus cada vez saltan más y ahora ya no hay fronteras. También sigue habiendo brotes en origen y no se ponen muchas soluciones. Para todo lo intenso que fue el ébola, creo que hemos aprendido bastante poco.

¿Le preocupa el resurgir de enfermedades tropicales?

No es que me preocupe, es que está sucediendo. Es una realidad que hay que asumir. En España hay poca gente que piensa que los virus se los inventan. Pero no somos conscientes, por un lado, que somos un mamífero más y estamos expuestos a los mosquitos, a las garrapatas y a los virus. Creo que en Europa hemos perdido ese contacto con la realidad.

Luego, tampoco nos damos cuenta de que ahora mismo todo el mundo viaja, en comparación con hace 50 años. Es muy normal que cualquier de nosotros tengamos amigos que este verano se han ido a Tailandia, a Colombia o a lo más profundo de la selva. Tampoco hay que pensar que va a ser el fin del mundo, ni mucho menos.