El cáncer no hace distinciones. La idea de que esta enfermedad puede afectar a cualquiera suena a cliché. A menudo es más cómodo pensar que esta enfermedad es algo que les sucede a otros, quizás a personas mayores, después de haber vivido una vida plena. Sin embargo, la realidad es más cruel. Sarah Krajewski lo sabe bien, ha tenido que enfrentarse a dos diagnósticos devastadores de este tipo antes de cumplir los 40 años. Por eso, considera fundamental estar atentos al menor síntomas y palparse el pecho para detectar cualquier mínimo bulto. También, entre los principales síntomas estaban la bronquitis, la mononucleosis y la neumonía atípica.

Lo más sorprendente de su historia no es solo que haya superado ambos episodios, sino que lo hizo mientras enfrentaba el reto de la maternidad, llegando a luchar contra el cáncer mientras llevaba una nueva vida en su vientre. La primera vez que Krajewski se vio cara a cara con el cáncer tenía solo 16 años, una edad en la que deberían estar preocupada por aprobar exámenes y las primeras experiencias vitales, no por una enfermedad que usualmente afecta a personas mucho mayores.

Fue diagnosticada con linfoma no Hodgkin, un tipo de cáncer que afecta el sistema linfático, el encargado de drenar el exceso de líquidos y combatir infecciones en el cuerpo. En su caso, el linfoma llegó de manera inesperada, algo que cambió radicalmente su adolescencia.

Años más tarde, cuando creía haber dejado atrás ese episodio, el cáncer volvió a tocar a su puerta, esta vez en forma de un tumor en su pecho mientras estaba embarazada de su tercer hijo. A los 39 años, se enfrentaba de nuevo a una amenaza que ya conocía bien. "Nunca imaginé que tendría que lidiar con el cáncer por segunda vez", dice a Parade. Este segundo diagnóstico fue particularmente duro, no solo por el impacto físico, sino por la carga emocional que conllevaba.

El cáncer de mama es, según la Sociedad Americana del Cáncer, una enfermedad que en su mayoría afecta a mujeres mayores de 60 años, y es muy raro que se presente antes de los 45, de hecho, el promedio mundial es de 62 años. Pero esta matrona de profesión no solo estaba en esa minoría, también estaba por debajo de la media de edad cuando le diagnosticaron su linfoma.

Las señales

A los 16 años, Krajewski comenzó a notar una serie de síntomas que la llevaron a buscar atención médica de manera recurrente. Entre los principales problemas de salud que experimentaba estaban la bronquitis, la mononucleosis y la neumonía atípica. Estos episodios no solo afectaban su día a día, sino que resultaron ser señales de algo mucho más serio: el linfoma no hodgkiniano. Aunque la Sociedad Estadounidense del Cáncer asocia el virus de Epstein-Barr, responsable de la mononucleosis, principalmente con linfomas en personas con VIH, en su caso fue el motivo que la llevó a recibir tratamiento temprano, lo que probablemente le salvó la vida.

Décadas después, cuando ya había dejado atrás su primer diagnóstico, Krajewski volvió a notar un síntoma alarmante. A los 39 años, descubrió un bulto en su seno derecho, un hallazgo que de inmediato la puso en alerta. "Supe enseguida que algo no estaba bien", recuerda Sarah. Este bulto resultó ser un indicio temprano de cáncer de mama, una enfermedad que ya había afectado a varias mujeres de su familia. Aunque estudios recientes sugieren que la mayoría de los bultos en los senos suelen ser benignos, Krajewski, embarazada en ese momento, no quiso arriesgarse y tomó acción rápidamente.

El historial familiar de Sarah fue un factor clave para que no ignorara este segundo síntoma. Su abuela había enfrentado un cáncer de mama agresivo a los 28 años, y tanto su tía como su madre también habían recibido diagnósticos similares. Esta herencia genética la impulsó a no esperar ni confiar en la suerte. Al notar el bulto, un colega la animó a hacerse una mamografía de inmediato, lo que le permitió recibir un diagnóstico rápido y actuar antes de que el cáncer avanzara.

Por eso, subraya la importancia de estar alerta a las señales del cuerpo. "Tuve mucha suerte de que me atendieran y trataran rápidamente en ambas ocasiones", afirma. Para ella, esos síntomas iniciales, aunque sutiles o comunes en un principio, fueron las primeras pistas de una batalla que marcaría su vida para siempre.

El golpe emocional de enfrentarse a un segundo diagnóstico fue abrumador. Estaba embarazada y ya era madre de dos niños pequeños de dos y cuatro años. No solo estaba preocupada por su propia salud, sino por el bienestar del bebé que crecía en su vientre. "Es extraño tener cáncer mientras estás embarazada. Todo lo que nos dicen que evitemos en el embarazo parece trivial en comparación con la quimioterapia", reflexiona.

Hoy está sana y vive una vida ocupada con sus tres hijas. Pero su historia no termina ahí. Ha convertido su experiencia en una misión de vida: recaudar fondos para la investigación del cáncer y concienciar a otros sobre la importancia del diagnóstico temprano. Participando en encuentros deportivos bastante exigentes como el Pan-Mass Challenge (PMC), una carrera ciclista de 79 millas que tiene como objetivo recaudar fondos para el Dana-Farber Cancer Institute, el lugar que le salvó la vida. "Para mí, recorrer esas 79 millas significa sentirme completa, encontrar propósito", afirma.