El psiquiatra Guillermo Lahera y la casa de una personas con trastorno de acumulación o 'síndrome de Diógenes'.

El psiquiatra Guillermo Lahera y la casa de una personas con trastorno de acumulación o 'síndrome de Diógenes'. Alejandro Jiménez de Parga Vivas / S&R Técnicas y Servicios

Salud

Los casos más extremos del psiquiatra Guillermo Lahera: de la mujer que vivía en el váter al acumulador de basura

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"Gran parte de nuestro trabajo tiene que ver con la palabra. Se trata de comprender la enfermedad y a la persona que hay detrás". De esta manera explica Guillermo Lahera, profesor de la Universidad de Alcalá y jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, la esencia de su último libro, Las palabras de la bestia hermosa. Breve manual de psiquiatría con alma [Debate]. Una obra que encierra una reivindicación. "Si el psiquiatra tiene que atender a 20 pacientes, se queda sin tiempo. Uno no se abre con alguien que solo le dedica 12 minutos".

Como una antología detectivesca, Lahera recoge sus casos más excepcionales, lo que le permite abordar realidades poco entendidas socialmente como el delirio, la psicosis o la depresión, que a menudo identificamos erróneamente con enfado y tristeza cuando es "un hundimiento energético de los instintos que te hacen estar vivo". El boom de los cuidados mentales pone el foco en "malestares" en lugar de los casos graves, lamenta, cuando a nivel tanto personal como social deberíamos estar cultivando la "resiliencia" ante la frustración y la adversidad que traerá el futuro.

Desentrañando los hechos biográficos y los antecedentes de sus pacientes, y con apoyo de textos científicos, filosóficos y literarios, Lahera invita a introducirse en la visión humanizada del tratamiento psiquiátrico. No hay que buscar soluciones reduccionistas, avisa, pero hay un enorme trabajo de prevención por delante. "El 50% de los trastornos mentales empiezan antes de los 15 años", advierte. Y no se trata solo de traumas físicos y abusos sexuales. "Las experiencias escolares de algunas personas son nefastas, vivencias de humillación y de agresión".

La chica que vivía en el váter 

Uno de los casos de Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) "de los más graves" que Lahera tuvo que tratar corresponde a una mujer cuya obsesión por la limpieza la llevó a encerrarse perpetuamente en el baño. Su padre, albañil, hizo obras "para que Amparo pudiera permanecer todas las horas que necesitase sentada en el váter, limpiándose, mientras veía la tele, leía o hablaba por teléfono" (...) "Su padre le llevaba servilmente el plato de comida a su 'trono', como lo llamaba con cierto humor".

"El padre hizo lo que creyó mejor, pero fue enormemente contraproducente", explica Lahera. "El tratamiento del TOC pasa por exponerse progresivamente a la idea obsesiva sin caer en la compulsión". La decisión de convertir el baño en cuarto para un encierro permanente fue "como darle droga a un adicto", pero el especialista lo enmarca en el peso excesivo que los cuidados de la salud mental ponen en los hombros de familiares que no tienen ni la formación ni las ayudas necesarias.

De hecho, los progenitores-cuidadores son uno de los "puntos en común" que ligan los casos unos con otros. "Cuando se hizo en España la reforma psiquiátrica en los años 80, fue un gran paso adelante. Pero recayó muchísimo peso en la familia", valora Lahera. "Ojalá completemos la reforma para dar más autonomía a los pacientes y más ayudas para que no dependan tanto de madres y padres. Algunos ya han cumplido los 90 y vienen pensando: '¿Qué va a pasar ahora?'".

Por otro lado, los trastornos han dejado de ser un "tabú" para las familias, que "hasta hace unas décadas" consideraban que era algo vergonzante a ocultar. Sin embargo, Lahera considera que hay una resistencia a reconocer el componente genético de la enfermedad mental incluso en círculos profesionales. "La genética participa de una manera decisiva en los trastornos graves, pero el ambiente también es determinante. Tenemos que tener la mente abierta para evaluar ambas cosas".

Denunciado por querer curar

Leonor llega a manos de Lahera tras pasar por otros tres psiquiatras, a los que trata de incompetentes con un vocabulario preciso y coherente. No para de hablar de conspiraciones en su contra en las que participan sus familiares, su entorno laboral y sus médicos. Un día, el médico recibe la notificación del juzgado de que su paciente le ha denunciado tras investigarle en Google y decidir que él es un "peón de la trama". Se la encontraría después, con aspecto más sereno, entre unos predicadores apocalípticos del metro. "Encontró un grupo paranoide en el que insertarse".

"Tenemos que tener mucha sensibilidad y empatía ante un delirio de persecución", valora el especialista. "No es que crean que les persiguen, es que lo saben. Es la única manera en la que pueden entender la realidad. Tenemos que entender que el cerebro humano a veces produce esas creencias delirantes". Es por eso por lo que la medicación es tan importante en las primeras fases del tratamiento. Incluso enfermedades como la esquizofrenia pueden estar "controladas" a lo largo de la vida.

Por otra parte, las personas con trastorno paranoide de la personalidad o con trastorno delirante son funcionales. "Su apariencia es impecable e inicialmente son muy creíbles. Solo te puede sonar extraño que hayan tenido tanta mala suerte. Sin embargo, cuando el paciente tiene una 'tendencia querulante' como el caso de Leonor, es compatible con que el médico termine denunciado sin motivo. "La relación terapéutica se vuelve a veces conflictiva, es la llamada 'transferencia'. Ser psiquiatra es convivir con el sufrimiento", medita. "El suicidio es omnipresente en nuestras consultas".

El acumulador de basura y sexo

El caso de José, con un trastorno de acumulación o 'síndrome de Diógenes', asombra por el vocabulario exuberante con el que el paciente justifica el acaparamiento de basura. Llega a definir un contenedor como 'surtidor de felicidad'. Pero Lahera también descubre que es un acaparador de parejas sexuales de ambos sexos. "Para él, todos los objetos (materiales, afectivos, sexuales, lingüísticos) eran valiosos y no podía descartar ninguno". Al final, la solución pasó por reunirlo con su padre -también acaparador- en el pueblo, con amplias naves por llenar.

"Hay algunos trastornos mentales que se insertan en lo caracterial, en la personalidad. Y este hombre era absolutamente fascinante por su manera de hablar", recuerda el psiquiatra. "No echaba ninguna palabra a la basura, y recogía objetos como si fuera una biblioteca inmensa". Además, y dado que el ser humano es muy narrativo, la riqueza de vocabulario le debía ayudar a canalizar sus emociones y darles sentido. "Realmente hubiéramos preferido otro tratamiento", concluye, pero "la generación de espacio alivia el malestar en los trastornos de acumulación".

En este sentido, el especialista insta a huir de explicaciones y soluciones sencillas, que atiendan "a los neurotransmisores" o por el contrario "a las causas sociales". El cerebro tiene "entre 80.000 y 100.000 neuronas, con 15.000 conexiones cada una", recuerda. "Es un nivel de complejidad solo comparable a la astronomía". Por otro lado, incluso en casos como el de José, insta a desterrar "la idea romántica de la locura". La enfermedad mental, zanja, "anula el proyecto vital" del paciente.