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En el verano de 2021, cuando el mundo aún luchaba por salir de la sombra de la pandemia, Maja Flannery, una mujer de 65 años de Dayton, Ohio, se enfrentaba a una batalla mucho más personal y devastadora. Ya vivía con linfangioleiomiomatosis (LAM), una rara enfermedad pulmonar que forma quistes en los pulmones. Contra todo pronóstico, había superado con creces la expectativa de vida de entre cinco y diez años que le dieron inicialmente, llevando 22 años luchando contra la enfermedad. Pero la vida tenía otro desafío reservado para ella. Un problema que había comenzado a dar unas primeras señales, la pérdida de peso inexplicable.

En agosto de ese año, según explicó a Parade, un examen de rutina reveló algo inesperado: un cáncer endometrial. "Era de grado dos, etapa 1b, lo que significaba un riesgo bajo a intermedio", comenta con franqueza. El tipo que le diagnosticaron, adenocarcinoma endometrial, es el más común entre los tipos de cáncer uterino, representando hasta el 75% de los casos. Afortunadamente, suele detectarse en sus primeras etapas, cuando la probabilidad de curación es alta. Pero el alivio inicial se desvaneció rápidamente: durante la cirugía para tratarlo, los médicos encontraron células cancerígenas en su vejiga. De repente, lo que parecía ser un tratamiento más sencillo se convirtió en un plan agresivo que incluyó quimioterapia y radioterapia.

La importancia de llevar un control del ciclo menstrual

Esta historia de diagnóstico tardío y sorpresas médicas no es única, especialmente entre las mujeres que sufren de enfermedades ginecológicas como la endometriosis. En Europa, se estima que alrededor del 10% de las mujeres en edad reproductiva padecen esta enfermedad, lo que equivale a unos 15 millones de mujeres. A pesar de lo común que es, el diagnóstico de la endometriosis a menudo se retrasa, en promedio entre 7 y 10 años, según un informe del Parlamento Europeo de 2021. ¿Por qué? La falta de investigación adecuada y el hecho de que muchos síntomas se confundan con malestares menstruales "normales" hacen que miles de mujeres sufran en silencio. 

Esta enfermedad, aunque benigna, ha sido objeto de estudios que sugieren una posible relación con el desarrollo de ciertos tipos de cáncer ginecológico, incluido el cáncer de endometrio. Por ejemplo, un estudio publicado en The Lancet Oncology señala que la inflamación crónica provocada por la endometriosis podría aumentar el riesgo de desarrollar cáncer en algunos tejidos, particularmente en los ovarios y, en menor medida, en el endometrio. Aunque muchas mujeres con esta enfermedad crónica, porque no tiene cura, no desarrollarán cáncer endometrial, la presencia de células anormales y la continua irritación de los tejidos pueden predisponer a cambios malignos en algunos casos. 

Flannery, aunque nunca fue diagnosticada formalmente con endometriosis, sospecha que podría haber tenido síndrome de ovario poliquístico (SOP) durante años. "Mi ciclo menstrual siempre fue un desastre, con altibajos constantes. Períodos que venían y se iban cuando querían", reflexiona. Aquí justo es donde radica uno de los mayores problemas de este tipo de patologías: se confunde con otras condiciones ginecológicas y, a menudo, se desestima como parte de la vida normal de una mujer. La falta de sensibilidad médica, combinada con la complejidad de los síntomas, hace que esta enfermedad sea un rompecabezas difícil de resolver.

Los estudios en Europa y otras partes del mundo sugieren que estas enfermedades podrían estar relacionadas con múltiples factores: genética, anormalidades en el sistema inmunológico, e incluso la exposición a ciertos contaminantes ambientales. Sin embargo, debido a la falta de inversión en investigación específica, muchas de estas teorías siguen sin comprobarse del todo. Mientras tanto, millones de mujeres siguen enfrentando dolor, infertilidad y una calidad de vida deteriorada.

La pérdida de peso inexplicable fue la señal de alarma

Volviendo a la historia de Flannery, ella ignoró durante meses una señal que podría haberla alertado: la pérdida de peso. "Perdí entre cinco y ocho libras en un año, y ni siquiera me di cuenta", recuerda. "Pensé que era porque estaba activa, pero no estaba haciendo dieta ni nada especial". Esto puede ser un síntoma de cáncer endometrial, aunque generalmente ocurre en etapas avanzadas. Otros síntomas más comunes incluyen sangrado vaginal anormal, dolor pélvico y flujo vaginal turbio, señales que Flannery también experimentó.

El retraso en el diagnóstico no es solo un problema en el caso de la endometriosis. La falta de conciencia sobre el cáncer endometrial entre las mujeres mayores de 50 años también es preocupante. Aunque esta enfermedad tiene una alta tasa de curación si se detecta temprano, muchas mujeres ignoran los síntomas o los atribuyen a la menopausia. Esto es algo que Flannery, con la ayuda de una amiga, pudo superar a tiempo. "Fue una amiga la que no paró de insistir: '¿Te lo has ido a revisar?' Al final, me convenció de ir al médico y lo pillamos a tiempo", relata, con evidente gratitud.