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El 5 de febrero de 1953 fue un día de júbilo en Reino Unido: el racionamiento del azúcar y de las golosinas azucaradas impuesto desde la II Guerra Mundial quedaba levantado oficialmente. Según documentó la BBC, multitud de niños rompieron su hucha de ahorros e hicieron cola a la apertura de las confiterías. El stock no bastó para satisfacer el paladar de los golosos, y el país no pudo levantar definitivamente las restricciones hasta septiembre de ese mismo año. 

Paradójicamente, el límite al consumo de azúcar refinado durante la contienda y la posguerra implicó que los británicos estuvieron consumiendo niveles similares a los que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a día de hoy. Las mujeres embarazadas, los recién nacidos y los niños pequeños son algunos de los grupos de riesgo que deberían evitar al máximo la exposición a lo que hoy consideramos como uno de los 'venenos blancos': la recomendación es que no se introduzca en la dieta hasta por los menos los dos años de edad.

Investigadores de las universidades de Berkeley, Chicago, y McGill, dirigidos por el equipo de Tadeja Gracner en la Universidad del Sur de California, han evaluado los efectos de esta restricción en los niños que nacieron y vivieron sus primeros años con el racionamiento en vigor. "El diseño de nuestro estudio se basa en el levantamiento de la restricción al azúcar definitiva en septiembre de 1953, y nos permite aislar el efecto que tuvo un entorno pobre en azúcar en la infancia sobre la salud en la mediana edad", explica Gracner a EL ESPAÑOL.

Así, usando el racionamiento como marcador de una exposición limitada al azúcar, los investigadores concluyen que restringir esta ingesta en los primeros mil días de vida -desde la concepción hasta los dos años de edad- reduce el riesgo de sufrir diabetes e hipertensión en la vida adulta, y retrasa su aparición en caso de desarrollar ambas enfermedades. Esto es relevante, según reseñan en el artículo publicado en la revista Science, ya que el consumo de azúcar se duplicó según revelan los datos del Biobanco británico cuando estuvo libremente disponible.

La célebre fotografía de la apertura de una confitería en Reino Unido el 5 de febrero de 1953.

Ningún otro alimento se disparó tanto en su consumo al término de las restricciones, explican, ni siquiera las grasas saturadas. Según sus resultados, haber estado expuestos a bajos niveles de azúcar en sus primeros años de vida se relacionó con un 35% menos de riesgo de desarrollar diabetes y un 20% menos de riesgo de sufrir hipertensión. Además, la edad a la que aparecieron estas enfermedades se retrasó una media de 4 y 2 años respectivamente al alcanzar la edad adulta.

El efecto protector fue más pronunciado para aquellas personas que habían sido gestadas durante el racionamiento por madres que tampoco pudieron consumir azúcar refinado, y que ya habían cumplido al menos dos años cuando se levantó. La limitación in utero supone por sí sola una reducción de un tercio del riesgo. Cuando esta restricción se mantuvo después de los 6 meses de vida del niño, coincidiendo con la introducción de alimentos sólidos en su dieta, el efecto se amplificó aún más.

Esto es relevante, señalan los autores, porque la proliferación de los alimentos ultraprocesados en la segunda mitad del siglo XX ha facilitado que muchos productos contengan azúcares libres que los consumidores ingieren sin ser conscientes de ello. Esto ocurre, advierten, incluso en alimentos destinados a los más pequeños. Claire Boone, coautora del estudio, señala que países como Estados Unidos y Canadá han actualizado su etiquetado nutricional para añadir tanto el porcentaje de azúcar que contienen como la cantidad diaria que suponen.

"Esto puede ayudar a los consumidores a entender e interpretar el contenido de azúcar", explica Boone a este diario. Gracner, por su parte, señala que las instancias regulatorias de varios estados se están esforzando en obligar a los productores a declarar con exactitud las concentraciones elevadas de azúcar, pero se pregunta si es suficiente. "La OMS ya recomienda cero azúcares añadidos antes de los dos años. La pregunta debería ser: ¿Cómo lo conseguimos?".

Rafael Urrialde de Andrés, profesor en la facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Nutrición, considera que el trabajo "corrobora lo que otros estudios también demuestran: la importancia de no incorporar azúcar añadido ni que tampoco haya un exceso de azúcares libres, de ninguna fuente alimentaria, en los 1.000 primeros días de vida".

"Esta restricción, no solo con azúcar añadido sino también con la de azúcares libres, ejerce un efecto positivo sobre la reducción del sobrepeso y obesidad infanto-juvenil y la posterior aparición de determinadas patologías ligadas tanto al sobrepeso como a la obesidad", valora en declaraciones a Science Media Centre.