Actualmente la promoción de un envejecimiento saludable se ha convertido en un aspecto clave en términos de salud pública para muchos países, como sería el caso de los Estados Unidos. Hasta el momento, la mayoría de las investigaciones se han centrado en aumentar la esperanza de vida a través de la reducción de los factores de riesgo de enfermedad, pero dejando de lado los factores psicológicos asociados a una mejor salud, felicidad y bienestar subjetivo percibido.
Teniendo esto en cuenta, los investigadores de la Universidad de Harvard publicaron este mismo año un estudio en la revista JAMA Psychiatry, donde se centraron en examinar la posible relación entre comportamientos como la gratitud y la esperanza de vida en las mujeres: a pesar de ser un factor psicológico, su influencia sobre la salud y la mortalidad serían evidentes.
Como comentan los investigadores responsables de este estudio, la gratitud puede entenderse como un rasgo o como un estado. En ambos casos, la gratitud implicaría "una tendencia generalizada a notar y responder con agradecimiento a las experiencias positivas de la vida".
Precisamente las personas con una mayor disposición a expresar gratitud tendrían más predisposición a experimentar emociones positivas en general. En consecuencia, las emociones positivas como la gratitud alentarían a las personas a tener pensamientos y acciones más saludables, y lograr así una mejor salud general, algo que ya se ha ido viendo en estudios previos.
Teniendo esto en mente, los investigadores quisieron examinar la posible relación entre gratitud y mortalidad por cualquier causa. Para ello, usaron datos de cuestionarios autoinformados y registros médicos del conocido Estudio de Salud de Enfermeras de los Estados Unidos, en el cual participan 49.275 enfermeras de edad avanzada (79 años de edad media). Se evaluó la gratitud de las participantes gracias a un cuestionario validado de gratitud de 6 ítems, conocido como GQ-6, ampliamente utilizado para analizar la tendencia a experimentar agradecimiento.
Según los datos del estudio, el 53% estaban casadas o tenían pareja, al menos el 59% asistía al menos una vez a la semana a algún servicio religioso, y al menos el 66% no vivían en soledad. La puntuación media de gratitud de las participantes fue de 37.77 sobre un máximo de 42, un hallazgo similar a otros estudios previos con mujeres estadounidenses de avanzada edad.
Además, las que informaron sobre una mayor gratitud eran ligeramente más jóvenes, tenían más probabilidades de estar casadas o en pareja, tenían un nivel socioeconómico más alto, una mayor participación social, una mayor implicación religiosa y optimismo, y solían estar más sanas y menos deprimidas al inicio del estudio.
Según las conclusiones del estudio, existiría una relación inversa entre la gratitud y la mortalidad por cualquier causa: a mayor gratitud, menor mortalidad, independientemente de factores socio-demográficos, participación social y participación religiosa. De hecho, esta relación se mantuvo incluso teniendo en cuenta factores de salud física, estilo de vida, función cognitiva, salud mental y sensación de bienestar.
Como comentan los investigadores:
"La gratitud suele considerarse como una emoción positiva que puerde ser deseable por sí misma. Este estudio proporciona la primera evidencia empírica que sugiere que la gratitud puede ser un recurso psicológico asociado con una mayor longevidad en etapas avanzadas de la vida".
De hecho, ya en estudios previos de habría sugerido que la gratitud se asociaría inversamente con factores de riesgo de mortalidad y con perfiles más favorables de biomarcadores cardiovasculares y con una mayor adherencia a buenos hábitos de vida, incluyendo dieta saludable, ejercicio y buena adherencia a la medicación.
La gratitud también se habría asociado con un menor riesgo de depresión, mayor sensación de propósito y mayor apoyo social. Otros estudios habrían intentado indagar sobre los mecanismos subyacentes entre la gratitud y la salud, y se habría sugerido que este rasgo puede dar forma a la salud a través de un mejor funcionamiento biológico restaurador y la práctica de un estudio de vida más saludable de forma directa; pero también habría efectos de forma directa, al aumentar el apoyo social, la prosocialidad y las estrategias de afrontamiento adaptativas.
El estudio no carece de limitaciones. Si bien la escala GQ-6 es ampliamente usada en el ámbito científico, la gratitud es un constructo multifacético que puede ser muy complejo de medir. Además, se tuvieron en cuenta muchas variables que podían comportarse como potenciales sesgos, pero que a su vez son variables complejas difíciles de medir y analizar. Así mismo, las participantes del estudio eran enfermeras blancas no hispanas en su mayoría, principalmente cristianas, lo que podría limitar la generalización de los resultados.
Como conclusión final, los investigadores sugieren que existen técnicas de bajo coste y fáciles de implementar en el día a día para mejorar la gratitud: escribir regularmente sobre personas o cosas por las que nos sentimos agradecidos, la contemplación agradecida y expresar gratitud de forma proactiva. Sin embargo, y a pesar de estos resultados, los investigadores sostienen que será necesario continuar investigando y recabando evidencia.