Quien tiene un calzado cómodo tiene un tesoro, especialmente cuando vamos a pasar largas jornadas fuera de casa. Sin embargo, una suela mullida no es forzosamente lo que la planta de nuestro pie, nuestras articulaciones o los músculos y tendones agradecen más al final del día. Esta es la advertencia que hace Héctor Alonso Ferrero, podólogo, cirujano y divulgador, explicando en su cuenta de Instagram cuáles son los tres calzados que él nunca emplearía.
"¿Qué tipo de tacón cansa menos?", se pregunta Alonso en el vídeo. "¿Qué calzado usar si me duelen los pies? ¿Cómo afecta el calzado a la salud?". Estas son una serie de cuestiones que se plantean a la hora de escoger zapatos que son menos convencionales que los de suela dura y cordones porque parecen ofrecer mayor comodidad, pero que están ocultando una mayor carga y desgaste para nuestros pies.
1. Crocs: Admitiendo que la suya puede ser una "opinión impopular", el doctor Alonso considera que son "demasiado blandos e inestables". Para una persona que tiene los pies "blandos y flexibles", advierte, con predisposición a las torceduras de tobillo, este zapato no es adecuado, zanja. Su suela se comprime tan fácilmente que "literalmente caminas sobre un cojín", y eso se puede traducir en dolor al final de la jornada.
"Te sientes bien, pero lo que no ves es que tus músculos, tendones y ligamentos se están fatigando más deprisa". Para demostrarlo, el podólogo sugiere a probar mantener el equilibrio sobre una sola pierna cuando dejamos un pie descalzo contra el suelo y en el otro calzamos crocs. "Verás lo inestables que son".
2. Sandalias: Este tipo de calzado no se une al pie, advierte el especialista, "y solo aletean". Esto obliga a los dedos a agarrarse a las cintas que las recorre, "causando dedos en garra", y hace que no levantemos el pie lo suficiente al andar.
3. Zapatos flexibles y sin cordones: Como en el caso de los crocs, este calzado es demasiado inestable, valora Alonso. Esto es especialmente problemático ya que, debido a la comodidad con la que se pueden poner, el podólogo apunta que es común verlo en "personas mayores" que ya sufren problemas de por sí para mantener el equilibrio.
Al caminar con estos zapatos, sostiene, el pie "rueda de lado a lado", mientras que el tobillo se mantiene firme cuando está sujeto con cordones al pie. De este modo se evita una "rotación excesiva".
Ojo a pisar demasiado plano
Las lesiones provocadas por un calzado demasiado plano, como las sandalias, pueden conducir a la fascitis plantar, explicaba a EL ESPAÑOL Juan Carlos Montero, del Colegio Profesional de Podología de la Comunidad de Madrid (COPOMA). Esta dolencia consiste en un proceso inflamatorio en la estructura musculotendoide que recubre la planta del pie.
"Se suele dar porque estamos acostumbrados a caminar con calzado que tiene más altura en la zona del talón, al pasar a uno completamente plano se sobrecarga esta estructura del pie", explicaba. "También puede provocar problemas en los gemelos y los isquiotibiales porque tienen que trabajar más". Igualmente, abusar de las chanclas puede provocar problemas en las rodillas o lumbares.
"Los zapatos excesivamente rígidos tampoco son beneficiosos, el pie tiene que poder movilizarse en la zona del tobillo y el antepié", advertía Carolina Rosende Bautista, podóloga de la Universidad de A Coruña. "Antes se usaban botas porque se creía que podía prevenir el esguince. Ahora, todos los modelos dejan el tobillo fuera porque la propiocepción (la capacidad de saber en qué posición está nuestra articulación) nos permite no excedernos".