El paracetamol desbanca al omeprazol como fármaco más consumido: por qué España está 'enganchada' a los analgésicos
- Más de uno de cada diez medicamentos consumidos en España está indicado para el tratamiento del dolor.
- Más información: El analgésico vendido en España que se vincula con la muerte de 3.400 personas en Reino Unido
En 2019 se consumieron en nuestro país 43 millones de cajas de paracetamol. Era el segundo medicamento más vendido con receta tras el omeprazol, que le superaba en 5 millones de envases.
Tres años después, el erróneamente conocido como 'protector estomacal' facturó 2 millones más, hasta los 50. Las ventas del analgésico habían crecido en 16 millones de envases, según los últimos datos —los correspondientes a 2022— aportados por el Ministerio de Sanidad.
El paracetamol no es el único medicamento para el dolor entre los más consumidos. Junto al metamizol (el famoso Nolotil), el ibuprofeno, la combinación tramadol-paracetamol y el dexketoprofeno, suponen el 11,3% del total de medicamentos que se consumen en España.
Es decir, que más de uno de cada diez fármacos que se consumen en nuestro país es un analgésico.
Podrían ser más. El quinto medicamento más vendido es el ácido acetilsalicílico, la famosa Aspirina, si bien los datos del ministerio apuntan a que su uso es el de antiagregante, para evitar la formación de trombos sanguíneos.
Aunque el aumento del consumo de paracetamol es el más espectacular, el resto de analgésicos de la lista han visto notables incrementos en los últimos años.
El metamizol sódico ha experimentado un crecimiento del 30% desde antes de la pandemia, pasando de 25 millones de envases en 2019 a 32,6 millones en 2022.
El ibuprofeno ha vivido una subida más modesta: de 16 a 19 millones, producto de la mala fama que tuvo durante la pandemia de Covid, cuando llegó a asociarse —luego se demostró que no era cierto— a efectos adversos graves.
De hecho, su consumo decreció en 2020 y 2021. En 2022 volvió a alcanzar la normalidad, experimentado un crecimiento del 30% en ventas en tan solo un año.
La combinación de tramadol y paracetamol es la que se ha mantenido más o menos estable, pasando de 14 millones de envases en 2019 a 15,5 en 2022. Finalmente, el dexketoprofeno pasó de 9,2 millones a 12 millones, un crecimiento del 30% en el mismo periodo de tiempo.
La pandemia impulsó un fenómeno que se venía experimentando antes. El consumo de paracetamol, ibuprofeno y dexketoprofeno ya había experimentado un aumento cercano o superior al 10% en 2019 respecto al año anterior.
Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), explica a EL ESPAÑOL que hay dos fenómenos que explican, en parte, este crecimiento.
"Uno, la patología que conlleva el incremento de la actividad física en jóvenes, cuando el deporte no suficientemente controlado provoca lesiones agudas y exige analgésicos y antiinflamatorios".
De hecho, observa que "tras la pandemia" ha aumentado el número de personas "nacidas en los años 80 y adelante" que acuden a la consulta médica.
La segunda razón apela a las personas mayores, en las que "ha aumentado la patología osteo-muscular y no tenemos disponibles otras alternativas no medicamentosas que podrían reducir el consumo de fármacos para el dolor", como la fisioterapia.
Tolerancia al dolor
Eduardo Satué, farmacéutico y presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), intuye que hay algo más detrás.
"No lo digo en base a ningún estudio científico pero, probablemente, el umbral de dolor ha bajado: somos una sociedad más sensible al dolor, que es algo legítimo, no tenemos por qué sufrir teniendo medios para evitarlo, pero eso implica un aumento del consumo de analgésicos".
A este respecto, la presidenta de la Sociedad Española del Dolor, la anestesióloga María Madariaga, no cree que seamos menos tolerantes al dolor sino que el ritmo de la sociedad actual impide parar por enfermedad.
"Ser menos tolerante al dolor no me parece malo, lo que ocurre es que tratamos de medicarnos para no para nuestra actividad, nuestra vida, etc. Eso, en algunas ocasiones, puede suponer que no haya más tratamiento que el farmacológico".
Madariaga apunta un hecho preocupante. "Hasta 2018 nos manejábamos con cifras de prevalencia del dolor crónico [ese que permanece durante más de tres meses] en torno al 18%. El último barómetro del dolor, referido al año 2022, observaba una prevalencia del 25%".
Este barómetro, basado en encuestas telefónicas y online a 7.000 personas de entre 18 y 85 años, "viene a decir que el dolor crónico, quizá no tan grave como al que nos dedicamos los especialistas en dolor [el refractario o que causa alto impacto en la salud de la persona], es bastante frecuente en la población".
No obstante, la anestesióloga cree que la prevalencia "debería mantenerse más o menos estable porque no ha habido un aumento concreto de las patologías, pero lo cierto es que ha aumentado".
¿Qué nos dicen los datos del Ministerio sobre los analgésicos más consumidos? Para Eduardo Satué, "bien está que el primer lugar lo ocupe el paracetamol y no otro. Es un medicamento bien tolerado y nos evita los problemas que tienen otros fármacos como los antiinflamatorios".
La mala fama del ibuprofeno
En esta categoría entran el dexketoprofeno y el ibuprofeno, "cuyo uso continuado e intensivo puede provocar problemas renales". La mala fama de este creció exponencialmente al principio de la pandemia tras informaciones que relacionaban los antiinflamatorios con un riesgo de empeoramiento de la Covid.
De hecho, fue el entonces ministro francés de Sanidad, Olivier Véran, quien lanzó la alerta y ordenó paralizar su venta auto-servicio en marzo de 2020. Esas acusaciones fueron refutadas poco después pero las ventas del fármaco se resintieron también en 2021.
"El ibuprofeno tiene una potencia media", explica María Madariaga. "Aunque hay otros antiinflamatorios con mayor riesgo cardiovascular por su potencia, como el diclofenaco, no está exento de riesgo".
El paracetamol, con todo, "es más seguro que los antiinflamatorios pero tampoco es agua. Tiene efectos adversos a nivel hepático si se toma durante un tiempo. Hay que controlarlo".
Otro medicamento que está adquiriendo mala fama en los últimos tiempos es el metamizol o Nolotil, al relacionarse con un efecto adverso grave, la agranulocitosis, que ha provocado varias muertes.
Se trata de una reacción muy poco frecuente, tan rara que no se ha establecido una probabilidad, pero se piensa que afecta especialmente a poblaciones del centro y norte de Europa.
Y esto es una pena porque "tiene menos riesgo gastrolesivo o renal que el diclofenaco o el ibuprofeno", explica Eduardo Satué. "A medida que España es más diversa, se está detectando un incremento de efectos adversos pero no con la gente de aquí sino la de origen extranjero".
Respecto a la combinación de tramadol y paracetamol, el presidente de Sespas apunta que el primer fármaco es un derivado de opiáceo, por lo que puede tener riesgo de somnolencia "y no es recomendable si una persona tiene que manejar un coche o maquinaria".
Los expertos consultados por este periódico recuerdan que, ante la duda, es mejor consultar a los profesionales de la atención primaria. "Para eso tenemos a nuestro médico de familia", recuerda María Madariaga, "o al farmacéutico, que tiene una formación sanitaria brutal".