"Decir que mata no es una exageración": una 'epidemia' de soledad se ceba con la salud de millones de personas en España
- Uno de cada cinco españoles se siente solo sin desearlo, lo que se asocia con una mortalidad prematura y más consumo de psicofármacos.
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La soledad es un tema que preocupa cada vez más a la ciencia. Desde los últimos años, se han multiplicado las investigaciones que indagan sobre los efectos que puede tener en la salud física y emocional de las personas y cómo puede afectar a la calidad de vida. La preocupación no es para menos porque no para de ganar terreno. En España, uno de cada cinco ciudadanos, el 20%, la experimenta, según el Barómetro de 2024 del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada.
Este fenómeno se asocia con una mortalidad prematura, la hiperfrecuentación de los servicios sanitarios y el incremento del consumo de psicofármacos, cuenta Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Un estudio reciente de BMC Medicine respalda esta afirmación. Los autores vieron que quienes no reciben visitas con frecuencia (al menos una al mes) de amigos o familiares tienen un 39% más de riesgo de morir antes de tiempo.
No es el único, el año pasado un artículo de la revista Jama Neurology afirmaba que la soledad no deseada elevaba las probabilidades de sufrir párkinson casi un 40%. Armenteros añade que la literatura científica ya ha demostrado otros problemas con los que se relaciona. "Estamos hablando de alteraciones inmunológicas y una mayor tendencia a trastornos incluidos el cáncer, la demencia y las enfermedades cardiovasculares", ilustra.
El experto de la SEMG resalta que en esta problemática no puede obviarse lo que él llama "la patología emocional". Se refiere a que experimentar esta sensación también se relaciona con mayores niveles de ansiedad, depresión y trastornos del sueño. Esto es algo completamente esperable, según la psicóloga clínica María Martín.
Una de las principales necesidades del ser humano es estar en contacto con sus iguales. Es fundamental desarrollar vínculos profundos con los demás y tener una sensación de pertenencia, de que se cuenta con una red de apoyo, esgrime la experta.
Por eso se relaciona con mayores niveles de depresión, cuenta Martín. Esta patología está asociada a la pérdida de reforzadores, los aspectos de la vida que hacen sentir bien a las personas. "Privarse de comunidad hace que el estado de ánimo se reduzca mucho y favorece su desarrollo".
A la vez, se puede producir un bucle, porque un estado depresivo puede llevar también a que la persona que lo experimenta se aísle porque no tenga energía para favorecer esos vínculos con quienes le rodean. La soledad no deseada también puede estar vinculada a la ansiedad. El miedo a experimentar la primera puede desembocar en la segunda, señala la experta.
El psicólogo y divulgador Ramón Nogueras expone que también potencia el estrés. La soledad desencadena una cascada de respuestas neuronales y hormonales que elevan los niveles de estrés, lo que puede aumentar, una vez más, el riesgo de depresión, apunta.
Nogueras lo deja claro: "Decir que la soledad mata no es en absoluto una exageración, y es un riesgo enorme para múltiples problemas". No solo puede desencadenar trastornos y enfermedades mentales, sino que también puede agravar los preexistentes. "En consulta se ve una gran diferencia entre el avance en personas que tienen una red de apoyo sólido y los que no", agrega Martín.
¿Qué pasa con las personas mayores?
La literatura científica suele mostrar una relación en forma de U entre la edad y la soledad no deseada. Es decir, quienes lo experimentan más son los jóvenes y las personas mayores. En el último caso, Andrés Losada, portavoz de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), explica que afecta a distintas dimensiones.
A nivel conductual, hace que tiendan a realizar menos actividades. Esto se convierte en un círculo vicioso porque esa desmotivación hace que pierdan capacidades y reduzcan aún más las posibilidades de relacionarse con otras personas, indica Losada.
También tiene aspectos cognitivos: la soledad se relaciona mucho con formas de pensar muy desadaptativas. En las personas mayores se pueden producir "autoestereotipos negativos o la confirmación de la profecía autocumplida", cuenta. Con esto se refiere a que se convencen de que, por su edad, lo que les toca es estar solos y que no tiene solución. Ese planteamiento también inicia ese efecto conductual mencionado anteriormente.
"Experimentar soledad no deseada se traduce en tristeza, ansiedad y preocupación", dice el experto. La ciencia también ha corroborado que esta situación se asocia con un deterioro físico y psíquico de los más mayores, incluida la demencia, afirma. "Parece que hay literatura suficiente y contundente que demuestra que la soledad inicia procesos de deterioro cognitivo".
El geriatra recalca que la soledad afecta a toda la sociedad, pero los prejuicios con los que se mira a las personas mayores hacen que parezca que les afecta más. "Se cree que son más débiles, que tienden a estar más solas o que es lo que les toca". Esto hace que, al final, la propia sociedad también favorezca su aislamiento.
Armenteros cuenta que los trastornos de sueño provocados por la soledad no deseada, sumado a la edad avanzada y a la inmunosenescencia (la reducción de la capacidad inmunológica en personas mayores) es un cóctel que puede derivar en una peor salud física.
Cómo abordarlo
Tanto Losada como Armenteros creen que no existe una concienciación suficiente del problema que supone la soledad no deseada en España. Se habla más que hace 20 años, pero todavía no se aborda correctamente, según el experto de la SEGG.
Este problema al final se traduce en un mayor gasto de recursos económicos y sanitarios, ya que las personas que la sufren tienen que acudir más al médico y consumen más medicamentos como los psicofármacos. "Es importante que desde las autoridades y la administración pública se tome la conciencia de este problema y de la gravedad que puede tener en el futuro y que se tomen medidas adecuadas para poderlo afrontar", dice el portavoz de la SEGG.
Para atajarlo hay que potenciar que los médicos puedan detectarlo en las consultas y contar con los profesionales necesarios para acompañar a los pacientes y prevenir situaciones que puedan derivar en problemas peores a nivel físico y emocional. "Hay que abordarlo con claridad y sinceridad", indica Armenteros.