El idilio de los negacionistas con la ivermectina: el remedio de Mel Gibson para el cáncer que desmontan los expertos
Las declaraciones de Mel Gibson en el pódcast de Joe Rogan han devuelto la ivermectina al primer plano de las pseudoterapias.
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"Te voy a contar una historia. Tengo tres amigos, todos con cáncer en estadio IV. Ninguno de los tres tiene cáncer ya. Y tenían algo muy serio". "¿Qué tomaron?" "Tomaron algunas cosas de las que has oído hablar". "Ivermectina, fenbendazol... Sí, lo he oído mucho". [...] "Sí, estas cosas funcionan, tío".
Es un fragmento de una conversación entre la estrella de Hollywood Mel Gibson y Joe Rogan, el conductor de uno de los pódcasts más escuchados en Estados Unidos. Los dos mencionan estos productos y algún otro (hidrocloruro, azul de metileno) como artífices de curas milagrosas del cáncer.
Joe Rogan, conocido antivacunas, remata: "Cuando escuchas cosas que son demonizadas y resulta que son eficaces te preguntas, ¿qué está pasando? ¿Cómo es que las instituciones médicas nos han fallado tanto que cosas que te curan no se promocionan porque no son beneficiosas?"
GIBSON: "I have three friends. All three of them had stage four cancer. All three of them don't have cancer right now at all."
— Chief Nerd (@TheChiefNerd) January 10, 2025
ROGAN: "What did they take?"
GIBSON: "Ivermectin, Fenbendazole" pic.twitter.com/onLx5bvDcG
En apenas un minuto, Gibson y Rogan tocan todos los palos de las pseudoterapias: curas milagrosas, poca concreción y sospechas sobre médicos y farmacéuticas codiciosas que ocultan productos revolucionarios porque no dan dinero.
La ivermectina, sin embargo, es un fármaco desarrollado por un laboratorio farmacéutico que ha donado millones de unidades a la Organización Mundial de la Salud y que ha sido un éxito frente a enfermedades causadas por parásitos.
Pero no cura el cáncer.
Este no ha sido el primer uso 'milagroso' que le han adjudicado. Fue desarrollado en los años 70 y 80 por una colaboración entre el Instituto Kitasato japonés y el laboratorio farmacéutico norteamericano Merck, Sharp and Dome.
Entre finales de los años 80 y la década de los 90 comenzó a utilizarse para combatir la ceguera de los ríos, una enfermedad parasitaria transmitida por la mosca negra que provoca inflamación, lesiones en la piel y pérdida de la visión.
El Instituto Kitasato renunció a la patente y Merck realizó donaciones masivas, gestionadas por la OMS, la Fundación Carter o la Fundación Bill y Melinda Gates. En la primera década del siglo XXI se habían repartido miles de millones de unidades en comunidades rurales de África, América Latina y Oriente Próximo, poniendo esta enfermedad al borde de la erradicación en lo que ha sido uno de los grandes éxitos de la salud pública mundial de los últimos 50 años.
El medicamento también mostró eficacia contra otras enfermedades parasitarias, tanto en humanos como en animales, y solo era cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriera rizar el rizo con aplicaciones menos ortodoxas.
"Primero se propuso como una cura para el autismo", recuerda Emilio José Molina, ingeniero y vocal de la Asociación para Proteger al Enfermo de las Terapias Pseudocientíficas.
"Defensores de las pseudoterapias como Josep Pàmies proponían que el autismo es una infección parasitaria y puedes curarlo con antiparasitarios", explica. A día de hoy hay grupos de Telegram y personajes de Instagram que anuncian que se puede curar el trastorno del espectro autista con una gota de ivermectina al 1% en el ombligo del niño.
Fracaso contra la Covid
El ascenso de este medicamento a la gloria pseudocientífica llegó con la pandemia. A principios de abril de 2020, unos investigadores australianos observaron cómo la ivermectina acababa con el SARS-CoV-2 en cultivos celulares de laboratorio en tan solo 48 horas.
La noticia causó un revuelo. Un fármaco barato, bien conocido y ampliamente disponible podía acabar con el virus que había puesto en jaque al mundo entero. Inmediatamente se pusieron en marcha diversos estudios en pacientes de Covid... Y fracasaron: en humanos, la ivermectina no acababa con el virus a dosis tolerables.
"Mostró eficacia in vitro pero las dosis requeridas para que, por vía oral, llegara a tejidos humanos en la cantidad y concentración suficiente, eran entre 50 y 100 veces las que se utilizan para tratar determinados parásitos, con un evidente riesgo de efectos secundarios graves, de toxicidad renal y hepática", apunta Javier Membrillo, vicepresidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).
Membrillo recuerda que un experimento de laboratorio o una vivencia personal no es suficiente para demostrar la eficacia de un medicamento. "La evidencia científica se obtiene por medio de ensayos clínicos aleatorizados, con estudios de seguridad y comparados con placebo o fármacos equivalentes, que demuestren potencia estadística y descarte sesgos y otros factores que puedan inducir a confusión".
Los ensayos clínicos realizados con ivermectina contra la Covid no han mostrado eficacia clínica y, los que anunciaban que sí lo habían hecho, han acabado siendo retractados.
La base de datos de estudios retractados sobre la Covid del portal Retraction Watch recoge 14 de estos estudios, un número similar a otro infame fármaco contra el coronavirus, la hidroxicloroquina.
Pero aquí entra un elemento que Emilio José Molina quiere recalcar. "Normalmente, [las pseudoterapias] no están exentas de cierto fundamento, de cierta actividad que ha mostrado en algún estudio in vitro", y los defensores de las pseudoterapias se agarran a ello como a un clavo ardiendo.
En la paranoia de teorías conspiratorias que florecieron con la pandemia, el fracaso de la ivermectina fue el caldo de cultivo ideal para señalar que nos están ocultando algo. El fármaco empezó a ganar popularidad entre círculos anti-vacunas y los negacionistas "cuando tienen un martillo, todo son clavos", resume Molina.
La ivermectina se descartó pero "este tipo de gente siguió con su martillo, igual que con el MMS, el azul de metileno o cualquier otro producto milagroso. Lo raro es que este tipo de productos no se propongan para todo".
Solo era cuestión de tiempo que las miradas se dirigieran al gran Leviatán del mundo moderno, la hidra de las 200 cabezas: el cáncer. "En efecto, se han hecho estudios legítimos desde hace décadas para ver si la ivermectina se podía utilizar en algunos tipos de cáncer, como el colorrectal", apunta Molina, "pero, de nuevo, nada concluyente. Por supuesto, la realidad nunca ha sido un obstáculo para los vendehúmos".
La realidad es que los estudios que ha habido sobre el tema son todos muy preliminares. Si uno acude a la base de datos de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, PubMed, no hay ni un solo ensayo en humanos sobre la ivermectina para el cáncer.
Esto no es óbice para que Mel Gibson y Joe Rogan clamen que es la cura buscada y que no interesa que se sepa. "Es la primera vez que oigo hablar de ello", reconoce César Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica y oncólogo en el Hospital Universitario de Salamanca.
Lo que más llama la atención a Rodríguez es cómo se habla de cáncer, así en genérico, "cuando es diversa y variada, hay perfiles genómicos muy diferentes... Es un conjunto de más de 200 tipos de enfermedades y con subtipos, es absurdo que un producto que nunca se ha utilizado contra el cáncer ni tiene una diana tumoral específica pueda tener eficacia".
Para el oncólogo, lo más grave es que este medicamento pueda generar algún efecto negativo "cuando se utiliza en cosas para las que no está pensado" y que los pacientes puedan abandonar tratamientos no milagrosos pero sí con eficacia demostrada.
Aunque es consciente del efecto altavoz que generan las redes sociales ante declaraciones de este tipo, Rodríguez pide "sensatez" a los ciudadanos y recuerda que los pacientes pueden consultar siempre con su oncólogo, "con toda la confianza del mundo", todo tipo de dudas.