P. Fava
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"El peor momento fue cuando llegamos, prácticamente, a los 1.000 muertos en un día... [resopla] Eso quizás fuera el momento más duro". Fernando Simón, quien fuera el rostro y la voz de las autoridades sanitarias durante la primera ola de la pandemia de Covid-19 y el confinamiento, se confiesa con Jordi Évole. La fecha a la que hace referencia es el dos de abril de 2020. Ese día está marcado en negro en la crónica de aquella etapa.

España rozaba aquél día los 1.000 muertos contabilizados en 24 horas -se informaría oficialmente de 950 decesos, el récord diario- y cruzaba el hito de los 10.000 fallecidos desde el primer caso detectado en suelo español, un turista alemán que dio positivo en La Gomera en enero de 2020. Aunque la figura de Simón, con sus ademanes conciliadores, melena fosca y característica voz aflautada y rasposa, se había convertido en referente para los españoles confinados desde el 15 de marzo, no fue él quien comunicó las tristes cifras en la rueda de prensa diaria.

El motivo fue de fuerza mayor: Simón había dado positivo por coronavirus el 31 de marzo, y se encontraba confinado en casa para cumplir el preceptivo aislamiento. Aunque se conectó por videoconferencia en algunas ocasiones durante ese periodo, la encargada de comunicar la luctuosa cifra el dos de abril en la rueda de prensa posterior al Comité de Gestión Técnica del Coronavirus fue su subordinada María José Sierra, jefa de Área del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.

Para entonces, Fernando Simón ya era era figura controvertida por una tendencia que no haría más que acrecentarse: su optimismo infundado. El colaborador de EL ESPAÑOL Guillermo Ortiz se preguntaba cómo pudimos pasar de "España no va a tener más que algún caso aislado" a "esta es la guerra de nuestra generación" en mes y medio. "Mucha gente hizo mal su trabajo. España empezó a crecer al ritmo de Italia, y el Gobierno, aturdido, fue copiando sus medidas. Primero se barajó un cierre de Madrid, y al final se optó por un confinamiento de todo el país", escribía al término del primer año de pandemia.

No sorprende, por tanto, que Simón se eche las manos a la cabeza al escucharse a sí mismo cinco años después, como confiesa a Évole. Ya por entonces había soliviantado a los sanitarios al afirmar que "cuando hay un profesional afectado, todos los profesionales a su alrededor son testados y se identifica los que den positivo". Esto se demostró falso, ya que la primera ola de la Covid se caracterizó por la drástica falta de dispositivos de protección, de tests PCR y de capacidad de rastreo. Los dos primeros factores se resolvieron con la producción en masa de mascarillas y la llegada de tests de antígenos, pero el tercero fue un fracaso.

Otra importante polémica fue la del colapso de las UCI, que Simón negó. "El caso de Madrid es paradigmático de lo que es una catástrofe sanitaria", rememoraba Ortiz. "A principios de abril, se juntaron hasta 1.600 personas en las UCI de los hospitales madrileños y casi 14.000 en planta. Solo había 18.000 camas disponibles, de las cuales poco más de 1.000 estaban vinculadas a una unidad de cuidados intensivos. Se hicieron UCIs en quirófanos, en salas de reanimación, en hospitales de día, en pasillos… Se dio el alta a todo el que pudiera ser dado de alta y en su lugar se puso a un enfermo Covid".

Oficialmente, la primera ola dejaría 246.272 contagios -uno de cada 5 entre sanitarios- y más de 28.000 muertos, pero son cifras lastradas por el infradiagnóstico: la sobremortalidad en esos días apunta a 45.000 víctimas. Pero aquél dos de abril negro también supuso tocar techo: la incidencia bajaría en las semanas sucesivas hasta los 10 casos por 100.000 habitantes a 14 días en el momento del desconfinamiento. Remontaría rápidamente, y la pandemia no empezaría a doblegarse hasta la llegada de las primeras vacunas contra la Covid a finales de año.

Como recuerda Lo de Évole, la pandemia se cobraría 120.000 vidas en España, "y siete millones en todo el mundo", apostilla Simón. El epidemiólogo no volvería a tener la exposición pública de la primera ola de la Covid y, aunque sigue en el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, apenas le hemos escuchado ante otras pandemias como la viruela del mono. Para los expertos en gestión sanitaria, el balance de su gestión tiene luces y sombras. "No era mala la situación en cuanto a lo que él hacía, pero hacerlo con cierta independencia es complicado".