
El australiano Fraser fue diagnosticado de alzhéimer con 41 años.
Me diagnosticaron alzhéimer cuando sólo tenía 41 años: estas son las señales tempranas en España que no debes obviar
Aunque la edad es el principal, existen otros factores que pueden incrementar significtivamente el riesgo de deterioro cognitivo.
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La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia y representa un reto creciente para la salud pública, especialmente en un mundo donde la esperanza de vida sigue aumentando. En España, según datos de la Fundación Pasqual Maragall, la edad es el principal factor de riesgo no modificable para desarrollar esta enfermedad, aunque no es una consecuencia inevitable del envejecimiento. Se estima que 1 de cada 10 personas mayores de 65 años y un tercio de las mayores de 85 padecen alzhéimer.
Sin embargo, aunque la edad es el factor de riesgo más conocido, no es el único determinante del alzhéimer. Existen casos, aunque menos frecuentes, de personas diagnosticadas con la enfermedad en edades tempranas, como el de Fraser, un profesor e investigador australiano que recibió su diagnóstico a los 41 años. Su historia desafía la percepción de que el alzhéimer es una enfermedad exclusiva de los mayores y pone en evidencia la importancia de seguir investigando sus causas y factores de riesgo.
Condicionado en su vida cotidiana
En un video publicado en YouTube, que ha acumulado más de 110.000 visitas, detalló dos importantes "fallos de memoria" que, en retrospectiva, fueron señales de que algo estaba ocurriendo en su cerebro. La primera ocurrió cuando tenía 39 años y vio una película entera sin darse cuenta de que ya la había visto antes. "Mi pareja me dijo: 'la vimos hace un mes'", explica. "De todas formas, la vi completa y el final me sorprendió totalmente. No tenía ningún recuerdo de haberla visto”.
Fraser no le dio demasiada importancia en ese momento. Pero la preocupación fue subiendo de nivel a medida que hechos como similares se repetían. Por ejemplo, cuando una noche, preocupado, salió en busca de su hija adolescente, creyendo que estaba desaparecida. "Mi hija me dijo numerosas veces a lo largo del día que iría al cine con una amiga y que volvería tarde", explicó. "Llegó la noche y entré en pánico por su ausencia".
Poco a poco, comenzó a notar problemas más evidentes en su cognición. Finalmente, fue diagnosticado con alzhéimer de inicio temprano a los 41 años. Para lidiar con sus síntomas, Fraser ha desarrollado estrategias como escribir notas para sí mismo y pedir a sus hijas que le envíen mensajes de texto para recordarle sus planes, incluso si ya se los han dicho en persona.
Desde su diagnóstico, Fraser ha identificado otros síntomas que le resultan difíciles de manejar, incluso en tareas diarias y cotidianas. "Si alguien organiza algo y luego cambia los planes, casi siempre recordaré la primera versión y me equivocaré. Es como si una niebla cubriera mi cerebro y no pudiera concentrarme bien".
No solo la edad
En la mayoría de los casos, el alzhéimer no es una enfermedad hereditaria. No obstante, la presencia de ciertas variantes genéticas puede aumentar la probabilidad de desarrollarlo, especialmente en diagnósticos a edades tempranas, como en los 30 o 40 años. Un ejemplo es el gen APOE-e4, cuya presencia se asocia a un mayor riesgo de padecer la enfermedad. Sin embargo, solo el 1 % de los casos están directamente vinculados a una causa genética hereditaria.
Junto con la edad y los factores genéticos, existen otros elementos que pueden incrementar significativamente el riesgo de padecer alzhéimer. Según la Fundación Pasqual Maragall y diversas investigaciones científicas, algunos de estos factores son modificables y pueden reducirse o controlarse mediante hábitos saludables.
El sedentarismo está relacionado con un mayor riesgo de deterioro cognitivo, por lo que se recomienda realizar ejercicio de forma regular para mejorar la circulación sanguínea y la salud cerebral. De igual manera, una alimentación inadecuada, basada en dietas ricas en grasas saturadas, ultraprocesados y azúcares, puede aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad. Una buena opción es seguir una dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres, pescado y grasas saludables.
Las enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión, la diabetes tipo 2, el colesterol alto y la obesidad, también elevan el riesgo de demencia. Mantener un peso saludable, controlar la presión arterial y los niveles de azúcar en sangre puede ser clave para prevenir la enfermedad. Asimismo, una baja reserva cognitiva puede acelerar su aparición. Actividades como leer, aprender cosas nuevas, resolver crucigramas o practicar juegos de lógica pueden ser beneficiosas.
El aislamiento social es otro factor de riesgo importante, ya que las personas con menos interacciones sociales tienen mayor predisposición al deterioro cognitivo. Mantener relaciones activas y participar en actividades grupales es una buena estrategia para proteger la salud mental. Del mismo modo, el estrés crónico, la ansiedad y la depresión pueden afectar la función cerebral y aumentar la vulnerabilidad al alzhéimer. Técnicas de relajación y una adecuada gestión emocional pueden ayudar a reducir su impacto.
El consumo de alcohol y tabaco también influye en la aceleración del deterioro cognitivo, por lo que reducir o eliminar estos hábitos disminuye el riesgo de enfermedades neurodegenerativas. Finalmente, la falta de sueño puede impedir que el cerebro elimine toxinas acumuladas, aumentando la probabilidad de desarrollar la enfermedad. Mantener una buena higiene del sueño y dormir entre 7 y 9 horas diarias es fundamental para la salud cerebral a largo plazo.