En junio de 2013 salió a la luz el programa de cibervigilancia masiva de la Agencia de Seguridad Nacional de EEUU (NSA), lo que disparó las alarmas sobre un excesivo control sobre la privacidad de los ciudadanos. Al mismo tiempo, y más después de hechos como la masacre de París, existe miedo por el ciberterrorismo en su rama más agresiva.
Todos estos asuntos se tratan en El quinto elemento (Ed. Deusto), de Alejandro Suárez, en el que se detallan escenarios en los que nuestro teléfono nos espía o se puede montar un dron con explosivos para estrellarlo en un lugar público. En una conversación con EL ESPAÑOL, el autor compara nuestros móviles con el Gran Hermano de Orwell, y salen malparados. En vez de las cámaras impuestas a los ciudadanos en las habitaciones de su casa, como en 1984, hoy en día tenemos smartphones, útiles y deseables por todos.
No es el primer libro que aparece en relación con esta temática. El que fuera columnista del diario The Guardian, Glenn Greenwald, habló de su encuentro con Snowden y profundizó en las implicaciones que tenía el espionaje masivo de la NSA en su Snowden. Sin un lugar donde esconderse.
El propio Julian Assange, fundador de Wikileaks, criticó el ciberespionaje en Cypherpunks: La libertad y el futuro de Internet, publicado antes de las revelaciones de Snowden.
Un escenario pintado de negro
"Hemos vivido la parte buena de la tecnología y estamos viendo ahora mismo cómo hay un lado más negativo que vamos a empezar a sufrir", comenta Suárez. La palabra cibercrimen va asentándose poco a poco en nuestro vocabulario, como consecuencia de noticias sobre robos de datos de tarjetas de crédito y diversos tipos de estafas en internet. Cibercrimen (Tibidabo, 2015), en cuya portada se puede leer "¡Protégete del Bit-Bang!", es precisamente el título de otra novedad editorial, escrita por Manel Medina y Mercè Molist.
En El quinto elemento su autor va un poco más allá y se adentra en las posibilidades que la tecnología ofrecería al ciberterrorismo. Concretamente, habla de drones cargados de explosivos que servirían para atentar remotamente, algo que el FBI ya habría detectado, llegando incluso a detener a sospechosos de querer perpetrar alguna acción con estos ingredientes.
Suárez ilustra este escenario desestimando la eficacia de los controles de seguridad del AVE. "Es absurdo, porque yo me voy a Albacete, me siento con un dron cargado de explosivos, lo choco contra el AVE y ahí no queda nadie", especula. El autor apunta a que en el futuro veremos trenes con inhibidores que impidan volar alrededor a ningún objeto. Pero, si todo esto se prevé, la pregunta es: ¿por qué no han aparecido ya?
Para Suárez la respuesta hay que buscarla en el juego entre oferta y demanda: "No se hace porque requiere de una inversión brutal en I+D y nadie quiere gastarse muchísimo dinero si no hay un cliente final". Explica que en el caso de la seguridad aérea, los escáneres corporales 3D de termocalor y otras tecnologías para detectar armas y explosivos se desarrollaron a raíz del 11 S, cuando había un comprador gigantesco, como era el gobierno de Estados Unidos, muy dispuesto a pagar bien por los nuevos equipos.
Con el mundo occidental conmocionado por los atentados en Francia cabe preguntarse qué prioridad merece el desarrollo de tecnología para contrarrestar drones con explosivos si un grupo de personas armadas puede acabar con la vida de más de 100 personas en unas horas en pleno París. "Son actuaciones que están en un plano distinto. Una cosa son los crímenes físicos y otra los que se puedan llevar a cabo por medio de la tecnología. Si el terrorista en vez de plantarse en el campo de fútbol con un cinturón de explosivos lanza tres drones cargados con armas encima de la gente, aquello hubiera sido una masacre", señala Suárez.
Ciberespionaje: ojos en cada pantalla
La otra vertiente de la tecnología que genera inquietud es el espionaje. En El quinto elemento, Suárez cuenta que a la todopoderosa NSA se le resistía el cifrado de Skype. Y como no encontraba la fórmula para burlarlo, Microsoft compró la compañía. "Fue una compra al menos tan estratégica para el gobierno de Estados Unidos como para la propia Microsoft", comenta.
Como las revelaciones de Snowden pondrían después en conocimiento público, la NSA tenía acceso a los datos que manejaban las compañías estadounidenses, así que el problema con el cifrado de Skype había quedado resuelto.
Cuesta creer que el gobierno de EEUU pueda ordenar este tipo de operaciones a una compañía que genera decenas de miles de millones de dólares al año. Suárez cree que sí las puede incentivar, ofreciendo a cambio contratos públicos jugosos, por ejemplo. "El gobierno americano tiene la suerte de que las grandes compañías tecnológicas son de allí. Y las que no lo son acaban siendo compradas por empresas con bandera en Estados Unidos".
Lo cierto es que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea declaró inválidos el pasado mes de octubre los acuerdos safe harbor, vigentes hasta el momento entre EEUU y Europa en materia de protección de datos personales. Con este movimiento jurídico la UE reconoce implícitamente que el país americano no es un sitio adecuado para almacenar la información.
¿Volver a los 'móviles tontos'?
El gobierno de EEUU suele aparecer como el gran villano cuando se habla de cibervigilancia, pero Suárez señala a todos los gobiernos y, por qué no, también a empresas. Al preguntarle si la solución para zafarse de las angustias es volver a un móvil tradicional contesta: "Yo lo tengo".
A su lado, encima de la mesa, resplandece un iPhone. "Pero hay determinadas reuniones, sobre todo de fusiones y de compras de empresas que hacemos nosotros, en las que este teléfono y este reloj [su smartwatch] se quedan en un cajón y yo voy con un Nokia 3100", aclara.
"No se puede volver al monte, pero sí que hay que hacerse preguntas. La tecnología ha llegado tan de repente, tan rápido y de una manera tan rotunda que la gente la abraza y la utiliza sin hacerse las preguntas correctas", destaca Suárez.
El quinto elemento es por ahora el último libro –seguramente no por mucho tiempo– publicado sobre ciberseguridad y ciberespionaje. En los últimos años han aparecido varios títulos sobre el tema. A España han llegado El caso Snowden: Así espía Estados Unidos al mundo, de Antoine Lefebure, y De Orwell al cibercontrol, de Armand Matterlart y André Vitalis, ambos encaminados a desmenuzar el espionaje de la NSA, así como el rastreo que Facebook lleva a cabo con sus usuarios.
Los autores españoles, que también los hay, se han decantado por menos análisis y obras más pragmáticas, orientadas a formar a los lectores. Es el caso de El pequeño libro rojo del activista en la red, de Marta Peirano, y del Manual del ciberactivista, de Javier de la Cueva.