Un amplísimo reportaje de la revista Wired sobre Magic Leap, la startup de Florida que promete toda una revolución en el campo de la realidad virtual, acapara titulares y conjeturas mientras la compañía muestra un nuevo y espectacular vídeo que enseña algunas de sus posibilidades.
Esta compañía, que ha logrado recaudar más de 1.400 millones de dólares en tres rondas de financiación sin mostrar su producto (algunos de sus inversores tienen tanto peso como Google, Warner Bros. y Qualcomm), se ha dedicado a publicar vídeos en los que se pueden ver experiencias parecidas a las de quienes han probado el dispositivo: unas lentes -perdón, unos chips fotónicos de campo luminoso- capaces de producir imágenes que interactúan con el mundo real en una suerte de realidad aumentada, llamada "realidad mixta".
Kevin Kelly, de Wired, ha tenido la oportunidad de visitar la compañía y de comprobar los avances de la misma. Y pudo interactuar con el dispositivo, aún en fase experimental. "Descubrí que el prototipo de Magic Leap funcionó sorprendentemente bien, lo que no ha sido el caso de muchos de los otros sistemas mixtos y de realidad virtual que he usado", comenta este periodista.
El texto describe cómo el usuario ve el mundo a través de un cristal, mientras que los elementos virtuales son proyectados desde una fuente de luz en el borde del cristal y se reflejan en los ojos del usuario en haces de luz de una forma única, aunque la compañía se niega a dar más explicaciones.
"También experimenté que la transición de vuelta al mundo real al quitarme lentes de Magic Leap no me costó ningún esfuerzo, es tan cómodo como quitarse unas gafas de sol, algo que tampoco he visto en otros sistemas", comenta Kevin Kelly al narrar su experiencia. Y concluye con una frase clave: "Se sentía como algo natural".
En cualquier caso, Magic Leap sigue sin desvelar detalles sobre su tecnología, cómo funciona realmente o qué lo diferencia de otros sistemas de realidad aumentada, como las HoloLens de Microsoft -que hace menos de un mes comenzó a enviar unidades a aquellos desarrolladores que habían pagado 3.000 dólares por ellas- o, echando la vista un poco más atrás, las gafas de Google, si es que alguien se acuerda de ellas.