¿Le ha llegado su hora al reloj suizo? Treinta años después, los tiempos difíciles han vuelto para los fabricantes de este icono helvético, paradigma tanto de la artesanía y la precisión como del lujo y la ostentación. Aunque existen varios responsables de que en 2016 las exportaciones hayan retrocedido por debajo de los 23 millones de relojes, su nivel más bajo desde 1984, los relojes inteligentes son vistos como la principal amenaza.
En febrero de 2016, los envíos mundiales de smartwatches superaron por primera vez a los relojes suizos: 8,1 millones frente a 7,9.
Para los relojeros, sin embargo, no cunde el pánico y creen que es un bache más del que la industria saldrá tarde o temprano. De acuerdo con el último informe anual de Deloitte sobre el reloj suizo, sólo el 25% de los ejecutivos consideraba al smartwatch una amenaza competitiva, aunque un año antes tan sólo uno de cada diez mandamases de la industria relojera suiza veía peligro en estos gadgets. La gran mayoría, un 69%, veían en la fortaleza del franco suizo un mayor riesgo para su supervivencia.
En 2017, ya no se lo toman tan a broma, y en particular desde el debut del Apple Watch. "Si es cierto que Apple ha vendido sobre 20 millones y tiene una tasa de mercado del 50%, entonces el potencial es enorme", declaró Jean-Claude Biver, director de la división de relojes de LVMH (que incluye marcas como TAG Heuer o Hublot) al medio suizo SonntagsBlick. El ejecutivo confía: "con nuestro saber hacer, la calidad y el prestigio suizos, tenemos las mejores condiciones para dominar también este segmento".
Sin embargo, los datos no respaldan el órdago de Biver. Este pasado año, empresas del sector del reloj de lujo como Tag Heuer, Cartier, Vacheron Constantin o Piaget han tenido que despedir empleados en estos dos últimos años por la caída de las ventas.
Pero hay una gran diferencia entre principios de los ochenta -la última vez que estuvieron en crisis debido a la aparición de los nuevos relojes digitales japoneses como Seiko o Citizen- y 2017.
Entonces, los dos grandes grupos relojeros suizos respondieron creando Swatch, una marca que aspiraba a cubrir la demanda de relojes más baratos. Recortaron costes empleando plástico y menos piezas e introdujeron diseños atrevidos, pero al fin y al cabo se trataba del mismo negocio: fabricar relojes. Ahora, sin embargo, la amenaza viene de empresas tecnológicas que hace unos años decidieron fabricar ordenadores para la muñeca.
Más allá del 'smartwatch'
Los relojes suizos supieron adaptarse a una época en la que ya nadie pregunta la hora. Vivimos rodeados de relojes que nos recuerdan constantemente el momento del día en el que estamos: en el teléfono móvil, en la esquina de la pantalla del ordenador, en el horno microondas o en los termómetros de la calle. Sin embargo, la industria relojera del país alpino supo hacer brillar el valor estético, no sólo práctico, de estas pequeñas joyas de ingeniería.
Estos días, la hora la llevamos en el bolsillo del pantalón y, en cambio, el dispositivo de nuestra muñeca sirve para medirnos la frecuencia cardíaca o contar calorías.
Además del tecnológico, el otro factor que está golpeando al reloj suizo es que los asiáticos ya no lo están comprando. Este grupo de consumidores de alto poder adquisitivo es el responsable de que la venta de relojes suizos aumentara durante la crisis económica. Sin embargo, en 2016 la compra de estos objetos de deseo en Hong Kong, principal mercado mundial, ha caído en un 43% con respecto a 2014. Lo mismo ha ocurrido en países como Singapur, China, Qatar, Arabia Saudí o Japón.
De puertas hacia afuera, los relojeros suizos dicen no estar demasiado inquietados porque creen imposible que alguien que se gasta 50.000 euros en un reloj de alta gama pueda cambiarlo por un Apple Watch de 900 euros. Sin embargo, como recuerda Jean-Claude Biver, las marcas de lujo también se sustentan sobre un lecho de consumidores de clase media-alta que adquieren relojes más económicos: "No hay duda que tendremos una competencia muy dura en el segmento de los 1.200 dólares".
En este sentido, TAG Heuer fue la primera empresa en recoger el guante. Se asoció con Google e Intel para lanzar, a finales de 2015, su smartwatch Connected al precio de 1.400 euros. Luego vinieron otros: Alpina, Frederique Constant, Mondaine o Breitling, con precios entre 995 y 8.900 euros.
Pero el problema sigue siendo el mismo: ya no compiten entre sí mismos, sino contra Samsung, Apple o Google que, para más inri, están colaborando con empresas joyeras tradicionales como De Grisogono para crear relojes inteligentes de lujo antes que ellos.