En Samaná, una pequeña península al noreste de República Dominicana, no hay mulatos. O son negros o "morenitos", como explican con orgullo sus habitantes. "Y no sólo hay un tipo de negro, hay cinco en función de su origen", aclara Wilfredo para tratar de poner en palabras la mezcla de historias e Historia que impregna esta zona de una belleza virgen, salvaje, y que hace que muchos de sus lugareños hablen español en la calle e inglés en la familia.

"Los últimos en llegar fueron los esclavos libertos desde EEUU, concretamente Filadelfia, en 1824, ahora se cumplen 200 años, que han mantenido sus apellidos y hasta su iglesia. Eran 600 personas que se asentaron aquí en Samaná y que siguen con sus costumbres y con su lengua", asegura este guía originario de este grupo estadounidense.

Este cóctel de orígenes y tradiciones hace que esta península sea distinta al resto de República Dominicana, más verde, más negra, más auténtica. Es casi una isla aparte, como se pensó durante mucho tiempo, donde la fuerza de la naturaleza se hace visible en las montañas, en los acantilados, en las miles de palmeras cocoteras y hasta en el mar, Atlántico, donde se ha creado un santuario para que las ballenas jorobadas bajen a aparearse y a tener a sus ballenatos.

Playa pública de Cayo Levantado. E. E.

De hecho, estas playas acabaron conquistando hasta al mayor conquistador español, Cristóbal Colón, que llegó en enero de 1493 y aseguró que Samaná era uno de los lugares más bellos que había visto nunca en toda su vida.

Las gigantes ballenas al amanecer, cantando y bailando junto a sus crías, no es el único atractivo de esta región y Soltour, el turoperador español que trabaja en exclusiva en la zona lo sabe y por eso tiene vuelos directos y organiza excursiones mágicas al Parque de Los Haitises, donde los primeros 'Supervivientes' españoles sufrieron la dureza de la naturaleza, o al río San Juan o a las playas vírgenes como Playa Rincón o Playa Bonita, o un viaje en buggy por los cafetales y cocoteros que te lanza a lo abrupto de una tierra dura pero acogedora.

Una ballena yubarta en la bahía de Samaná. E. E.

Ballenas jorobadas

La bahía de Samaná es el lugar elegido desde hace siglos por las ballenas jorobadas que viven en el Ártico y que entre los meses de enero y abril bajan a este santuario dominicano a disfrutar de las aguas calientes, buscar pareja o tener a sus crías.

Por eso, es fácil ver a estos enormes cetáceos que se arquean como si tuvieran una joroba, de ahí su nombre, canturrear para llamar la atención de la hembra o acompañar a los enormes recién nacidos hasta que están preparados para nadar hasta casa.

Y es que Samaná es uno de esos pocos lugares en el mundo en el que las miles de ballenas que viajan hasta allí cada año se sienten tranquilas e interactúan con el público que cada día se agolpa en sus barcos para ser testigos mudos, salvo por los millones de teléfonos móviles en activo, de la emotividad de estos enormes animales que pueden medir más de 15 metros.

El Santuario de Mamíferos Marinos Banco de La Plata y Navidad lleva protegiendo a sus ballenas yubartas desde 1986 en más de 50.000 kilómetros cuadrados que también es un refugio para delfines, manatíes y orcas.

Parque Nacional de los Haitises. E. E.

Los Haitises

El Parque Nacional de los Haitises es un lugar místico donde la naturaleza se siente libre de verdad y los islotes que salpican el agua se convierten en reductos exclusivos para las aves, los peces y algunos otros animales. Todo lo que surge de esos mogotes calizos ha sido plantado y replantado por los pájaros que llevan las semillas de aquí para allá en sus vuelos libres.

Se tarda toda una mañana en recorrer estas rocas que han ido desprendiéndose de las islas más grandes y que forman canales donde al agua se mueve calmada, casi guardando la memoria de los petroglifos que aún se pueden ver en algunas cuevas entre bosques de manglares.

Cuenta una leyenda que en estos 1.600 kilómetros cuadrados de mogotes se esconden las Ciguapas, mujeres de pelo largo que caminan de espalda y que devoran a cualquiera que haga daño a la selva. Quizás por eso, este parque natural es el mejor conservado de todo el país.

Para los más televisivos, hay que señalar que en este paraje se grabaron las primeras ediciones de Supervivientes donde los concursantes eran abandonados en una playa donde no había nada, sólo cocos y mosquitos. Todavía pueden verse lo palos clavados en el mar donde los participantes tenían que mantenerse en equilibrio el máximo tiempo posible para ganar la recompensa en una de las pruebas más clásicas de este programa.

Un buggy en Playa Rincón. E. E.

Playa Rincón

Esta increíble playa en la zona de Las Galeras se cuela siempre en todos los rankings como la más bonita del mundo. Y no exageran. Guarda entre el azul turquesa de sus aguas, la bendición de seguir siendo una playa casi virgen, quizás porque para llegar hasta ella hay que atravesar kilómetros de cocoteros y cafetales que los protegen de los que sólo quieren hacerse una foto y ya.

Playa Rincón hay que sufrirla para disfrutarla y lo mejor es hacerlo en un buggy que te muestra la esencia de una tierra donde crece la mayor producción de cocos de todo el país y donde las palmeras se alternan con árboles de mango y guayaba.

La excursión hasta llegar a estas increíbles aguas que se cruzan con el río Frío merece la pena desde que comienza, en un pequeño arenal donde las palmeras y el mar empiezan a jugar de parte mañana. El camino es una maravilla y el colofón es una mezcla de agua dulce y salada llena de bañistas locales que quieren lo mismo que el recién llegado, introducirse en una belleza salvaje. 

Playa Rincón no es la única zona casi virgen que podemos encontrar en Samaná pero sí una de las más famosas, pero podemos seguir descubriendo trocitos del alma altanera de esta increíble región como Playa Bonita (nada más que decir); Playa Las Galeras, Playa Cosón o Playa Frontón, entre otros lugares que son puro paraíso. 

Iglesia Santa Barbará de Samaná, el edificio más antiguo de la ciudad. E. E.

Santa Bárbara de Samaná

La zona de Samaná se mantuvo durante siglos siendo una de las más salvajes del país, un refugio de piratas con poblaciones en la costa hasta que en el año 1756 empezaron a emigrar a estas tierras vecinos de las islas Canarias y fundaron su capital, Santa Bárbara de Samaná.

Este lugar estuvo incluso bajo mandato de Napoleón Bonaparte que quería crear aquí la capital de su colonia bautizándola como Ciudad de Puerto Napoleón para convertirla en una auténtica metrópoli al estilo parisino. No fue posible por la rebelión de los dominicanos, pero la idea caló en otro presidente del país, Joaquín Balaguer que se empeñó en crear estos tres puentes que unen los cayos en plena bahía convertidos ahora en un símbolo para Samaná.

Mercado Santa Barbará de Samaná. E. E.

De hecho, a Santa Bárbara se la conoce hoy en día como "la ciudad de los Puentes" por estas tres obras de ingeniería, el último de hasta 600 metros de largo, que se han convertido en un paseo mágico sobre las aguas, donde ver las estrellas en el fondo del mar y respirar el aire de un lugar privilegiado en la bahía de Samaná.

Las ansias de Balaguer de modernizar la ciudad acabaron en los años 70 con las casitas de colores típicas de los emigrados a esta zona para crear un paseo de pisos más modernos. De hecho, el único edificio antiguo que queda en pie es La Churcha, la iglesia construida por los esclavos libertos de EEUU que llegaron hace 200 años y que mantienen su rito litúrgico y las placas de metal con las que levantaron su templo.

Uno de los mejores lugares para apreciar las bondades de Santa Bárbara es el hotel Bahía Príncipe Grand Samaná desde donde se ve todo Cayo Levantado, la isla frente al puerto de esta capital que se hizo famosa por ser donde se grabó el popular anuncio de Bacardí con la gente bebiendo ron en el paraíso.

Playa Bonita, muy cerca de Las Terrenas. E. E.

Las Terrenas

Este municipio del norte de Samaná es uno de los lugares más turísticos de la zona y el pueblo es pura diversión: restaurantes, chiringuitos a pie de arena y tiendas con recuerdos típicos, ropa y arte dominicano.

Pero lo mejor de la zona es, sin duda, sus playas. Empezando por la de Las Terrenas que es grande, con un mar azul intenso y llena de palmeras, música y coco locos, el cóctel más típico de República Dominicana ya que aúna sus dos productos favoritos, ron y coco.

Esta área es una de las preferidas del país para los amantes del surf y los deportes acuáticos porque las playas son perfectas para realizar estas actividades. De hecho, en el pueblo de Las Terrenas se impone cierta estética surfera y merece mucho la pena ver los murales callejeros donde se puede leer máximas como que "quien vive ve mucho, quien viaja ve más".

Para aprovechar toda esta zona, el hotel Viva Wyndham V Samaná o el Bahía Príncipe Grand Portillo pueden ser un buen puerto base para moverte hasta en mototaxi si te atreves.

Laguna Gri Gri, en Río San Juan. E. E.

Río San Juan

Río San Juan es de esos lugares bellísimos que todavía no conoce mucha gente. No se puede hablar de playas secretas pero sí naturales y poco concurridas salvo por sus vecinos. No es exactamente Samaná pero está tan cerca y es tan increíble que merece la pena cruzarse la península y disfrutar de los paisajes que nos vamos encontrando en el camino.

Son playas con mucho oleaje en la que practicar deportes acuáticos y donde se pueden ver a los pescadores locales salir con su comanda del día que venden a los restaurantes de la zona. Así que comer en estos chiringuitos es seguridad de que todo es fresquísimo, sobre todo el marisco.

Uno de los atractivos de río San Juan es la Laguna Gri Gri, llena de manglares, que enlaza con el mar y la famosa Cueva de las Golondrinas. La excursión en barco te permite lanzarte al agua muy cerca de la Playa Caletón, donde hacer snorkel es de lo más divertido.