En el colegio nos contaban que nuestra lengua es capaz de diferenciar cuatro sabores que son dulce, salado, ácido y amargo. El picante -por mucho que a algunos nos encante- no se considera un sabor, sino un dolor y hace unos años aprendimos que en realidad eran 5 los sabores que podíamos distinguir, pues a los cuatro antes mencionados habría que añadir el conocido como quinto sabor o umami que se encuentra en los alimentos ricos en proteínas y en muchas salsas de la cocina asiática.
Y recientemente, según los estudios que están llevando a cabo científicos de la Universidad de Purdue (Indiana) y de la Universidad Deakin en Melbourne (Australia), se ha demostrado que existe un sexto sabor al que se ha bautizado como Oleogustus o sabor a grasa.
Oleogustus, el sabor a grasa que podría ayudar a perder peso
Con el fin de probar nuestra capacidad de detectar el sabor a grasa, Russell Keast -investigador en Melbourne- realizó un análisis con 50 sujetos al objeto de determinar si eran capaces de detectar la grasa en la comida. Resultó que algunas personas eran más sensibles al sabor graso, y que esa destreza para detectarlo estaba vinculada a su peso y porcentaje de grasa corporal.
Los sujetos más sensibles a las grasas, que las detectan en bajas concentraciones en los alimentos, consumen menos cantidades y son más delgados que quienes tienen dificultades para detectarla, explica Keast
A las personas que les cuesta detectar la grasa tienen más tendencia a la obesidad. Su hipótesis es que algunas personas pierden su sensibilidad a la grasa cuando consumen demasiada porque el cuerpo se adapta al alto contenido en grasa de la dieta. Es como caer en un círculo vicioso que les hace más propensos a consumir alimentos ricos en grasas.
Oleogustus, ¿a qué sabe?
Para realizar las pruebas, las personas que formaron parte de ellas usaron “pinzas nasales” para que el olor del alimento no supusiera una pista y fueron probando diferentes muestras de alimentos con diferentes sabores pero con idéntica forma y textura, con la única diferencia que algunas incorporaban el sabor a grasa que fue definido como amargo e irritante, pero distinguible del sabor que conocemos como amargo.
¿Cómo podría ayudar el Oleogustus a combatir la obesidad?
Lo que ahora se preguntan los científicos es si se podría aprovechar el hecho de conocer los mecanismos fisiológicos que se desencadenan al activarse los receptores del sabor a grasa para frenar la necesidad de ingerirla o, si sería posible replicar el sabor para añadirlo artificialemente a alimentos más saludables. Sin duda dos vías interesantes de cara a luchar contra la obesidad y sus problemas asociados.
Fuentes | Muy Interesante, Vox Populi