Acuicultura, despojando mitos del futuro de nuestros mares
Hoy, 30 de noviembre Día de la Acuicultura, hablamos de esta práctica y aportamos datos sobre sus beneficios y el futuro de nuestros mares.
30 noviembre, 2017 11:19Lo de que es el futuro no lo decimos nosotros, lo dice la FAO, así que hay que empezar a despojar a la acuicultura de los falsos mitos y rumores que la rodean porque dentro de 50 años no habrá alimentos en el mar para cubrir las necesidades de todos los seres humanos y porque se conocen muy poco los beneficios de esta práctica. Y es que no es salvaje (ni beneficioso para la salud y para el mar) todo lo que reluce y en el Día de la Acuicultura toca abordarlo como es debido.
Acuicultura, la ganadería del mar
Probablemente es la mejor definición de acuicultura. Pocos pensarían en la ganadería (así, en términos generales) como en una mala praxis para el negocio cárnico, sabemos diferenciar qué ganadería es cuidadosa con los animales y sirve buena calidad y cuál no. Con los peces no es así, por eso utilizar la palabra ‘ganadería’ quizá despoja a la acuicultura de las connotaciones peyorativas que le acusan quienes piensan en ella como en una piscifactoría de piscina con peces hacinados (y nada que ver, estas son las granjas continentales, no marinas) o de quienes consideran sus pescados de mala calidad simplemente por una comparación carente de cierto fundamento con los salvajes.
Las granjas acuícolas se construyen en el mar. Consisten en jaulas gigantes donde los peces nadan en semilibertad, pues poseen tanto espacio que el hecho de estar encerrados, dicen desde Crianza de Nuestros Mares (sello de calidad en producción acuícola de dorada, lubina y corvina), no afecta a su carne pues tampoco afecta a su movilidad. Aunque a decir verdad, el pescado salvaje auténtico suele ser más sabroso y tener mejor textura que el cultivado, sin embargo este último tiene otros beneficios que quizá aún son desconocidos.
¿Qué beneficios tiene?
Los pescados de acuicultura se crían en diferentes jaulas según su momento de desarrollo, lo que permite establecer controles alimenticios y sanitarios exhaustivos. Es decir, se miden las cantidades de nutrientes que tienen los piensos (hechos a base de harinas de pescado, otros animales animales y grasas de pescado) y, al controlar su alimentación se sabe con exactitud la salud del pez. ¿En qué se traduce esto? En algo que seguro os suena: se comprueba la cantidad de ácidos grasos Omega 3 que tiene el ejemplar. Y suponen un aporte proteico y vitamínico de alta calidad. Ahí ya ha ganado puntos. Y también en la posibilidad de producir pescado ecológico, cultivado de manera sostenible y alimentado con harinas de pescado y vegetales.
Por otro lado, está el tema de la frescura. Al tener granjas en las costas españolas, garantizan que el pez ha tardado menos de 24 horas en llegar a ti, que es pescado nacional y que su calidad es homogénea, pues ha pasado por los mismos controles.
Y por último, el del abastecimiento. En 2050 llegaremos a ser 9.600 millones de personas en el planeta y el cultivo de especies se va a volver imprescindible. Ya hoy estamos sufriendo este problema con las provisiones del mar. Hace 50 años probablemente pocos pensaban que la sardina desaparecería de nuestras costas y de nuestros platos, y hoy ya se considera una especie en peligro de extinción. Y solo es el principio de la decadencia.
Hasta aquí lo que nos preocupa a nivel de consumo pero, ¿qué hace la acuicultura por el mar?
50 años para el fin del mar
Eso dice Greenpeace, dentro de 50 años en el mar habrá casi exclusivamente medusas y algas. Su bióloga responsable de Océanos, Celia Ojeda, afirma que la situación es crítica y que en España nos llevamos el Óscar de la sobrepesca. Secundando estos datos, Enric Sala, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, aseguró a la agencia EFE que en unos pocos años el Mediterráneo se convertirá en una especie de Mar Muerto lleno de bacterias. A los menos ecologistas que puedan pensar que la organización por el cuidado del planeta es exagerada, decirles que las Naciones Unidas también advierten que los océanos están al límite de su sostenibilidad por la sobrexplotación de la pesca (donde entra también la furtiva, la de arrastre…), en el informe del estado mundial de la pesca y la acuicultura (SOFIA) de 2016 hace un análisis exhaustivo de todas las especies sobreexplotadas y los datos son alarmantes, pero no pillan de sorpresa, ya en 2010 advirtió que el 80% de las especies ya están sobreexplotadas.
A esto se suma lo comentado antes, cada vez somos más personas en el mundo, más bocas que alimentar que dirían nuestras abuelas, concretamente seremos 9.600 millones de bocas en 2050 y lo cierto es que no habrá comida para todos. Es una advertencia muy grave de la FAO, que ya lleva tiempo experimentando con esas medusas que menciona Greenpeace y con harinas de insectos. Y ya en la línea de los documentales tremendos, el británico ‘The end of the line’ anuncia que a este ritmo en 2048 habrán desaparecido todos los peces de interés comercial.
La acuicultura se postula como remedio a la estimación de la FAO de que justo dentro de ese medio siglo habrá que producir un 70% más de alimentos que el mar no nos dará de forma natural, que ya bastante ha hecho. Ahora bien, no todo está ya hecho, la acuicultura necesita caminar hacia vías más sostenibles de producción a escala europea y mundial para desterrar los rumores que hablan de medicamentos y antibióticos administrados a los peces que merman la calidad de su carne y contaminan el mar. Así como controlar el impacto que las instalaciones pueden provocar en la fauna y flora local, incluyendo a las especies amenazadas. Según la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), los efluentes de las granjas acuícolas contienen productos químicos y terapéuticos no deseados que pueden poner en peligro el ecosistema local, además de la existencia de escapes de microorganismos que también afectarían al ecosistema local. Greenpeace corrobora estas afirmaciones, aboga por la acuicultura sostenible pero de momento mantiene su teoría del impacto medioambiental que postula la UICN.
Al final no era tan descabellado llamarla ganadería, pues acabará como los animales terrestres de consumo, en granjas, si es que no queremos comer pastillas de astronautas en el cambio de mitad de siglo.
Imagen de cabecera | Crianza de Nuestros Mares.