Cualquiera que haya vuelto a comerlas se habrá dado cuenta de que las galletas de nuestra infancia, aquellas que adorábamos, ya no tienen el mismo sabor. Nuestras galletas eran mucho más que un dulce porque comerlas significaba estar en el patio del colegio durante el recreo o en casa merendando viendo las series de La 2.
¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Por qué ya no saben como antes? ¿Han cambiado las galletas o nuestro paladar? La respuesta correcta más probable es que sea una combinación de ambas.
Los ingredientes varían, y es normal
Recordarás que no hace mucho, numerosas marcas de galletas comenzaron a retirar de sus recetas un ingrediente: el aceite de palma. Ese aceite tal vez no estuviera ahí cuando eras pequeño pero piensa que igual que comenzaron a usarlo y ahora lo están retirando, lo mismo pasa con las fórmulas que empleaban cuando éramos unos niños.
Hay ingredientes que se habrán modificado, retirado o añadido otros nuevos. Y es normal debido a que constantemente se busca hacer mejoras en todo este tipo de productos. Añadir un chocolate más fuerte o más suave, cambiar la cantidad de azúcar, elaborarlas ahora sin gluten. Pequeñas variaciones que afectan al sabor final.
Nuestro sentido del gusto se pierde poco a poco
Igual que cuando nos vamos haciendo mayores nuestra vista y oído van empeorando (es así, qué le vamos a hacer), el sentido del gusto también se resiente. Tenemos alrededor de 10 000 papilas gustativas y estas se van reduciendo a medida que pasan los años, lo cuál afecta a la forma en que saboreamos los alimentos.
Por eso, todos esos productos que recordamos de nuestra infancia con un sabor determinado ya "no son iguales" cuando los volvemos a tomar pasados unos años. Será muy similar y nos transportará a años atrás, seguro, pero hay matices que ya no notaremos.
También hay que tener en cuenta que en la infancia, unas sencillas galletas nos provocaban una felicidad que ahora, por mucho que nos duela, ya no podemos extraer de ellas.
¿Te acuerdas de todas las galletas de nuestra infancia?
Las finas y deliciosas Artinata de Artiach. Recuerdo tener que frenarme para no terminar el paquete entero de una sentada. ¿Era yo la única niña a la que le gustaba comerse primero los bordes, dejando la palabra Artiach de la galleta intacta para el final?
O las Campurrianas, probablemente de las mejores galletas para mojar en la leche con chocolate. ¡Qué forma de empaparse! Creo que no soy capaz de recordar su sabor "solas", sin mojar.
Pero sin duda era con las galletas de Dinosaurios con las que más jugaba...¡y juego! A día de hoy, cuando caen en mis manos, no puedo evitar coger un par de galletas y simular una lucha entre dinosaurios. Aquello de "con la comida no se juega" no iba conmigo, está claro.
Las que sí han variado pero en tamaño son las Napolitanas, ya que antes eran más grandes. En mi casa, eran la base de la tarta de queso de mi madre, por lo que solo nombrarlas o pensar en ellas me hace salivar. En su caso, cuando las comía, primero chupaba el azúcar que las cubría para después comerme la galleta. ¿Nadie más en la sala hizo eso alguna vez?
Y las latas de galletas danesas, pequeñitas, crujientes y tan sabrosas que era difícil parar de comerlas. Un postre ideal para sacarlo cuando venían visitas. Además, las latas siempre acababan reconvertidas en costureros o cajas para guardar objetos pequeños.
No nos olvidamos de otras muchas como Chiquilín o María. Hemos recopilado en esta galería todas aquellas galletas que nos marcaron de pequeños. Las que saben a desayunos con los ojos llenos de legañas antes de ir a clase, a recreo con los amigos y a merienda antes de sentarnos a hacer los deberes. Pasad y disfrutad: