Martín Berasategui trajo en 2019 su garrote a la capital con la apertura de Etxeko, pero la pandemia, al igual que con muchos otros, pudo con él. Ahora el chef donostiarra vuelve a Madrid para ponerse, junto con su equipo comandado por el jefe de cocina José María Goñi, al frente del restaurante del Club Allard, alojado en el señorial edificio de Casa Gallardo.
Después de fallidos intentos que no han terminado de cuajar en el número 2 de la calle Ferraz, Berasategui, el cocinero con más estrellas Michelín de España (12) y uno de los tres chefs del mundo con más distinciones en la guía, pretende devolver el brillo a este restaurante para que vuelva a destacar dentro de la escena gastronómica madrileña. Lo hará con toda su esencia y platos más significativos, sin desligarse del recetario vasco y de la mano de la mejor materia prima.
La propuesta contará con dos menús degustación, uno de diez y otro de trece pases, más adelante añadirán a ella la opción a pedir por carta. Además de las nuevas elaboraciones creadas para el Club Allard donde se podrán degustar unos guisantes lágrima en grasa de chuleta caramelizada con erizo de mar y consomé de caldo clarificado a base de ramen de manitas de cerdo, en su nueva casa madrileña también se podrá saborear la cocina de Lasarte con platos como su ensalada de bogavante o el solomillo con acelgas y foie.
Para Martín Berasategui, «Desembarcamos en Madrid con muchas ganas y toda la ambición, pero con humildad y respeto a una ciudad que, en lo gastronómico y en lo personal, siempre ha sido para mí un ejemplo y cuenta con mi total admiración. Llegamos con el mejor arsenal, con platos de nuestra casa, los mejores proveedores de España y con un equipo joven y muy preparado. Queremos que El Club Allard recupere lo que, por derecho y trayectoria, es suyo: un lugar de peso en la historia culinaria de nuestro país». Por su parte, José María Goñi (Donosti, 1990), discípulo de Martín y con una sólida carrera en España y Asia, llega a El Club Allard como un abanderado «de la cocina de bases depuradas y perfecta ejecución que enarbola Martín en una de las capitales gastronómicas más exigentes, y que requiere un nivel altísimo».