De familia de pescadores y cocineros, el catalán Òscar Bosch llegó a Brasil en 2010, y seducido por el caos y huyendo de la monotonía, hecho raíces en Sao Paulo y hoy tiene tres restaurantes que guardan toda la esencia mediterránea de su tierra natal pero muestra unos sólidos cimientos de inspiración latinoamericana.
A Bosch se le escapa alguna palabra en portugués cuando habla con EFE en el recién inaugurado Cala del Tanit, su propuesta “más playera” situada en el acomodado barrio de Itaim Bibi, en São Paulo, y donde refleja toda una infancia rodeada de fogones en la localidad catalana de Cambrils.
Òscar es la tercera generación de una estirpe de cocineros que cimentó su padre hace medio siglo con Can Bosch, uno de los restaurantes que desde hace más tiempo ostenta una estrella Michelin (40 años).
Pero él decidió seguir la tradición gastronómica familiar a 8.700 kilómetros de distancia: en la inabarcable y cosmopolita ciudad de São Paulo. Antes, perfeccionó su técnica en tres templos como El Bulli, El Celler de Can Roca y el Hof van Cleve.“Llegué aquí en 2010 porque me enamoré de Brasil”, explica con algo de misterio.
Seis años difíciles
Recuerda que los primeros seis años antes de abrir su primer negocio fueron “un poco de batalla, de guerra, de supervivencia”. Aquí nadie conocía su apellido. “Llegué casi con una mano delante y otra detrás”, relata.
Empezó a tocar puertas y echar currículos “por ahí”. Primero trabajó con los hermanos Torres en Eñe, a su juicio “el mejor restaurante español” de aquella época, y después inició su carrera en solitario en el sector del cáterin.
No fue hasta 2016 que abrió su primer restaurante: Tanit. Cocina mediterránea de autor con sabor catalán en el corazón de una megalópolis conquistada por la comida italiana y japonesa. El éxito fue instantáneo. Al año siguiente fue premiado como chef del año y como uno de los diez talentos gastronómicos en ascensión en Brasil por la prensa local.
Decidió expandir sus virtudes con el Nit Bar de Tapas. Ahora ha abierto Cala del Tanit, donde el pescado, el arroz y el marisco son los reyes de la carta, y entre medias montó una heladería (Mooi Mooi) y se prepara para abrir una segunda este año.
“A mí todo este caos me encanta. La monotonía me aburre. Siempre voy buscando cambiar algo. Cuando ya tengo una cosa, ya quiero hacer otra; y eso es un poco también lo que me mueve, lo que me hace sentir vivo”, afirma.
En su nuevo local predomina la madera y una paleta de colores mediterránea de azules y verdes. En la carta también ha incluido algunas pastas para el paladar más italianizado del público paulista. “Intento adaptarme un poquito siempre sin perder la esencia”, defiende. “Creo que (a los brasileños) les gusta (la cocina española), pero a mí me gustaría que les gustara más o que la conocieran más o que se dejaran llevar más”, apunta.
Latinoamérica, su fuente de inspiración
Un país, Brasil, al que ve con “mucho potencial” para explotar su culinaria, superior incluso al de otras naciones de la región más conocidas por su cocina, como México o Perú. “Yo a veces agarro libros y me repaso un poco las frutas, las verduras, porque hay tanta cosa aquí que yo creo que ni los propios brasileños lo conocen todo”, expresa con entusiasmo.
De hecho, reconoce que hoy en día su “gran fuente de inspiración para crear platos, texturas y combinaciones viene de América Latina. Porque me encanta”, sentencia. Cree que en la región hay “unas propuestas gastronómicas impresionantes” y no en vano – subraya- sus restaurantes ya son una constante en los primeros lugares de las listas mundiales.
Sobre nuevos desafíos, Òscar Bosch confiesa que ha tenido propuestas para expandirse a Río de Janeiro y Brasilia, aunque a él lo que le gusta es estar presente en las cocinas. Sí admite que un día le gustaría tener un “pequeño restaurante” en primera línea de playa, un “chiringuito”, como dicen en España, “donde puedas comerte un pescado a la brasa o una paella con los pies en la arena y mirando al mar”. En definitiva, una vuelta más a los orígenes.