Al habla Natalia, un año más al frente de 'El observatorio gastro para solteros' que vive hoy su jornada de puertas abiertas - aunque para qué engañarnos, están abiertas todo el año- para acompañarte, no en la mesa (ahí estás solo), sino en el momento de la elección. No todas las experiencias están pensadas para aquellos a los que Cupido aún no ha tocado con su flecha, ni para aquellos que simplemente quieren o tienen que, porque sí, comer solos.

La presencia y la ausencia de gente durante las comidas provoca placer y estrés a los comensales, no siempre a partes iguales y según en qué situaciones. No lo dice mi supuesto consultorio, lo dice Giada Danesi en su estudio para el Centro Edgar Morin & Institut Paul Bocuse Research Center. Ella se centra en jóvenes de Alemania y Francia, pero es algo que, honestamente, se puede traer a nuestro terreno.

Al margen de las sensaciones que produzca, lo cierto es que trata de una tendencia, esta última, que cotiza al alta. Seguro que era algo que ya veía venir la fotógrafa Nancy A. Scherl quien comparte tres décadas de imágenes en restaurantes de personas comiendo en solitario en su libro ‘Dining Alone: In the Company of Solitude’. La autora es originaria de Nueva York, ciudad en la que entre 2014 y 2018 una cadena de restaurantes recopiló los datos de sus reservas, concluyendo que en ese periodo las reservas en solitario aumentaron un convincente 80%. En España, somos más de un 20% de españoles comen y cenan solos o solas entre semana.

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Ante este panorama, hay que sacar el rastreador en busca de propuestas que sean atractivas para satisfacer nuestro espíritu y apetito independiente. Por suerte, cada vez son más las opciones que nos dicen "no estás solo": 

Mesas compartidas, hola, desconocido

El año pasado llegaba a la capital un concepto de dining con el que hasta entonces nos sentíamos poco familiarizados. Lo que Room.1 proponía era desconocido hasta que Ignacio Lladó, uno de los socios, lo trajo desde Seúl. Un restaurante que consta de una única mesa que da de comer a 12 personas, aunque el plato fuerte llega con la sobremesa. A diferencia de otras mesas compartidas en otros restaurantes, esta solo es para grupos cerrados y no se puede disponer de ella individualmente.

Fórmulas como esta se desarrollaron tras la pandemia, otras murieron con ella. Como es el caso de Carito Lourenço y Germán Carrizo, los chicos argentinos del valenciano Fierro, que trabajaban con una sola mesa para 12 comensales, hasta que el Covid la dividió en cuatro mesas de cuatro. "En Argentina cuando recibimos en casa es con mesas grandes y largas, queríamos reproducir lo mismo en el restaurante" cuenta la chef. El afán por acoger era un condicionante, pero también el reducido espacio para trabajar, "en 57 metros tenemos la sala, cocina y aseos, la capacidad máxima con un servicio personalizado y cuidado es esa".

Ellos fueron uno de los primeros gastronómicos que ofrecieron la opción de ir a comer de manera individual, "aunque también se cerraba para grupos". Al principio se entendía como un servicio privado, pero a partir de 2017 "se empezó a normalizar el concepto", que evolucionó con los años: "nos encontramos con la necesidad de hacer ajustes, decidimos limitarnos a preguntar por las alergias e intolerancias al principio porque si presentábamos los platos antes de servirlos, se sugestionaban entre ellos". 

El éxito de esta mesa se podía medir en la capacidad de retorno de la gente -que siempre fue alta- y en las anécdotas que surgían en torno a ella, como una que recuerda Carito en particular: "Estábamos haciendo un video para presentarlos a un congreso y vinieron invitados de amigos a figurar de extra que comieron para la grabación y de ahí salió una pareja que se conocieron y ahora vienen en pareja a celebrar su aniversario". ¿Volverían a esta fórmula? No en Fierro, pero no les importaría "recuperarlo en algún otro proyecto". 

No fue la única mesa compartida que desapareció tras la pandemia. Una que hay que lamentar, aunque aquí se trata no solo de la mesa, sino también del local, ha sido la del coreano Luke, en la madrileña calle de Bárbara de Braganza, donde en su mesa alta con taburetes se podía disfrutar de su menú en barra o compartir la sopa de medusa que incluía el de degustación. Ahora por esa barra marmolada circulan los cócteles y platillos de cocina georgiana de Persimmons.

Tripea y su mesa compartida, vista desde arriba.

Otras mesas que siguen activas - y lo llevan estando tiempo- que ofrecen la opción de ser compartidas son las que se amenizan cada noche en Fismuler, ya sea en Madrid o en la otra sucursal con la que cuenta Nino Redruello en Barcelona. La mesa corrida de Tripea, en el Mercado de Vallehermoso, también es un sitio maravilloso para comer en solitud su menú degustación. La reserva, indica su chef Roberto Martínez Foronda, le puede gestionar a través del correo o el teléfono del local. 

Barra o mesa, para uno

Sin entrar en detalle de los beneficios que puede tener el optar por comer solo (es una buena oportunidad de practicar mindfullness a través de la comida), cogemos sitio en algunas de las mesas y barras en las que pasar desapercibido. 

Cogemos sitio en 'Playing Solo', toda una declaración de intenciones si uno comienza por fijarse en su nombre. En un espacio pequeño ubicado en Malasaña el joven cocinero Luis Caballero, sirve un menú kaiseki inspirado en la cocina francesa, japonesa y nórdica. Lo vertebra una barra, a un lado el chef encargado prácticamente de todo el cocinado, juega solo; en otro, los comensales, solos o acompañados. Y es que la idea está abierta a que desconocidos compartan mesa y conversación según el menú avanza.

El chef sirviendo uno de los platos del menú degustación. Laura Mateo

En la Tajada, restaurante que capitanea Iván Sáez, no hacen reservas a mediodía por el ritmo al que están concebidos los servicios, pero sí arroces para uno y muy buenos, por cierto. También los hacen en Rocacho Plaza, el nuevo local que del templo de la carne que triunfa desde hace años en Padre Damián. El que estrenaron hace poco más de medio año en la plaza del Marqués de Salamanca se va directo a nuestra lista de marcadores por su nueva propuesta: arroces de barra, pensados para un solo comensal.  La opción perfecta para aquellos que quieren comer arroz o fideuá sin depender de su '+1' para rebañar el plato. Sala de Despiece es otra barra en la que comer solo puede ser igual de divertido que hacerlo acompañado. 

Paella del señoret en Rocacho Plaza

Si todavía hay hambre...

Más allá de restaurantes que deben estar en el radar, también hay experiencias que no está de más destacar. Como la que, por segundo año consecutivo, promueve la agencia Brava, se trata de la iniciativa First Braves en apoyo a las personas solteras.  Un speed dating (citas rápidas), dirigido al sector hostelero, que tendrá lugar el lunes 19 de febrero, de 19:00 a 20:30 horas, en La Gramola.