Entre el aroma a maíz tostado y la nostalgia del exilio, un plato tan simple como la arepa se ha convertido en un símbolo de resistencia y esperanza para la comunidad venezolana en España y concretamente la que reside en Valladolid.
Este sábado, en el marco del Día Mundial de la Arepa, los venezolanos residentes en el Barrio de España de la ciudad organizaron un ‘arepazo’ que trascendió lo culinario para convertirse en un acto de reivindicación política y cultural. Con un objetivo claro: apoyar a Edmundo González, el líder opositor a Nicolás Maduro, como el legítimo presidente electo de Venezuela.
La arepa: más que un plato, un símbolo de identidad
Para los venezolanos, la arepa no es solo una comida, sino una representación tangible de hogar, familia y tradición. Así lo expresó Fracsy López, portavoz de la asociación Venezolanos en Valladolid y así lo recogió EFE: "La arepa es el olor a casa, son las manos de la madre o de la abuela". En medio del exilio, el ‘arepazo’ celebrado este fin de semana evocó recuerdos de mañanas en Venezuela, donde este humilde pero versátil alimento es omnipresente en cada hogar.
En Valladolid, sin embargo, las arepas no solo fueron un recordatorio del hogar lejano, sino también una plataforma para alzar la voz sobre la crisis política que vive su país. Mientras las cocineras preparaban la masa y rellenaban las arepas con sabores tan emblemáticos como la reina pepiada, los presentes compartían algo más que comida: compartían una causa, la de exigir el reconocimiento internacional de Edmundo González como el legítimo presidente de Venezuela.
Reivindicación política en tiempos de exilio
El evento no fue simplemente una celebración gastronómica. En medio de conversaciones sobre familia y recuerdos, surgió el tema de la situación política en Venezuela. La comunidad de exiliados aprovechó este encuentro para pedir un posicionamiento firme de la comunidad internacional en favor de González, quien fue declarado vencedor de los comicios del 28 de julio por el Consejo Nacional Electoral venezolano, pero cuyo mandato aún no ha sido reconocido por todos los gobiernos del mundo, especialmente en un contexto de tensiones crecientes entre Madrid y Caracas.
Para la comunidad venezolana en Valladolid, Edmundo González representa una esperanza de cambio y estabilidad. Como explicó Fracsy López, lo que Venezuela necesita no es más debates sobre la transparencia electoral, sino un reconocimiento claro de la legitimidad de González: “Lo que necesitamos es el reconocimiento oficial de todos los mandatarios a nivel mundial a Edmundo González Urrutia”.
Entre la esperanza y la añoranza
El ‘arepazo’ fue también un espacio para expresar el deseo compartido de volver a Venezuela. Aunque muchos de los presentes llevan años lejos de su tierra, el sueño de regresar sigue vivo. Edgar Daniel Serrano, otro de los asistentes, lo expresó con convicción: "Estoy completamente convencido de que voy a volver a Venezuela a comerme una arepa con mis amigos, con mis hermanos y mis familiares". Sus palabras resonaron entre quienes no pierden la esperanza de un futuro mejor para su país, un futuro en el que González pueda asumir el liderazgo y dirigir a Venezuela hacia la reconstrucción.
Un plato que une y una causa que moviliza
El Día Mundial de la Arepa, celebrado por primera vez en Valladolid, sirvió no solo para disfrutar de este plato tradicional, sino para recordar que la gastronomía puede ser una forma poderosa de resistencia y de lucha por la identidad. Para los venezolanos en el exilio, la arepa es más que un alimento: es un puente entre su pasado y su futuro, una conexión con sus raíces que, aunque lejanas, siguen vivas.
A través de este evento, la comunidad venezolana no solo reafirmó su cultura y tradiciones, sino también su voluntad de seguir luchando por un cambio en su país, un cambio que, para ellos, pasa por el reconocimiento de Edmundo González como su presidente legítimo. Y así, entre risas, recuerdos y arepas, esta pequeña comunidad en el corazón de España sigue creyendo en un futuro en el que podrán volver a casa.
Como dijo Serrano, "no hay mal que dure 100 años", y mientras tanto, la arepa seguirá siendo el símbolo que los mantiene unidos, en la espera de un regreso que, aunque incierto, se vislumbra en el horizonte.