El nuevo restaurante con estrella Michelin donde comerse el Delta del Ebro, rodeado de cítricos
- En Citrus del Tancat (Alcanar), su chef Aitor López, cocina el paisaje que lo rodea, empezando por el campo de cítricos que sazonan y aromatizan el menú desde los apertivos al postre.
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La antigua casa de verano del rey Alfonso XII es desde hace tiempo destino gastronómico donde desde este pasado martes brilla una nueva estrella Michelin. La finca que alberga el hotel Tancat de Codorniú con 18 habitaciones y un poderoso palmeral que da la bienvenida, está rodeada de más de dos mil naranjos que perfuman y dar color al paisaje que deja el Delta del Ebro a su margen izquierdo, y 'la última playa' que sirve de frontera entre Tarragona y Castellón, al derecho.
Frente a esos cítricos se encuentra el restaurante Citrus del Tancat, que contaba ya con un Sol Repsol desde esta pasada edición, donde cocina el chef valenciano Aitor López, rindiendo homenaje al Mediterráneo a través de la red productores y perscadores con los que mantiene un vínculo, que al contrario que en otras casas, no se manifiesta forzado.
"Esta estrella es el resultado de varios años de dedicación por el proyecto, pero también un punto de partida para seguir evolucionando y ofreciendo lo mejor de nuestro territorio. Es un honor formar parte del universo MICHELIN y compartir este reconocimiento con todo nuestro equipo y la gente que nos ha apoyado," concluyó López.
Un repertorio de guiños al paisaje que se extiende a su alrededor y a los recuerdos grabados en su memoria que reviven tradiciones, como ese arranque que inician los aperitivos con los que el joven chef versiona aquellos que “tomaba el fin de semana con sus amigos”. López se ha traído su Mediterráneo levantino hasta el Delta del Ebro en Alcanar, Tarragona, donde el río confluye con el mar y la diversidad le permite llevar a la mesa infinidad de pescados, crustáceos y moluscos, además de arroz con su propia D.O.
La temporalidad es clave: los platos cambian según la estación, adaptándose a la generosidad de un entorno natural privilegiado. Esta visión conecta con una cocina sostenible y auténtica que no solo celebra los productos locales, sino que también los transforma, haciendo de cada ingrediente el protagonista absoluto.
Su bodega merece mención aparte y trabaja con sellos reconocidos como Fisán para la carne o Balgefo, para el atún. Pero no nos delantemos a acontecimientos. Este es un viaje que merece ser disfrutado paso por por paso, de principio a fin, como lo recorren los cítricos que hacen justicia a su nombre. Todo a través de dos diferentes menús: 'Sol de riu' (94 €) y 'Montsià' (75 €).
La cocina mediterránea de Citrus del Tancat
El más largo se compone por Snacks del Delta, Snacks del Tancat, Aperitivos del Mediterráneo, siete pases salados, dos pases dulces y los petit fours. Tras un paseo por el Delta del Ebro para saborear la ostra que cultiva Musclarium, y otro por el Tancat donde los limones son la acidez que despierta un tartar de gamba roja, las memorias vuelven a la mesa con los tomates en conserva, fruto de aquel tiempo que pasó en la cocina junto a Ricard Camarena.
Son los protagonistas de los aperitivos del Mediterráneo, que se come y se bebe con su coca con escalibada y ventresca y su copita de jugo de pimiento asado. Esos apertivos desde esta temporada ahora también pasan por la barra donde se distribuyen, entre otros bocados, los embutidos que está haciendo de atún.
El pan también recibe un cuidado especial. Trabajan con Santiago Massita, un joven panadero de Vinaròs que "produce buenos panes", que les preparan pan de masa madre de trigo sarraceno con 72 horas de fermentación. Perfecto para untarle la mantequilla que sirven a partir de leche de oveja o mojarlo en el aceite de San Mateo, en Castellón, con el que cuentan.
A esta última temporada también se suman bocados como los tendones de atún glaseados con pimiento, uno de los hits que más resuenan en el menú. El wellington de berenjena ahumada, se presenta como una apuesta por suprimir el volumen de carne del menú que actualmente incluye algún plato de caza. El puerro también es otra maravilla, lo preparan con meunier de café y vinagreta de llisa ahumada, pescado también frecuente en las aguas del Delta que antes se repudiaba.
La mención aparte va para la bodega, que se encarga con creces de justificar una vez más la visita al restaurante. Su carta se compone de 84 páginas de proyectos, grandes y pequeños, que albergan hasta 420 referencias cuidadosamente seleccionadas, con un fuerte énfasis en los pequeños productores de Cataluña. De las tierras del Priorat hasta los viñedos del Penedès, cada botella parece un puente entre los platos y el paisaje que rodea el restaurante.
Cuenta con dos maridajes, uno largo por 55 € y otro más corto por 45 €. Con ellos se puede catar el trabajo de la bodega Frisac, con los que colaboran de manera cercana.
López ha conseguido que esta joya gastronómica brille por si sola dentro de un hotel que ha mantenido su esencia original, pero fue totalmente reformado y renovado tras la adquisición de los actuales dueños, que “no cambiaron nombre porque ya tenía reconocimiento y era fácil de recordar”, aunque no tiene nada que ver con la popular bodega con la que comparte apellido
Esa paz, clima y ubicación, a pocos metros del mar, ya fueron motivos de sobra para que Alfonso XII marcara este kilómetro de la N-340 como parada obligatoria. Su buena cocina, que desde este noche tras la Gala Repsol 2024 celebrada en Cartagena brilla con un nuevo Sol, es sin duda el motivo final que redondea la propuesta.
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