- Total: 30 min
- Comensales: 3
El Strogonoff es una receta riquísima y super sencilla, que hace un tiempo os enseñamos a preparar, como mandan los cánones, en este otro post:
Ingredientes
- Pasta (en este caso he usado mafalda corta), 250 g
- Carne de ternera o de cerdo, 200 g
- Setas variadas, unos 150 g
- Cebollas picadas, 2
- Dientes de ajos picados, 4
- Nata para cocinar, 200 ml
- Harina, 1 c. sop.
- Mostaza Dijon, 1 cdta.
- Salsa de soja
- Hierbas provenzales
- Orégano
- Cebollino picado
- Caldo de carne concentrado
- Pimienta
- Agua
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal
Y es, a la vez, una preparación tremendamente versátil y que permite ser versionada y adaptada a nuestras posibilidades, como vais a comprobar hoy. Porque en esta ocasión vamos a versionar un poco la receta clásica para preparar una pasta con salsa Strogonoff, consiguiendo un plato muy gustoso y tremendamente sencillo en apenas 30 minutos. Vamos a ello.
Cómo hacer una pasta en salsa Strogonoff
01: Cortamos y marcamos la carne
El corte del solomillo Strogonoff para la receta tradicional se realiza, habitualmente,en tiras largas y de cierta anchura. Sin embargo, en esta ocasión en la que la carne va a ser el tropiezo como ingrediente de una pasta, es preferible cortar nuestra carne en trozos más menudos. Cortamos el solomillo en dados pequeños o en tiras finas y salpimentamos generosamente.
Calentamos a fuego fuerte una sartén antiadherente, hasta que empiece a humear. Nuestra intención es marcar y sellar la carne perfectamente, haciendo que coja color y que se agarre un poco al fondo, pero sin que llegue a cocinarse del todo. Como hemos optado por cortarlo en trozos pequeños, debemos de tener la precaución de que el sellado se produzca con el fuego a toda pastilla y sea lo más breve posible.
Salteamos ligeramente los trozos de solomillo de a pocos, en un chorrito de aceite, para que cojan color sin sobrecocerse y reservamos. Hacemos lo mismo con las sucesivas tandas, hasta que tengamos todo el solomillo marcado.
02: Comenzamos a preparar el Strogonoff
En la misma sartén o cazuela en la que hemos marcado la carne, rehogamos el ajo y la cebolla 10-12 minutos. El agua que irá soltando la verdura al cocinarse, hará que los jugos de la carne agarrados al fondo de la sartén se suelten poco a poco y vayan a parar a la salsa.
A continuación, añadimos las setas, que hemos cortado también en dados pequeños o en medias láminas. Salpimentamos y cocinamos 5-8 minutos más.
Pasado ese tiempo, añadimos una cucharada de harina y una cucharada de mostaza de Dijon y cocinamos brevemente.
03: Añadimos la nata e incorporamos el solomillo
Añadimos entonces la nata y mezclamos bien hasta que comience a espesar. Añadimos también el caldo de carne concentrado, el orégano, las hierbas provenzales y pimentamos nuevamente.
La gracia de esta receta está especialmente en el papel de las especias y la mostaza, así que no os cortéis en añadirle todo tipo de hierbas aromáticas y especias para darle el toque que más os guste.
Cuando el Strogonoff haya tomado una consistencia más espesa y cremosa, añadimos un poco de salsa de soja y el solomillo que hemos marcado previamente (con el jugo que haya soltado) y mezclamos bien. Sacamos del fuego y reservamos.
04: Cocemos la pasta
Cocemos la pasta en abundante agua con sal. Removemos a conciencia los dos primeros minutos, y proseguiremos la cocción hasta que esté al dente, evitando que el agua hierva demasiado fuerte.
Yo he usado en esta ocasión un tipo de pasta llamado mafalta corta, pero podéis usar la pasta que más os guste. Esta receta queda genial con todo tipo de pasta, ya sea corta o más alargada.
O, incluso, podéis acompañar esta salsa con gnoccis, cous-cous, arroz blanco u otro tipo de ingrediente que se os ocurra, esta preparación es un auténtico todo terreno.
Antes de retirar la pasta, rescatamos un poco del agua de la cocción para alargar la salsa si fuera necesario. Escurrimos la pasta cuando esté a punto y la vertemos sobre nuestra salsa Strogonoff.
05: Integramos todos los ingredientes y servimos
Mezclamos brevemente al fuego la pasta con el Strogonoff, para que se impregne bien de la salsa. Añadimos un poco del agua de la cocción si vemos que nos ha quedado una salsa muy espesa.
Servimos en una fuente o directamente en cada plato, pimentando generosamente y dándole un toque de frescor con cebollino picado (o perejil, verde de cebolleta, etc) por encima y un hilo de un buen aceite virgen extra en crudo.
Resultado final
El resultado final es un plato de pasta distinto, con todo el sabor del Strogonoff proveniente de la carne, el toque de las setas, la nata y las especias, pero a la vez muy amable en boca.
En este caso he usado solomillo de ternera para esta preparación, porque me sobraron unas puntas estas Navidades, pero este plato es tan versátil que queda genial con prácticamente cualquier carne.
Podéis usar, desde luego, un buen solomillo de cerdo, pero también caza, como lomo de corzo, venado o jabalí, o también muslo de ave deshuesado o incluso pechuga de pollo en tiras.
Y, por qué no, aprovechad cualquier resto de asado o de guiso de carne para haceros vuestra salsa, añadidle la pasta y, voilà, ya tenéis la comida resuelta.
Debéis tener la precaución de guardar un poco del agua de la cocción porque la nata al reducir puede que deje la salsa muy espesa, y para mezclar con la pasta es conveniente que tenga una consistencia intermedia. De este modo la salsa empapará la pasta y no resbalará al fondo de la fuente, pero tampoco hará de nuestra pasta Strogonoff una amalgama densa, espesa y poco apetecible.
Un plato muy fácil, rápido y versátil para recuperar una de esas recetas que nunca deberían de dejar de prepararse.
El solomillo Strogonoff es una de esas recetas que triunfaron y se hicieron tremendamente populares hace ya unos lustros, pero que ahora se consideran demodé y, cuando se encuentran en algún menú o carta, nos parecen sacadas de las de los hoteles en los años noventa.
Si bien la cocina ha evolucionado, y con esa evolución es lógico que este tipo de preparaciones dejen de tener tanto protagonismo, lo que no tiene sentido es subestimar este tipo de preparaciones por ello. Y es que las preparaciones clásicas han llegado a serlo por eso mismo, porque están tan buenas que, por mucho que se sucedan las modas y cambien los conceptos gastronómicos, esos platos tan brutales y tan ricos permanecen ahí siempre, al servicio de todos, aunque todo el mundo parezca darles la espalda.