Ya os he hablado de mi locura por las fresas, que siempre me da la impresión de que acaba la temporada sin haber comido suficientes. Así que mientras puedo las disfruto e intento conservarlas de diferentes maneras. La mermelada es un clásico, además es muy poco laboriosa ya que no hay que pelar ni deshuesar, como en otros casos. También las congelo, para luego usarlas en batidos, salsas o lo que se me vaya ocurriendo.
Ingredientes
- 250 g de mantequilla a temperatura ambiente (1 parte)
- 125 g de azúcar glas (1/2 parte)
- 60 g de fresas (1/4 parte)
Ahora, he descubierto una nueva aplicación: hacerlas mantequilla. Es de lo más sencillo y el resultado es asombroso. ¡El día que la hice me la podía haber comido entera untada en tostaditas si me dejaba llevar! Para no morir de ingestión desmesurada de grasas opté por congelarla, ya que si la dejaba en la nevera iba a seguir atacándola cada cinco minutos.
Con fresas, mantequilla y azúcar glass obtenemos esta delicia que veis, suave, cremosa y con el punto justo de dulzor. Se conserva varios día en la nevera y un par de mese congelada. Así que podéis hacer ahora una poca y guardarla para cuando el mes que viene os entre antojo de fresas y no podáis encontrarlas.
¡Espero que os guste tanto como a mí!
Preparación:
Casi no hace falta explicación. Con la batidoras de varillas mezclamos la mantequilla y el azúcar glas durante un buen rato. Veremos que se aclara y dobla el volumen. Entonces añadimos las fresas en cuartos y batimos un rato más, pero sin que lleguen a deshacerse por completo los trocitos de fruta.
Resultado:
Una crema de mantequilla con el punto justo de dulzor. Hay que conservarla en frío, pero servirla a temperatura ambiente. Está buenísima untada en pan, pero se me están ocurriendo otro montón de usos, como, por ejemplo, rellenar tartas o mezclarla con queso crema para hacer un frosting delicioso. Probablemente, pondré más recetas donde aparezca.