El auge de los yogures probióticos: ¿son realmente necesarios para tus defensas?
Analizamos si la fama de los yogures probióticos está justificada y si realmente aportan beneficios a la hora de mejorar las defensas.
14 enero, 2018 20:50Noticias relacionadas
Durante los últimos años, muchas empresas han aumentado sustanncialmente sus beneficios económicos mediante la creación de diversos “alimentos funcionales“, cuyo supuesto objetivo es “mantener o potenciar nuestro sistema inmune“, a un más que elevado precio.
Entre todos estos productos, destacó de sobremanera el Actimel de Danone, aunque no es el único ejemplo, ya que las copias a este producto se han multiplicado con el paso de los años de la misma forma que se ha copiado su eslogan. Esencialmente, Actimel y similares hacen gala del uso de otra moda puntera: los probióticos, microorganismos vivos que pueden mejorar nuestra salud intestinal y nuestro sistema inmune, en teoría.
Hoy repasaremos brevemente la historia de Actimel (y cómo tuvo que cambiar su eslogan por carecer de evidencias científicas), y por qué los probióticos aún requieren mucha investigación.
Actimel: Del L. casei al enriquecimiento con vitamina B6
Inicialmente, la marca Actimel en particular se vanagloriaba de poder aportar mediante sus pequeños botes de simple y llana leche fermentada el exclusivo lactobacillus “L. casei inmunitas” (o Lactobacillus Casei DN-114 001) , al cual asociaban múltiples beneficios para “ayudar al buen funcionamiento del sistema inmune“. De hecho, tal eslogan estaba prohibido y le costó la retirada de sus productos a la empresa Danone en algunos países, hasta que en el año 2012 hubo un cambio de ley, y la empresa francesa ya podía usar este tipo de eslogan gracias al Reglamento (UE) nº 432/2012, como anunció en su día el profesor José Manuel López Nicolás en su conocido blog ‘Scientia‘.
De hecho, Actimel recibió múltiples “premios” por sus mentiras publicitarias en diversos países, e incluso la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en el año 2010 le dio un duro golpe al rechazar en un informe más de una veintena de trabajos de investigación que pretendían respaldar los dudosos beneficios del consumo de Actimel.
Posteriormente, según afirmó la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), Actimel no solo tuvo que retirar la palabra “inmunitas” de su L. casei, sino que tuvo que cambiar el foco de su marketing. Como la EFSA rechazó sus estudios, lo que hizo Actimel (y otras comidas del mismo estilo) fue enriquecer su producto con la cantidad mínima necesaria de vitamina B6, una cantidad suficiente para poder decir sin infringir la ley que “la vitamina B6 contribuye al normal funcionamiento del sistema inmune” y que “se recomienda el consumo de una unidad al día ACOMPAÑADA de una alimentación y estilo de vida saludables”. De repente el Lactobacillus casei ya no servía para nada, aunque siga copando la portada de este tipo de productos.
De hecho, no existen actualmente evidencias de que la falta de un aporte externo de vitamina B6 perjudique a nuestro sistema inmune, sino que es bastante fácil conseguir esta vitamina mediante la alimentación y sin suplementación alguna: en el germen de trigo, carne, huevos, pescados, verduras, legumbres, frutos secos, granos enteros… De hecho, un simple plátano aporta más de 3 veces la cantidad de vitamina B6 que aportaría un bote de Actimel (y a un precio bastante más bajo).
¿Son necesarios los yogures probióticos para mejorar la salud?
La realidad es que hoy en día, entre yogures líquidos y sólidos, entre otros productos, los probióticos se han convertido casi en un “ingrediente mágico” que sirve para todo.
Si bien es cierto que las bacterias intestinales o microbioma intestinal se han relacionado con múltiples enfermedades, desde enfermedades cerebrales, como el Parkinson, hasta tener un papel clave en la juventud del organismo humano, esto no quiere decir que necesitemos un aporte externo para mantener nuestro intestino saludable.
Supuestamente, el consumo de probióticos en forma de suplementación reforzaría las defensas del organismo, algo que tiene lógica sabiendo la gran relación que tiene el sistema gastrointestinal -y sus bacterias intestinales en concreto- con el sistema inmune. Estos “bichitos” son totalmente necesarios para mantener un nivel de salud óptimo, y también es lógico pensar que cuanto más los cuidemos, mejor salud tendremos.
Por ello, teóricamente, los probióticos aportarían más bacterias beneficiosas a esta diversidad de microorganismos que habita nuestro intestino. Sin embargo, como ya comentó en su día el digestólogo James Kinross, del Imperial College de Londres, a la cadena de noticias BBC, no todo es tan fácil como parece.
Según Kinross, mientras se consumen probióticos, estos permanecen en el sistema gastrointestinal; sin embargo, cuando dejan de tomarse, el organismo los expulsa. En el caso de que lleguen a tener efectos beneficiosos (algo que no siempre ocurre porque cada persona es diferente), tan solo funcionarán por tiempo limitado (eso, si llegan a funcionar), y ningún estudio ha garantizado que tengan los mismos efectos en todo el mundo, pues cara persona tiene un sistema intestinal diferente, poblado por una variedad de bacterias intestinales totalmente diferente.
Asimismo, Kinross afirma que aún existe poca evidencia respecto al hecho de que los probióticos puedan mejorar la salud o alargar la vida. Tan solo hay cierta evidencia de que pueden mejorar los síntomas en pacientes con casos específicos de diarrea o síndrome del intestino irritable.
Una dieta saludable, la mejor alternativa a los yogures probióticos
La realidad es que, con la evidencia científica disponible actualmente sobre los probióticos, la mejor alternativa que sí ha demostrado ser fiable es llevar a cabo una alimentación saludable, aportando cuantos más alimentos frescos mejor, y evitando cualquier alimento procesado y el azúcar añadido.
El enfoque actual es que, pudiendo cuidar y mejorar las bacterias intestinales propias, ¿para qué añadir bacterias nuevas? Y esto se consigue “alimentándolas” bien, mediante el consumo de dichos alimentos frescos, y sobre todo con el consumo de fibra. Pero no cualquier tipo de fibra; concretamente la fibra tipo MAC o microbiota-accesible carbohydrates, la parte no digerible de los alimentos que comemos (fibra), pero que sí pueden metabolizar nuestras bacterias.
En otras palabras, los MAC son fibra, pero no cualquier fibra es MAC.
Este tipo de fibra puede encontrarse en plantas, algas, setas, especias y tejidos animales, y ha demostrado aumentar la diversidad del microbioma, aportando un mayor equilibrio metabóico corporal y un menor riesgo de enfermedades cardiometabólicas y autoinmunes. De hecho, diversos estudios aseguran que una dieta baja en MACs aumentaría el riesgo de enfermedades al alterar el equilibrio del microbioma intestinal.
Imagen de cabecera: DenisMart (iStock)