Hace más de 40 años, la provincia de Almería pasó de ser el desierto que sirvió como escenario para el rodaje de un gran número de películas del Oeste a convertirse en una fértil huerta que abastece de hortalizas frescas durante todo el año a más de 500 millones de personas en Europa. Este espectacular cambio fue posible gracias a la innovación de los invernaderos solares que, a lo largo de estos años, se han convertido en seña de identidad y en uno de los principales motores de desarrollo económico y social de esta provincia andaluza, cuyo modelo se ha extendido también a la costa granadina.
La protección que ofrecen las cubiertas de los invernaderos, que preservan a los cultivos de las condiciones meteorológicas adversas, posibilita que los consumidores tengan a su disposición frutas y hortalizas frescas durante todo el año, sin importar la época en la que nos encontremos.
Bajo estas estructuras de plástico se cultivan tomates, pimientos, calabacines, berenjenas, pepinos y también melones y sandías, incluidas variedades de tamaño mini que cada vez son más demandadas por el consumidor. Y todo ello de una manera completamente sostenible puesto que son los rayos de sol y la ventilación natural los que hacen posible las cosechas en cualquier época del año. Este clima favorable y privilegiado hace posible que los invernaderos solares de Almería y de Granada surtan de productos hortofrutícolas casi al 60 % de los mercados europeos y al 50 % del mercado nacional durante los meses más fríos del año.
Hortalizas llenas de sabor
El sabor de las hortalizas cultivadas en los invernaderos ha sido un aspecto injustamente cuestionado durante años, pero lo cierto es que algunas de las hortalizas y frutas más gourmet y apreciadas del mercado, como los sabrosos tomates RAF, los tomates cherry y cocktail las delicadas flores de calabacín, las dulces sandías sin pepitas o los pimientos largo dulce se cultivan bajo abrigo. Se trata de algunas de las variedades más exclusivas del mercado, muy valoradas tanto por los consumidores como por los grandes chefs.
El sabor de las hortalizas cultivadas en invernaderos solares es el resultado de un largo y minucioso proceso que comienza en el momento en el que se eligen las semillas. Cada variedad es el fruto de varios años de trabajo en campos de ensayo seleccionando aquellas que poseen mejores características en cuanto a resistencia a enfermedades, sabor y otras cualidades que exige el mercado.
Una vez germinadas las semillas en los semilleros y trasplantadas las pequeñas plántulas al invernadero, se liberan insectos «amigos» que mantienen las poblaciones de plagas bajo mínimos, sin tener que acudir al uso de plaguicidas. Este control biológico, aparte de ser medioambientalmente sostenible, también contribuye a que los frutos sean más sabrosos.
Finalmente, la recolección en el momento óptimo y el rápido transporte hasta el punto de venta, hacen posible que los consumidores tengan en sus hogares productos recolectados del campo en menos de 48 horas.
Calidad y seguridad
Tan importante como la calidad y el sabor de las hortalizas, es la seguridad alimentaria de estos productos. Los altos estándares de calidad y seguridad exigidos por los clientes europeos han motivado que la gran mayoría de productores de cultivos de invernaderos solares cumplan con exigentes sistemas de certificación y normas de buenas prácticas agrícolas.
Para ello existen una serie de sellos y auditorías de calidad que podemos encontrar en el etiquetado de las hortalizas. Sellos como el GlobalGAP uno de los más utilizados, que cubre el control de todas las etapas de la producción, desde las tareas previas a la cosecha hasta la manipulación y el almacenaje postcosecha. Su objetivo es garantizar las buenas prácticas agrícolas; promover métodos de producción que sean sostenibles con el medioambiente, fundamentalmente en lo que tiene que ver con el uso de los recursos hídricos y el empleo de productos fitosanitarios; así como asegurar el bienestar de los trabajadores.
Las exigencias de esta norma de calidad son mucho más estrictas que los límites legales europeos, por eso, para verificar su cumplimiento, se realizan diversos controles sobre distintas muestras en cada fase del proceso, suelo, plantas, fruto, etc.
Por este motivo, la costa de Almería y Granada se ha convertido en la zona con la mayor concentración de laboratorios de análisis agrícolas de toda Europa. Estos se encargan de analizar todos los productos que se cultivan y de comprobar que cumplen con los estándares de calidad y seguridad alimentaria, y muy especialmente, en lo referente al uso de productos fitosanitarios.
También son habituales los sellos GlobalGAP GRASP y QS. El primero evalúa los riesgos de las prácticas sociales en el campo en temas relacionados con la salud, la seguridad y el bienestar de los trabajadores y certifica el cumplimiento de la legislación laboral. El segundo asegura el proceso integral de producción desde el origen del alimento hasta su comercialización.
Los consumidores demandan cada vez más frutas y hortalizas de calidad, seguras y sostenibles, por eso, que España sea capaz de producir en los invernaderos solares productos frescos y naturales durante todo el año es un pilar básico en el mantenimiento de la soberanía alimentaria europea.