La cerveza, una de las bebidas más antiguas y consumidas del mundo, tiene una rica historia y tradición en Europa. A lo largo de los siglos, diferentes regiones del continente han desarrollado sus propias técnicas y estilos únicos, dando origen a lo que ahora conocemos como las grandes escuelas cerveceras europeas.
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Desde las cervezas de Alemania hasta las célebres creaciones belgas o las IPAs británicas, que recientemente se han hecho populares en el mercado español, cada país ha contribuido de manera significativa a la diversidad y el prestigio de esta apreciada bebida que surgió como solución a un problema de salud pública hasta convertir Europa en un paraíso cervecero.
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La escuela británica
En el Reino Unido, la tradición cervecera se remonta a siglos atrás, con la cerveza ale siendo uno de los estilos más icónicos. La región de Burton-on-Trent se destacó en la época victoriana por su agua dura, ideal para la elaboración de cervezas pale ale e India pale ale (IPA). Las IPA británicas son conocidas por su equilibrio entre el amargor del lúpulo y la malta dulce y se inventaron en los tiempos del Imperio con el fin de que la cerveza pudiese soportar las largas travesías hasta la India sin estropearse.
El Reino Unido es también famoso por sus cervezas negras como la stout y la porter, estilos que han encontrado reconocimiento mundial gracias a marcas icónicas como Guinness cuya fábrica puede visitarse en Dublin (Irlanda). En ella se organizan visitas para que los visitantes puedan conocer la historia y aprender a tirar pintas de Guinness como un profesional. Para completar el viaje no puede faltar una ruta por los pubs del barrio de Temple Bar.
Disfrutar de unos días en Irlanda es una buena ocasión para conocer su gastronomía probando el famoso Irish Breakfast, el típico desayuno irlandés que incluye salchichas, bacon, huevos, black pudding (morcilla), white pudding (morcilla blanca), tomate asado, champiñones, pan frito o tostado y, a veces, alubias estofadas.
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Aunque es un plato típico de invierno, el que casi podría considerarse el plato nacional de Irlanda es el Irish Stew, un guiso tradicional hecho con cordero, patatas, cebollas y zanahorias que se puede degustar con un buen trozo de pan de soda, un pan cuya masa lleva bicarbonato en vez de levadura y que se encuentra con facilidad en cualquier panadería de Dublin.
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El Dublin Coddle podríamos considerarlo algo así como el cocido dublinés y consiste en salchichas, beicon, patatas y cebollas cocidas a fuego lento en un caldo.
Los amantes del pescado y el marisco disfrutarán del Dublin Lawyer que, a pesar del nombre, no es ningún abogado, sino un plato de langosta cocinada con whiskey irlandés, nata y mantequilla.
La escuela belga
En Bélgica, nos adentramos en una cultura cervecera con siglos de historia y una amplia gama de estilos. Bélgica es conocida por su enfoque innovador en la elaboración de cervezas, con una gran diversidad de levaduras y fermentaciones. Aquí, los monjes han sido una parte fundamental en la tradición cervecera, elaborando cervezas trapenses famosas, como la Westvleteren y la Orval.
Además de las trapenses, Bélgica es famosa por las cervezas de abadía y los estilos únicos, como las cervezas lambic, que se fermentan con levaduras silvestres y se añejan en barricas de madera, dando como resultado cervezas ácidas y complejas como la gueuze y la kriek.
En la capital, Bélgica, se encuentra el Museo de la Cerveza Belga, visita obligatoria para conocer la historia de esta bebida en una de sus cunas más emblemáticas.
Para calmar el apetito y aprender sobre la gastronomía bruselense, nada mejor que disfrutar de unos moules-frites, mejillones cocidos con patatas fritas que se acompañan de variedad de salsas como la andalouse.
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El guiso belga por excelencia es la carbonada flamanda que se hace con carne de ternera, cerveza belga, cebolla, mostaza y especias. También es popular el waterzooi, un guiso hecho con pollo y verduras que se sirve con pan de centeno.
Los amantes de los dulces en Bélgica no pueden perderse los gofres bruselenses, más ligeros y crujientes que los de Lieja, que son más densos y azucarados. Las galletas speculoos, hechas con distintas especias, también son típicas del país y se sirven acompañando el té y el café. Y, por supuesto, sus famosos chocolates que se pueden encontrar en las numerosas chocolaterías de la ciudad llenas de pralinés, trufas, bombones y otras delicias hechas con este ingrediente.
La escuela alemana
Dentro de la que se conoce como escuela centroeuropea encontramos varias que bien merecen estudiarse por separado. En Alemania, encontramos una de las escuelas cerveceras más influyentes del mundo. La de este país es famosa por su Reinheitsgebot o Ley de Pureza, establecida en 1516 en la región de Baviera. Esta ley dictaba que la cerveza solo podía fabricarse con ingredientes naturales: agua, malta de cebada y lúpulo (en ese momento la levadura aún era conocida).
Esta normativa contribuyó a la creación de cervezas de alta calidad y pureza, como la pilsner, la bock y la hefeweizen (cerveza de trigo). Cada región de Alemania también tiene sus propias especialidades, como las cervezas oscuras y robustas de Baviera o las refrescantes y ligeras Kölsch de Colonia.
En el país, uno de los destinos turísticos más populares es Múnich, la capital bávara, sede de la famosa Oktoberfest a la que uno puede adelantarse visitando sus numerosas cervecerías, incluidos los Biergärten (jardines de cerveza), cervecerías al aire libre en las que son muy populares los pretzel, panecillos con forma de lazo que se sirven como acompañamiento de los platos.
Para reponer fuerzas, en la región de Bavaria son típicas las Weißwurst, salchichas blancas, elaboradas con carne de ternera, cerdo y panceta ahumada. Se condimentan con cilantro, limón y otras especias. Se sirven tradicionalmente con mostaza suave y pretzels, y se consumen típicamente a la hora del aperitivo.
El asado típico de esta zona es el Schweinshaxe, un plato de cerdo que consiste en un codillo de cerdo con piel crujiente y carne tierna y jugosa en el interior. Se sirve a menudo con chucrut (col fermentada) y puré de patatas.
La ensalada de patatas (Kartoffelsalat) se sirve como acompañamiento de muchos platos bávaros. Suele estar hecha con patatas cocidas, cebolla, caldo y vinagre, y a menudo se le agrega bacon o encurtidos.
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Para comer sobre la marcha, por ejemplo, en alguna excursión a los castillos del Rey Loco que se encuentran próximos a la capital muniquesa, se puede probar el Leberkäse, una especie de pastel de carne de ternera y cerdo, que se corta en rebanadas y se sirve caliente o frío. Se puede comer solo o en un bocadillo con mostaza y pan.
Escuela checa
También como parte de la escuela centroeuropea, en República Checa, encontramos la cuna original de la pilsner. En la ciudad de Pilsen, en el siglo XIX, se desarrolló la primera cerveza pilsner dorada y transparente que marcó un hito en la historia cervecera y hoy en día puede visitarse la fábrica Pilsner Urquell para conocer su proceso de elaboración y tomarse una caña de esta marca donde mejor la sirven. La pilsner se convirtió rápidamente en un estilo popular en todo el mundo y sentó las bases para las cervezas lager modernas que conocemos hoy en día.
La República Checa es también el lugar que vio nacer otros estilos clásicos, como la cerveza oscura y malteada conocida como tmavé, y la cerveza de trigo estilo bohemio, similar a la hefeweizen alemana.
Para acompañar las cervezas checas en la ciudad de Pilsen, hemos de probar los chlebíčky, los pinchos checos que consisten en rebanadas de pan con distintas cosas encima como embutidos, queso, pepinillos, huevos y ensalada de patatas. Son muy populares en toda la República Checa, no solo en Pilsen.
Los knedlíky, también conocidos como 'bolas de masa', son una especie de albóndigas de pan o patata que se sirven como acompañamiento de muchos platos. Se pueden encontrar en varias formas y tamaños y se suelen utilizar para mojar en los jugos de guisos y carnes.
Uno de los platos más tradicionales de la cocina checa es el vepřo-knedlo-zelo, que consiste en cerdo asado con knedlíky y chucrut. Es un plato reconfortante y sabroso que se encuentra en muchos restaurantes de Pilsen.
El gulasch checo es el estofado típico del país, hecho con carne de vaca o ternera y cebolla, sazonado con paprika (el pimentón húngaro) y otras especias. Se sirve con knedlíky para mojar en la salsa.