Son las tres de la mañana en el puerto de Husøy, el pequeño pueblo de pescadores de Senja, en la provincia noruega de Troms y Finnmark. Es la hora de que algunos barcos pesqueros zarpen en dirección a las gélidas aguas del Atlántico Norte para capturar el famoso bacalao Skrei, la joya gastronómica de Noruega, que tiene su temporada de enero a abril.
Una de esas embarcaciones es el Hovden Viking, un moderno buque de 46 metros de largo y 12 de ancho con habitaciones para doce personas (cuatro individuales y cuatro compartidas). A bordo de él viajan ocho tripulantes: siete marineros y el capitán. El objetivo del día es pescar, al menos, 30 toneladas de Skrei, la misma cantidad que las dos jornadas anteriores.
"Nunca es suficiente", afirma Niclas Osmund, el pescador más joven de toda la nave. Lo ideal es capturar la mayor cantidad posible, aunque no siempre se puede: "Es una lotería, a veces hay mucho y a veces no hay nada". Él lleva prácticamente toda la vida subido a un barco. "Desde que nací", asegura. "Aprendí a pilotar cuando tenía sólo tres años".
Niclas se ha levantado a las seis y media junto a Jon Gustav, el chef del Hovden Viking, que lleva varios meses en el barco, lejos de su casa en Måløy, a 1.600 kilómetros de Husøy. "Lo más difícil de este oficio es que a veces hay días muy largos que trabajas 40 horas seguidas y el mal tiempo puede ser muy duro, pero también hay días muy relajados", cuenta Niclas.
Sin embargo, Gustav no parece tener casi tiempo para relajarse. Además de trabajar como cocinero, también ejerce como pescador y ayuda a sus compañeros a echar las enormes y pesadas redes, recogerlas, y limpiar el pescado atrapado. Entretanto, se escapa a la cocina sigilosamente para preparar las diferentes comidas diarias del resto del equipo.
"En ocasiones agobia un poco cocinar en un barco", reconoce el chef mientras vigila la temperatura del horno. No nos sorprende: el vaivén de las olas pone a prueba la paciencia de cualquiera y complica mucho la precisión a la hora de elaborar los platos; pero Gustav tiene sus propios trucos. La cocina está equipada con utensilios especiales para facilitar su uso a bordo, como unas pinzas para agarrar las ollas e impedir que se muevan, una enorme cacerola que oscila con el movimiento del barco y mantiene su eje inmóvil o unos sencillos manteles adherentes para evitar que objetos como los vasos caigan al suelo.
Gracias a estos aparatos, Jon cocina múltiples recetas para sus compañeros. Recetas tradicionales y caseras, como pasta, albóndigas, platos típicos como karbonader o kjøttpudding y, por supuesto, pescado, una de sus elaboraciones favoritas. Pescado del día, recién pescado, o del día anterior. Jon también prepara su propio pan y su propia pizza, aunque sea mucho más costoso. "No me gustan las cosas fáciles, me crea una mala reputación", bromea cuando le preguntamos por la posibilidad de comprar el pan ya hecho para ahorrar tiempo.
Y es que tiempo no le sobra, más bien todo lo contrario. "Sólo duermo dos o tres horas al día", confiesa. ¿Y no está cansado? "Si tú te vas a casa, si te vas al sofá a ver una película, es peor; cuanto más descansas, más cansado estás... Pero si tú sales a correr, y haces algo, te mantienes en movimiento, tú nunca estás cansado".
Jon lleva sólo un año a bordo de este navío como cocinero y pescador, pero, si pudiera elegir, preferiría ser únicamente chef, un rol que en el anterior barco donde trabajaba desempeñó durante nueve años. Una profesión que ejerce con amor, dedicación y eficiencia. "Me gusta más cocinar en el barco que en mi casa, porque allí está mi esposa", dice, socarrón, entre carcajadas. "Este es mi espacio, aquí puedo hacer lo que quiera", sentencia mirando al mar mientras remueve un puré de patatas recién triturado.